No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Los hombres te han hecho mal, de Ernesto MALLO



Más allá de la trama o del argumento, más allá de los personajes, habituales de la serie o nuevos de esta novela, más allá de las miserias y mentiras de la sociedad, el lector se va a topar irremediablemente con la desolación y con la rabia. 

Todo el capítulo 35 es desolación, nada más que desolación: Candela es la protagonista a su pesar. Sólo aparece ahí y ya es bastante. Cuesta leerlo porque de alguna forma ya lo intuimos, pero lo intuimos y aún así nos pesa, nos aplasta esa desolación.

El capítulo 40 es rabia. Una rabia que sentimos como la siente Braulio. Y es tan profunda, tan sincera, tan auténtica que en su situación haríamos lo que hace, y lo haríamos igual, de la misma manera, así, sin pensarlo, sólo sintiéndolo, así, así, de esa manera. No más.

Los hombres te han hecho mal es la tercera novela de la serie del comisario, que ya no lo es, Lascano del escritor argentino Ernesto Mallo. Y es la tercera pero posiblemente también la última. No sabemos. Pero de alguna forma se cierra algo. Luego veremos.


Antes publicó, ambas en el 2011 en edición de Siruela, Crimen en el Barrio del Once y El policía descalzo de la Plaza San Martín, que en Argentina, en su primera publicación tenían otros títulos. La aguja en el pajar, después llamado Crimen en el Barrio del Once, se publicó en el 2006, mientras que Delincuente argentino, después llamado El policía descalzo de la Plaza San Martín, se publicó en el 2007, en ambas la situación política argentina es un elemento clave.  

Crimen en el Barrio del Once se sitúa en plena dictadura de los comandantes, en la época de las desapariciones, de las continuas desapariciones. Venancio Ismael Lascano, el Perro, es comisario de la policía. El asunto se inicia por la aparición de dos cadáveres tirados. Cuando llega al lugar no hay dos sino tres. El tercero es distinto. El tercero no ha muerto con la cabeza acribillada a tiros, como los otros, sino con un disparo en el estómago. El tercero no es joven, sino viejo. El tercero, Lascano descubrirá, es el cadáver de un judío, Bieterman, un prestamista. Estamos en la dictadura, con asesinatos continuos cometidos por los milicos, pero el asesinato de Bieterman es distinto y Lascano lo descubrirá a pesar de los obstáculos en contra. Porque éste es un asesinato que lleva hacia arriba, es un asesinato cometido chapuceramente por alguien de la alta sociedad de Buenos Aires pero que tiene protección. En esta novela también hay una pregunta en paralelo y que lo une a la siguiente novela: ¿dónde están los hijos de los desaparecidos?

En El policía descalzo de la Plaza San Martín estamos en la transición, al principio de la democracia argentina con el “gordito maricón” de Alfonsín, en palabras de Giribaldi –un mayor que ya apareció en la novela anterior, ahora forzosamente retirado–, en el poder y pasando por los juzgados no sólo la junta de Comandantes, sino también algunos responsables directos de las atrocidades cometidas en la época anterior. Pero esta segunda novela nos habla del otro lado, nos habla del Topo Miranda, un ladrón de bancos de la vieja escuela, nos habla de la baja estofa. Y una de las características de estas novelas de Mallo es el preciso retrato del lenguaje, de la lengua vulgar de estos delincuentes –y en esa lengua (ni en ninguna, diríamos), en esos diálogos no hay guiones que marquen quién es el que habla–. El Topo Miranda va a salir de la cárcel y fuera no puede dejar de hacer lo que siempre ha hecho por más que su pretensión sea cuidar de sus nietos, cuando los tenga. Y lo que roba es dinero negro, mala cosa.


En ambas novelas, situadas en Buenos Aires, el Perro Lascano ejerce su labor de policía a pesar de todo, más en la primera, ya que en la segunda acaba de salir de entre los muertos y no se sabe muy bien si aún vive o no, de ahí que actúe casi en la clandestinidad, pues su protector dentro de la policía ha perdido su batalla por el poder en la institución. Y en ambas novelas el amor se le escabulle, ya por miedo ya por desconocimiento, y ése es el otro hilo conductor de las mismas. Porque para Lascano la amada siempre es un fantasma, alguien que estuvo pero no está, primero Marisa, su mujer que falleció, luego Eva, salida de no se sabe dónde, perseguida y, después de lo que le sucede al Perro, huída.

Los hombres te han hecho mal es una novela negra con todas las letras, de las buenas, de las mejores, al estilo de Cosecha roja (ver lectura) o La llave de Cristal de Hammett, es una novela negra teñida de rojo, de sangre. Y la trama que se sitúa en una época cercana a la actual le hace salir a Lascano –que ya no es policía y tiene unos sesenta años– a investigar fuera de Buenos Aires, a una ciudad turística, Mar de Plata, donde la prostitución y la corrupción que conlleva son un elemento más de esa “feliz” vida vacacional. Aquí Lascano investigará la desaparición y muerte de Amalia, la hija de su prima Sofía, poco después de haber tenido a su niña Candela. Y se encontrará con una organización muy bien establecida de prostitución y de trata de mujeres, más bien niñas. Donde no faltará en la cúspide de la pirámide el político de turno ni por debajo de él al jefe de la policía dentro de ese entramado corrupto en la que los curritos, por decirlo así, el Pescado Yancar, por ejemplo, no son ni mucho menos los más desalmados. Pero en el que nuevamente el lenguaje de estos individuos nos los hacen vivos, nos los muestran absolutamente reales, es una lengua que no se lee sino que se escucha. Todo, cómo no, acabará a tiros, con esa trama paralela de venganza entre delincuentes, hablo del Loco Romero con su pandilla y del Pescado Yancar, y el Perro Lascano será el que encienda la mecha. Pero en esa explosión final siempre hay alguien que se salva y no suele ser de los que van a la cárcel.

Y, como decíamos al principio, parece que el ciclo se cierra porque el otro hilo conductor, el contrapunto a tanta sangre, el del amor como fantasma parece que toma cuerpo real con el regreso de Eva, aunque en el amor…






2012. Los hombres te han hecho mal. Lectura

domingo, 22 de diciembre de 2013

Atrapado en un sueño, de Anna JANSSON



A veces uno debería abstenerse de hacer cualquier comentario sobre determinadas novelas, pero si esa obra ha sido deliberadamente escrita y por desgracia ha sido deliberadamente leída, y leída entera, completa, hasta la última de sus más de cuatrocientas páginas, y además uno escribe de vez en cuando algún que otro comentario sobre novelas policiacas, tiene dos opciones: no escribir comentario alguno –opción más que apetecible en este caso– o escribir un comentario para que la gente sepa a qué atenerse.

Drömmen förde dej vilse (Atrapado en un sueño) es la novela número once de la serie de la inspectora Maria Wern, publicada en español en el 2011, al año siguiente de su publicación en su idioma original, el sueco. De la misma autora, Anna Jansson, y serie también se dispone en español de la anterior, la número diez, Först när givaren är död (Hablaré cuando esté muerto). Y, por si fuera poco, la mayoría de las novelas de la serie también se han adaptado a la televisión e incluso se han doblado al español y además se emiten en pantalla actualmente –en La 2 de TVE–.

Maria Wern es una investigadora del grupo de homicidios de Visby, en la isla sueca de Gotland. Junto a ella nos encontramos con su superior Tomas Hartman y sus compañeros, Erika Lund, encargada de la recogida de pruebas, Per Arvidsson, Ek Rydberg y Haraldsson, entre otros.

El caso que nos ocupa se inicia con la agresión que sufre la propia Maria Wern al intentar defender a un chico de unos trece años que estaba siendo apaleado y pateado por un grupo de tres hombres que al final terminan matando al chico y dejando maltrecha a la policía. Pero el verdadero caso será el del asesinato y ensañamiento de la enfermera Linn Bogren ocurrido algo después, al que le seguirá otro más, el de su vecino hipocondríaco Harry Molin.

El enredo se inicia con el súbito enamoramiento de Erika, la mejor amiga y compañera de Maria Wern, del médico Anders Ahlström, que, por casualidad o no, es el médico de Linn Bogren y de Harry Molin. A todo ello hay que decir que Erika no tiene mucho éxito con las relaciones de pareja y descubrimos que, además, es madre de dos hijos a los que no ve desde hace veinte años, puesto que se quedaron con su padre, después de una depresión posparto, según nos explican en la novela. El propio Anders también tiene una hija que vive con él, de once años, pero sin madre, porque esta murió seis meses después de nacer su hija, en plena boda con Anders, según nos cuenta el propio Anders, ahogada en la playa en plena madrugada. Pero además tiene un hijo que ahora estará en la veintena de un escarceo amoroso en su época de universitario, un hijo y mujer que abandonó en ese momento al no quererse hacer cargo de él. A ellos añadimos a la propia Maria Wern también divorciada y con dos hijos a su cargo, que no aparecen en toda la novela, porque en este caso hay custodia compartida, o su amado compañero Per Arvidsson, también separado y padre de dos hijos, con el que se supone que tiene una relación, aunque ésta se viese interrumpida después de que Per unas novelas antes casi perdiese la vida al ser disparado y sufriese posteriormente una depresión que le habría llevado a querer cortar con Maria. En esta novela parece que las cosas iban a mejor, pero un extraño desliz hace que Per se acueste con su mujer, Rebecka, de la que está separado, y las cosas sigan estando más que enturbiadas. Otro más, Ek Rydberg, tiene un hijo en la cárcel, Joakim, protagonista de la novela anterior, Hablaré cuando esté muerto –en la que no vamos a entrar, pues es más de lo mismo, que como unos cuantos más –creo que se mencionan cuatro o cinco– ha tenido de relaciones pasadas.

Pero si estas vidas caóticas de los policías no fueran suficientes, los propios asesinados y asesinos en esta novela no tienen nada que envidiar. La enfermera –profesión que comparte con la propia autora Anna Jansson (¿quizá por eso la mayoría de los casos de esta serie están relacionados con médicos, enfermeras y gente de esa rama?)– Linn Bogren se acaba de enamorar de una paciente, Sara, que necesita un transplante urgente de pulmón, y con la que empieza a mantener una relación, pero resulta que está casada con un marinero, Claes, que a su vez le pone los cuernos con otra cada vez que llega a puerto. O el otro, Harry Molin, vecino de Linn, y posiblemente enamorado de ésta, aunque su hipocondría no le ayude mucho en sus relaciones personales. En fin, que todo esto nos puede hacer pensar que lo que estamos leyendo es un culebrón, pero no, su pretensión es ser una novela policiaca. Quizás el desarrollo psicológico de los personajes, pues la autora pretende desarrollar algo así, tanto de las víctimas como de los policías deje un poco que desear. Ya no queremos hablar de que esta sociedad que se nos muestra merece un estudio sociológico profundo –y no nos referimos a las causas de los asesinatos–. Sino que los propios recursos de novela policial son tan mal trabajados, tan mal llevados… Ah, se nos olvidaba que hasta el final de la novela no se nos descubre que los asesinatos no son cometidos por un sonámbulo.   


Como hemos dicho, hasta ahora en español, para nuestra salud como lectores de novela policiaca, sólo se han traducido dos novelas de la serie de catorce de la inspectora Maria Wern. Y menos mal, aunque mirándolo bien, quizá nos hubiésemos conformado con una sola, y eso exagerando, porque hubiésemos mejor pasado sin ninguna. Pero y para los lectores suecos ¿qué? Y para los lectores de otros idiomas en los que se han traducido estas novelas… Sólo me queda decir que uno es libre de elegir lo que quiere o no quiere leer. Pero a veces las contraportadas no bastan porque llevan a engaño al incauto lector, porque su función evidentemente no es informar de lo que uno se va a encontrar, sino insinuar e incitar y, por lo tanto, de alguna forma, exagerar o mentir. Aquí, en este comentario, se ha intentado no mentir, al menos, aunque sea quizá –mas no lo creo– un tanto exagerado. 

Ahora ya se entiende por qué las novelas policiacas suecas tienen tan mala fama.






2000. Stum sitter guden. [TV]
2001. Alla de stillsamma döda. [TV]
2002. Ma döden sova. [TV]
2003. Silverkronan.
2004. Drömmar ur snö. [TV]
2005. Svart fjäril. [TV]
2006. Främmande fagel. [TV]
2007. Pojke försvunnen. [TV]
2008. Inte ens det förflutna. [TV]
2009. Först när givaren är död (Hablaré cuando esté muerto). [TV]
2010. Drömmen förde dej vilse (Atrapado en un sueño). [TV] Lectura
2011. Alkemins eviga eld.
2012. När skönheten kom till Bro.
2013. Dans pa glödande kol.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Cuesta abajo, de Michael CONNELLY



Hieronymus “Harry” Bosch es “a man on a missión”, como se describe constantemente en las novelas de su autor. En The Drop (Cuesta abajo), en realidad, tendrá dos misiones, descubrir casi por casualidad a un asesino en serie y desentrañar entre la hojarasca de las ambiciones políticas un camino que no esté demasiado manchado.


Parece que Michael Connelly va alternando en los últimos años –pues este autor va a novela por año– una de Harry Bosch con otra de Michael Haller (ver lectura), su hermanastro por parte de padre, cuando no los incluye a ambos en la misma novela, dándole a cada uno un determinado protagonismo.

Así si tomamos en cuenta los últimos cinco años, más o menos, desde el 2008 hasta ahora, el 2013, tenemos para el que nos ocupa, el detective Harry Bosch, Nine Dragons (Nueve dragones) del 2009, la mencionada The Drop (Cuesta abajo) del 2011 y The Black Box (La caja negra) del 2012; a las que hay que añadir The Brass Verdict (El veredicto) del 2008 y The Reversal del 2010, recién editada en español como La revocación (2014), donde comparte protagonismo con su hermanastro, el abogado Michael Haller. Y de Haller, pero sin Bosch, tendríamos además The Fifth Witness del 2011 y, la última publicada hasta la fecha por Connelly, The Gods of Guilt del 2013 (ver serie abajo), ambas sin traducir todavía (Lectura).

De las que se consideran de la serie de Harry Bosch, en realidad, podríamos desechar El veredicto porque está escrita en primera persona y con la voz de Michael Haller como guía del argumento, mientras que en todas las de Bosch es una tercera persona –con alguna excepción como Luz perdida narrada en primera la que nos desentraña las opiniones, pensamientos y sentimientos del detective y nos va relatando las vicisitudes de los distintos casos. A ellas habría que añadir La revocación, en la que se alternan capítulos en primera persona con la voz del abogado Haller y en tercera desde el punto de vista de Bosch.

Aquí, en La revocación, el argumento entremezcla las vidas de los dos personajes, convirtiendo a Michael Haller por una vez en fiscal, cuando en realidad es un abogado defensor, que va a intentar que un asesino y violador de niñas, Jason Jessup, no salga de la cárcel, después de veinticinco años en ella, debido a las nuevas pruebas de ADN que han salido en su caso. Para ello, Haller trabajará mano a mano con su ex-mujer, Maggie McPherson, de la oficina del fiscal y tendrá como investigador encargado del caso a Harry Bosch. Mientras que El veredicto sirvió como un primer acercamiento entre ambos, donde Bosch de alguna manera salva la vida de Haller, cuando este asume el caso de la defensa de un magnate de la industria cinematográfica que había sido acusado de haber asesinado a su mujer y a su amante, y el argumento se enreda incluso con el FBI y las mafias de por medio.

Entre ambas se sitúa Nueve dragones. En ella Bosch se encontrará con el peor caso o uno de los peores casos de su historia, el secuestro de su hija Maddie en Hong Kong, donde vive con su madre. En realidad la trama se inicia en Los Ángeles con el asesinato del señor Li en un posible atraco en su tienda de alimentación, aunque todo se complicará cuando Bosch crea que ambos casos están relacionados, pues el posible asesino del señor Li tiene previsto huir a Hong Kong. Ésta es una novela casi exclusiva de Bosch –Haller sólo aparece anecdóticamente en una de las escenas finales para defender la actuación desbordada del detective en Hong Kong frente a la policía de allí que ha venido a pedir explicaciones–, donde la vida personal del detective da un vuelco con la muerte de la madre de su hija y la venida de Maddie a vivir a Los Ángeles con él. También es la primera aparición del que será su futuro compañero Chu.

Y ya llegamos a las dos últimas editadas por RBA en orden inverso a su aparición en su lengua original y también con respecto a la cronología interna de la serie. La caja negra (ganadora el año pasado del VI Premio RBA de Novela Negra) es un típico caso frío, donde ahora trabaja Harry Bosch, el asesinato de una periodista danesa, ocurrido en 1992 durante las revueltas raciales de ese año en Los Ángeles. Pero ese hecho le ocasionará enfrentarse con su nuevo jefe, Cliff O'Toole, –algo habitual en el carácter de Bosch– y a ser investigado por asuntos internos, aunque esto no le impedirá desentrañar el caso, que le llevará hasta Modesto en Central Valley y hasta unos asesinos provenientes de la primera guerra del golfo. Aquí la vida personal de Bosch se vuelve más estable, vive con su hija y parece que tiene una nueva pareja, Hannah Stone, que ya había aparecido en Cuesta abajo.

The Drop o Cuesta abajo, novela editada originalmente en el 2011, pero recién salida aquí, es una novela intensa, de ritmo ágil –quizá la mejor característica de las novelas de Connelly sea precisamente eso, su ritmo, que te va llevando sin descanso hacia el crecendo final, como si fueses “cuesta abajo”– y donde el argumento tiene que ver con ese ambiguo título, pues la investigación se inicia con la “caída”, que puede ser suicidio o asesinato, del hijo de un antiguo jefe y enemigo de Bosch, ahora político, Irvin Irving, desde el balcón de un hotel. Pero también con el “descenso” hacia la definitiva jubilación del propio Bosch, pues al fin y al cabo también está en juego en esta trama de asuntos turbios políticos su propio futuro como detective.


Y quizá sea el otro caso del complejo argumento, uno de los casos fríos, que le llevará a descubrir al final de la trama a un pedófilo y asesino en serie otro elemento característico de sus historias, Chilton Hardy, que ha campado a sus anchas durante los últimos veinte o treinta años, el que le dará el empujón definitivo para saber que él sigue siendo “a man on a mission” –una herencia que cada vez vemos más claro cómo Connelly transmite a su hija Maddie–.  






1992. The Black Echo (El eco negro).
1993. The Black Ice (El hielo negro).
1994. The Concrete Blonde (La rubia de hormigón).
1995. The Last Coyote (El último coyote).
1997. Trunk Music (Pasaje al paraíso).
1999. Angels Flight (El vuelo del ángel).
2001. A Darkness More Than Night (Más oscuro que la noche). [También con Terry McCaleb]
2002. City of Bones (Ciudad de huesos).
2003. Lost Light (Luz perdida). [Aquí es Investigador privado]
2004. The Narrows (Cauces de maldad). [Investigador privado. Terry McCaleb es personaje secundario]
2005. The Closers. (Último recurso).
2006. Echo Park (Echo park).
2007. The Overlook (El observatorio).
2008. The Brass Verdict (El veredicto). [Perteneciente la serie del abogado Michael Haller, aunque Bosch aparece de manera secundaria]
2009. Nine Dragons (Nueve dragones).
2010. The Reversal (La revocación). [También con Michael Haller]
2011. The Drop (Cuesta abajo). Lectura
2012. The Black Box (La caja negra).

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2005. The Lincoln Lawyer (El inocente).
2008. The Brass Verdict (El veredicto). [Harry Bosch es personaje secundario]
2010. The Reversal (La revocación). [También con Harry Bosch]
2011. The Fifth Witness.
2013. The Gods of Guilt. Lectura

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Legado en los huesos, de Dolores REDONDO

("Trilogía del Baztán")


Acaba de salir Legado en los huesos de Dolores Redondo, la segunda parte de la "Trilogía del Baztán" –cuya tercera ya tiene título, Ofrenda a la tormenta–, y a principios de este mismo año 2013 salió la primera parte, El guardián invisible. Es decir, en poco tiempo vamos a tener en las librerías la trilogía completa, y, si hacemos caso a las fajas y solapas del libro y a la propia editorial y su departamento de marketing y publicidad, también estará en las librerías de al menos veintitrés países más. Esto es lo que se llama un fenómeno. 

Y los fenómenos pueden ser o algo sobrenatural o de ventas, y duran o no, depende. Quizá ayude a saberlo, aunque no lo creo, de qué está hecho el fenómeno.

Hay una serie de singularidades que parece que pueden hacer atractivas las novelas, singularidades que les dan ese toque de originalidad que quizá puedan disimular los elementos que chirrían. Pero también esas particularidades pueden distorsionar lo que en un principio pretendían potenciar. Empecemos:

Amaia Salazar es una inspectora de la Policía Foral de Navarra, ha estudiado en Quántico –sí, allá, en USA– y por eso es especialista en perfiles de asesinos en serie y, sobre todo, los asesinatos, tanto en la primera como en la segunda novela, se están cometiendo en el pueblo donde ella se crió, Elizondo, o cerca de él. De ahí que se traslade desde Pamplona, donde trabaja y tiene su residencia habitual, a ese pueblo por donde pasa el río Baztán –que da título a la trilogía– y donde viven sus hermanas y su tía paterna.

En El guardián invisible las asesinadas son niñas en la primera fase de su adolescencia, niñas que aparecen de la misma forma, cerca del río Batzán, en el bosque, medio desnudas, cortada la ropa y abierta por el centro del cuerpo, boca arriba, pero sin agresión sexual –excepto una–, y con un típico dulce navarro, el txantxigorri, colocado en su pubis, pero en una representación que  simboliza la pureza. El culpable es el basajaun.

En Legado en los huesos vuelve a haber un asesino en serie, pero más que asesino es el inductor de los asesinatos que en un principio parecen ser propios de violencia de género donde el hombre mata a la mujer y después se suicida, pero en todos ellos hay un brazo de las mujeres sesgado y una firma, Tarttalo, dirigido a la, ahora ya, inspectora jefe de homicidios, Amaia Salazar.

Y empecemos con esas singularidades: el basajaun es el guardián del bosque en la mitología vasco-navarra y el tarttalo es un cíclope y por tanto come carne humana. Pero no sólo queda ahí la cosa, aparecen también las belagiles o brujas –una de las niñas asesinadas, por ejemplo–, Mari, la sacerdotisa o dama de la tormenta o el mairu-beso o los huesos del niño muerto no bautizado. Es decir, todos ellos reclamos de una mitología poco conocida, la vasca.

A todo esto hay que añadir elementos históricos poco o nada conocidos, que en algunos casos sirven de excusa para la historia como los agotes o el inquisidor Salazar en la segunda novela, e incluso referencias al Opus Dei y al Vaticano, como ese psiquiatra, el padre Sarasola, que se hace cargo de la madre de Amaia, Rosario, encerrada en un centro psiquiátrico de máxima seguridad. Con ellos enlazamos con la vida familiar de la inspectora “estrella”, porque ambas tramas no existirían sin la presencia de Flora, la hermana mayor, de Amaia, que regenta el obrador de la familia, donde entre otras cosas se fabrican los txantxigorri mencionados anteriormente, muy protagonista en la primera novela y enemiga absoluta de su hermana, o Ros, la mediana, débil, necesitada de ayuda, aunque en la segunda novela sea ella la que se encargue de la empresa familiar. A ellas se une Engrasi, la tía por parte paterna, cuya mayor característica es que echa las cartas y de alguna forma protege a Amaia. Y junto a ellas, todas mujeres, o contra ellas, se añade la madre de Amaia, Rosario, cuya personalidad se puede resumir en una palabra: mala, o con dos: y bruja.

Calle Mercaderes. Pamplona
Foto: Archivo personal
El elemento masculino, menor, viene representado por James Wexford, el marido de Amaia, un escultor más o menos famoso, americano, que se instaló en Pamplona por los san fermines (¡vaya!) y con el que vive allí, justo en la calle Mercaderes. Un marido cuya labor es sostener el exceso de romanticismo de la protagonista. Y en la segunda novela aparecerá el que al principio iba a ser una niña, pero que en el último momento (¡¿la magia buena?!) será niño, Ibai –que traducido del vasco significa río–. A ellos se une toda la caterva de compañeros policías, unos más afines, Jonan e el inspector Iriarte, otros menos, el inspector Montes y Zabala. Con los que tiene encuentros, incluso físico-violentos, a puñetazo limpio, como con Montes. E, incluso, encuentros más físico-sexuales, aunque sin llegar al roce, como con el juez Markina. Pero, ella (¡vaya por dios!) es el “macho alfa”, como dice en algún momento.

Y para envolverlo, el entorno, del bello valle del Baztán, de Elizondo, de la misma Pamplona y sus restaurantes, con sus prestigiosos menús, el Guggenheim en Bilbao que prepara una exposición de James, o las visitas al pueblo medieval de Ainsa en Huesca, donde unos expertos de laboratorio realizan las más modernas pruebas de ADN como en cualquier serie norteamericana actual, porque eso también está en estas novelas. Frente al elemento legendario las tecnologías más novedosas, cómo no.


Y junto a todo eso, si a alguien le puede parecer poco, unimos el uso –que no queremos juzgar– de los mecanismos policiacos. Cuando uno necesita un psicólogo, aparece para hacer un diagnóstico. Cuando uno necesita un análisis de muestras urgente, aparece también quién lo haga sin haber aparecido anteriormente en la novela y sin que vuelva a aparecer. Cuando uno necesita una Glock porque no la lleva encima, se recoge del suelo en el momento justo. Esto entre otras cosas nos encontramos en El guardián invisible. Y en Legado en los huesos recurriremos al descubrimiento casi por sorpresa de que junto a Amaia nació una hermana gemela, cosa que ni por asomo se dejaba entrever en la primera novela o la aparición del inductor, que será, como debería ser, por sorpresa, después de leídas más de quinientas páginas, pero del que no se tiene noticia hasta ese momento, eso pudiera ser algo habitual si no fuese…   

A veces el que los recursos se vean puede ser necesario, depende de la finalidad o de la intención. Otras veces es porque falta bagaje y todavía no se ha aprendido cómo hacer para que no se noten demasiado. Y otras es porque es lo que esperan los lectores o al menos cierto tipo de lectores que se introducen en un bosque para que las ramas no les dejan verlo y así disfrutar de un descubrimiento que no es tal.