No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Contrarreloj, de Eugenio FUENTES




Ya han pasado más de cinco años desde nuestro último encuentro con Ricardo Cupido y seguimos a la espera de una nueva entrega –en enero de 2015 acaba de salir Mistralia. Aquella última novela de la serie es esta de Contrarreloj que comentamos hoy. Una novela que se sale de Breda, el lugar habitual donde se desarrollan los casos de Cupido –aunque también la penúltima, Cuerpo a cuerpo, se escapó de aquel entorno llamémosle extremeño para transcurrir en una ciudad costera del levante español–, y se traslada a un recorrido que sigue los pasos del Tour de Francia, pues ésta, como su título indica, es una novela de las que podríamos llamar deportiva o que tiene al deporte y a sus ejercitantes como los protagonistas de la misma.

Por eso en ella no nos vamos a encontrar el paraje citado de Breda, lugar imaginario del norte de Extremadura creado por su autor, Eugenio Fuentes, que tanto juego e interés da sobre todo en El interior del bosque y ya con algo menos de protagonismo en las dos siguientes, La sangre de los ángeles y Las manos del pianista. Aunque, como en todas ellas, la afición al ciclismo del propio detective, a practicarlo, queremos decir, aquí se enlaza con la propia trama de la novela que tiene al máximo exponente de este deporte, el Tour de Francia, como al gran protagonista, y a esos ciclistas aguerridos, ambiciosos y competitivos al máximo como los elementos clave de la novela policiaca: el asesinado es un ciclista y entre los sospechosos principales también están los rivales ciclistas de éste.
Pero si algo une esta novela a las anteriores de la serie son dos aspectos primordiales: uno los motivos y motivaciones que provocan los crímenes –ahora haremos un repaso sucinto de cada una de ellas– y otra la característica definitoria de Ricardo Cupido como investigador que tiene que ver con la característica clave del estilo novelístico de su autor a la hora de tejer las tramas de las mismas. Así el impulso como investigador de este, “Lo que Cupido sentía –siente– como desafío y como enigma era –es– el sospechoso como sujeto, sus razones, su disposición emocional frente a la víctima, aquello que precisamente no era –es– ni tiempo ni espacio” (Cuerpo a cuerpo, p. 149); es decir, obviando el elemento de las posibles coartadas de los sospechosos, cosa que deja a los detectives oficiales, que en las tramas de Breda suelen ser el teniendo de la Guardia civil Gallardo y sus dos subalternos Andrea y Ortega, Cupido donde pretende llegar es al interior del sujeto, y eso es lo propio del estilo de Eugenio Fuentes en cada una de las novelas, en todas ellas lo que predomina es la demora en la descripción e introspección de los personajes que las componen, el autor se introduce en sus antecedentes, en lo que piensan, en lo que les sucede o les ha sucedido en el pasado, intentando aportar al lector esas razones que cada uno de ellos podrían llegar a tener para ser sospechoso de los crímenes que suceden en las novelas.

De tal manera que en la primera de las novelas citada, El interior del bosque, aparte de conocer la Reserva de El Paternóster y de los picos de el Volcán y el Yunque a través de los paseos ciclistas de Cupido y no ciclistas de otros personajes, también conocemos cómo los celos pueden ser perfectamente el motivo principal que provoque todo el desarrollo posterior y más si la protagonista asesinada, Gloria, una atractiva pintora y galerista, es capaz de provocar ese mismo sentimiento y otros hermanos como la envidia o una admiración mal llevada no sólo en su novio Marcos Anglada sino en otros como el escultor Emilio Sierra o en su socia en la Galería de Arte, Camila, y si a ello añadimos tramas paralelas como la del guarda de El Paternóster, Molina, o la del litigio por los terrenos que lleva durante años Doña Victoria y su hijo adoptivo Octavio Espósito contra la administración, tenemos un entramado donde cada uno de los implicados, éstos y otros más, se nos ofrecen perfectamente retratados desde sí mismos y desde su propia historia.

Los celos, más los otros sentimientos hermanados, nuevamente ocupan un lugar destacado en La sangre de los ángeles. Ahora nos situamos en las disputas por la dirección dentro de un colegio de Breda a consecuencia de lo cual resulta muerto el profesor de Educación Física Gustavo Larrey, a lo que añadimos el extravío de una pistola sin declarar que pertenecía al padre de Julián Monasterio, precisamente el que termina contratando a Cupido por el temor de verse implicado en esa muerte. En la trama se ven mezclados el director saliente del centro Jaime De Molinos, el entrante Luis García Nelson, el jefe de estudios Manuel Corona y la logopeda Rita, antigua amante de este último y amiga de Larrey, e incluso el conserje del centro, el objetor Moisés, que también ha tenido su escarceo amoroso con Rita. También alguien indirectamente implicado será el que contrate a Cupido en la siguiente novela, Las manos del pianista. Precisamente alguien del que lo único que llegamos a saber es eso que es pianista y que además ejerce con esas manos duras, casi encallecidas y hasta deformadas, otro oficio propio para ellas, el de verdugo de animales cuyos dueños se quieren deshacer de ellos. Pero en este caso nos movemos en el ámbito de una empresa constructora en la que uno de los socios se ha caído o le han tirado desde el ático de uno de sus edificios en construcción. Y en ese contexto, donde el poder y el dinero tiene verdadero protagonismo, Martín Ordiales, ha dejado de tener ambos y los implicados, sus socios Miranda Paraíso y Santiago Muriel, a los que se unen su antigua amante la aparejadora Alicia o el capataz de las obras Pavón, incluso antiguos empleados como Tineo o clientes como Juanito Velasco, vuelven a moverse motivados nuevamente por la envidia o el rencor.    


Nos salimos de Breda en la siguiente novela y también dejamos de lado aquellas motivaciones que han movido los hilos en las anteriores tramas, para, en Cuerpo a cuerpo –quizá la novela más compleja y mejor construida, aunque todas mantienen un nivel espléndido–, desembocar en una trama donde lo privado o personal y lo público o profesional se van a ver entremezclados sin saber muy bien qué es lo que ha ocasionado el aparente suicidio del Comandante del ejército Camilo Olmedo. Será su hija, Marina, separada de su anterior marido Jaime, pero ahora enamorada de Samuel, la que contrate a Ricardo Cupido, incrédula ante el suicidio de su padre. Aquí, decimos, se mezcla lo privado, la nueva pareja de Olmedo, Gabriela, que perdió a su hijo adolescente pocos meses antes atacado por un perro, o el causante de la muerte de su anterior mujer, el anestesista acusado de ese error médico, Lesmes Beltrán, y el profesional, todos los compañeros que no están de acuerdo con el cierre del cuartel de San Marcial por el que Olmedo aboga, ya sea el Coronel Castroviejo o los capitanes Bramante o Ucha.

Pero en la que nos ocupa, Contrarreloj, volvemos al motivo que domina toda la serie, el de los celos o el de la envidia de difícil separación, y hasta él indaga Cupido siguiendo las etapas del Tour, bien por la tele, como al principio, bien siguiendo la misma caravana, aunque siempre algunos pasos o tubulares por detrás de los líderes o sospechosos, para descubrir entre ellos cuál ha sido capaz de matar a Tobias Gross –una especie de Louis Amstrong–, el capataz ¿dopado? de los últimos cuatro Tours de Francia. Y así tenemos a la avispa Panal, a Mieses –cuyo director de equipo, Luis Carrión,, antiguo funcionario de prisiones donde le conoció, contrata a Cupido– o al bosnio croata Darko Hamelt entre los ciclistas con motivos para tal hecho, pero también están los que siguen la caravana del Tour, las parejas de los ciclistas, como la ex mujer de Gross, Saba Bay, o la espectacular mujer de Panal, Alejandra, y por supuesto esos médicos ocultos que trafican con sangre dopada como el doctor Galea o el desconocido doctor Román o Romain.

Y como vemos en este recorrido las tramas se vuelven complejas no en sí mismas sino por la normal complejidad de los propios personajes que se nos van presentando trazados con la mano segura del autor y a través de las preguntas de Cupido que indagan menos sobre hechos que sobre razones para acabar admitiendo que casi la única razón es siempre la misma y esa razón en la mayoría de los casos el ser humano es incapaz de domeñar.        





(1) 1993. El nacimiento de Cupido.
(5) 2007. Cuerpo a cuerpo.
(6) 2009. Contrarreloj. Lectura 
(7) 2015. Mistralia. Próxima lectura

1990. Las batallas de Breda. [Cupido, personaje secundario. No pertenece a la serie]

sábado, 20 de septiembre de 2014

Nunca ayudes a una extraña, de J. M. GUELBENZU




En Nunca ayudes a una extraña, la última novela de la serie de la Juez de Primera Instancia e Instrucción Mariana de Marco, el protagonismo de la misma viene compartido por un nuevo personaje, el periodista Javier Goitia, –del que no sabemos si viene para quedarse o no–. Y decimos que comparten protagonismo porque la novela está narrada alternando capítulos en primera persona, los de Javier Goitia, y tercera –aunque habría que añadir los correos electrónicos (que no e-mails, término que no le gusta al autor) que Mariana escribe a su amiga íntima Julia, la arquitecto que ha ido apareciendo en la últimas novelas de la serie y que ahora se encuentra de viaje de negocios en Brasil, correos que vienen a resumir tanto el progreso en la investigación como el progreso en el enamoramiento, como luego veremos–, donde la Juez, continuamos, como en las novelas anteriores, se convierte en el sujeto que mueve los hilos, pero también en el objeto atentamente observado, de ahí esa tercera persona, un narrador externo que constantemente se recrea en la belleza o, mejor, atractivo de esta juez –que vuelve a tener 45 años como en la novela anterior a pesar de haber pasado tres años en la cronología interna de la serie (ver bibliografía abajo)–, como también lo hace y ya desde la primera escena los ojos curiosos de Javier Goitia.

Volvemos a estar en G…, lugar donde ejerce la Juez De Marco, después de aquel viaje un tanto enrevesado por el Nilo que fue la novela anterior, Muerte en primera clase, y volvemos a G… en primer lugar de la mano de Goitia, un periodista de investigación de 54 años que se acaba de quedar sin empleo debido a que su empresa ha cerrado, estamos en el 2004 –en concreto el 1 de julio (hay una errata en la primera página de la novela)– y el periodismo ya no es lo que era. Goitia viene a la ciudad a pasar unos días de vacaciones con su amigo Manolo, que regenta un bar en el centro, y ya desde la estación de Chamartín donde coge el tren sus ojos no pueden dejar de seguir la atrayente anatomía de la Juez.

Pero esa intromisión no será la única, puesto que ya en G… se produce un incidente en el que se ve envuelto, la aparente violación de una mujer, Concepción Ares, y la implicación de Francisco Llorente, el hijo juerguista de una influyente familia de la ciudad. Poco después la misma mujer aparecerá muerta tras haber caído por la terraza de su casa. Una posible violación y un aparente suicidio que instruirá la Juez De Marco.

Y en este contexto J. M. Guelbenzu se vuelve a recrear en el retrato, llamémosle decimonónico, de las familias pudientes implicadas –la alta burguesía otra vez como protagonista, algo muy dado en este autor y también muy típico en las novelas del XIX–, la de Concepción Ares, con su padre, el patriarca Constantino, dominante y altanero, la beata de su mujer Dorinda y de su hijo el cura, más Gonzalito Ares, el otro hermano, vividor sí, pero también el encargado de seguir llevando los negocios de la familia a buen puerto. Por otro la familia del presunto violador, los Llorente, Rufino padre y Rufino Jr., el que se sigue encargando también de los negocios de la familia, pero que como toda buena familia tiene un garbanzo negro en ella, el tal Paco Llorente. Y por último, la tercera en discordia, aunque en menor medida, la familia del marido de Concepción, Tomás Sánchez-Hevia. Un matrimonio de conveniencia, como no podía ser de otra forma.


Las presiones, pues, para que los trapos sucios salgan lo menos posible a la luz, no dejan de llegar a la encargada de instruir el caso o los casos, Mariana de Marco, pero como en las anteriores novelas eso no es más que un incentivo para que ella se muestre aún más independiente. Porque el entorno de los juzgados es el mismo que ya vivimos en El hermano pequeño (ver lectura), sigue estando el juez decano Carbajo, como cierto enemigo de Mariana, y luego su secretario Pelayo y el inspector Quintero, ambos de su parte, y en esta novela, vuelve a aparecer aquel inspector un tanto extravagante, Alameda, que tuvo su protagonismo en Un asesinato piadoso, en este caso cuando la novela se traslada a una ciudad cercana, S… Y eso nos hace detenernos en algo que hemos ido observando a medida que se han sucedido las novelas de la serie, el anclaje cada vez mayor en la descripción de las ciudades, en este caso G… y S…, que aunque el autor no quiera llamarlas por su nombre, quizá llevado por conservar el nombre de la tercera V… –es decir, como ya dijimos en la anterior lectura, la Vetusta de Clarín, otra vez la novela decimonónica como guía– el cariz simbólico de un lugar ficticio pero en el fondo real y existente, que, como decimos, se describe y se muestra cada vez con mayor precisión, en las calles y barrios, en los bares, en los restaurantes, mencionados y descritos, en las playas y paseos marítimos…

Plaza Mayor de G..., donde se sitúa el Hotel
en el que se aloja Javier Goitia

Pero donde de verdad se observa un cambio en la novela con respecto a las anteriores, no es en la trama, que vuelve a estar bien llevada, sino en la injerencia del periodista. Una injerencia en la escritura, ya hemos hablado de esa primera persona que lo pone en paralelo con Mariana en cuanto al protagonismo de la novela y una injerencia en la trayectoria personal de la propia Juez. Mientras en las anteriores novelas Mariana de Marco se ha caracterizado por su predisposición por acercarse a los malos de la película, no sólo en la investigación, que sería lo lógico, sino a introducirse en sus escarceos amorosos en la boca del lobo, por esa atracción al mal o al peligro de la que hablamos en el anterior comentario, ahora eso deriva en un cierto enamoramiento progresivo que se va produciendo a medida que transcurren las páginas de la novela y a medida que se van sucediendo los acontecimientos investigados, investigados por ambos, en un ten con ten, que acaba como tiene que acabar, pero claro no hacia el malo, sino hacia el bueno. Y, quizá, esa chispa que tenían antes las novelas se ha perdido aquí, sustituida por un entontecimiento clásico. Eso sí, el vouyerismo permanece y las escenas donde el cuerpo de Mariana cobra todo su vigor, no dejan de estar, en este caso vistos desde dos puntos de vista, el de siempre, el del narrador que se recrea, más ahora el de los ojos de Goitia ya desde la primera página de la novela.
       





(1) 2001. No acosen al asesino. [La trama posiblemente se sitúa en 1996-97]
(2) 2004. La muerte viene de lejos. [¿1997?]
(3) 2007. El cadáver arrepentido. [El tiempo interno se desarrolla en 1998, aunque hay referencias a todo el desarrollo del siglo XX]
(4) 2008. Un asesinato piadoso. [Se sitúa en 1999]
(5) 2011. El hermano pequeño. [En el 2000] Lectura
(6) 2012. Muerte en primera clase. [En el 2001, justo antes de la 2ª guerra del golfo, que se menciona explícitamente]
(7) 2014. Nunca ayudes a una extraña. [Julio de 2004] Lectura

viernes, 5 de septiembre de 2014

El muñeco de nieve, de Jo NESBØ




La lectura de una cualquiera de las novelas de Harry Hole, independiente, sin seguir el hilo de la serie, entre ellas la que nos ocupa, es absorbente, te atrapa y te lleva, tiene un ritmo ágil y una sucesión de escenas y acontecimientos que van pasando con fluidez, y la intriga, el misterio te hipnotiza con facilidad. Pero cuando lees la sucesión de novelas de la serie, desde las primeras –aún no traducidas– hasta ésta, la séptima, caes, en cambio, en lo ya dicho, en lo repetido, en la copia del esquema, cayendo en que los distintos argumentos en realidad son casi casi el mismo, siempre. 

Snømannen se publicó en su lengua original –noruego– en 2007 y su traducción al español como El muñeco de nieve en 2013. Dentro de la serie de Harry Hole ocupa el séptimo lugar de las diez que ya forman parte de la misma, como hemos mencionado ya. De ellas sólo se han traducido la mitad, cinco de diez, pero para este mismo año se espera una nueva novela de Jo Nesbø, aunque no en la Serie Negra de RBA como hasta ahora, sino en Roja & Negra de Random House: El leopardo –siguiendo la traducción inglesa del título, aunque la traducción del noruego de Panserhjerte sería más o menos “Corazón blindado”–. Aparte de la saga de Hole, el autor tiene editadas dos novelas policiacas independientes, Headhunters, ya traducida al español, y en este año 2014 Nesbø ha publicado Sønnen. Pero para los seguidores de la serie es de agradecer que aparezca una más, prevista para el mes de octubre, que en la cronología de la serie es la octava, quedando por traducir todavía las dos primeras y las dos últimas –ver bibliografía abajo–.

Pero entrando en lo que nos interesa, El muñeco de nieve de alguna forma retoma un tema, el de la búsqueda de un asesino en serie, que ya apareció precisamente en la primera de las novelas de este policía alcohólico, Flaggermusmannen –que traducido el título sería algo así como “El hombre murciélago”, aunque no tenga nada que ver con el famoso Batman–. Ya en esa primera novela, como decimos, ambientada en Sidney –junto a Kakerlakkene (que se traduciría como Las cucarachas), la segunda, que se sitúa en Bangkok, las dos únicas que ocurren fuera de Oslo–, Harry Hole es el encargado de encontrar al asesino de una mujer rubia, Inger Holter, de 23 años y, por supuesto, noruega –de ahí que Hole entre en escena–, y que terminará siendo un asesino en serie de mujeres rubias a las que violará primero y estrangulará después. De la misma forma en El muñeco de nieve la propia trama de la novela alude a esa trágica persecución de The murri, el asesino aborigen australiano.


Pero no es la única repetición que nos vamos a encontrar en las novelas de Hole, ni mucho menos. Podríamos decir, incluso, que todas ellas se basan en una continua y continuada repetición de tics, situaciones, personajes, enredos, borracheras, enamoramientos trágicos o desastrosos y, sobre todo, sospechosos erróneos. Porque al final todo se basa en ir descartando a sospechosos de los que se da por hecho que son los culpables y asesinos, incluso la novela –en realidad las siete de las que vamos a hablar–, tiene un momento donde todo parece que acaba porque ya se ha encontrado al culpable y resulta que al final no, que todo necesita de un reset –que normalmente ocurre cuando ya se llevan transcurridas unas trescientas o trescientas cincuenta páginas de la novela–, un volver a empezar que lo que hace es acumular páginas y páginas a las distintas tramas. Y es que el propio estilo de escritura de Nesbø peca de lo mismo, infinidad de capítulos finalizan con una frase o un párrafo ambiguo que da a entender siempre algo distinto de lo que de verdad es, pero provocando continuamente un cierto suspense, que de tan manido y manoseado termina siendo hasta cierto punto agotador.




Harry Hole es el protagonista y el eje sobre el que giran todas las novelas de su serie. Y tal es así, que según han ido pasando las novelas, el único personaje que queda desde el principio es él. El resto han ido desapareciendo de una forma u otra. Y hablando de los personajes, Harry Hole, que en esta novela ya tiene cuarenta años, pero sigue siendo el mismo que en la primera, apenas ha evolucionado, apenas se ha profundizado en él, desde el principio tiene sus episodios de borrachera, que no dejan de suceder de una novela a otra, y que suelen provocar paradójicamente no el derrumbe sino el esclarecimiento del misterio. En cuanto a los otros personajes, han variado pero al final son también los mismos. Así, Ellen Gjelten, su primera compañera, fue asesinada en Rødstrupe (Petirrojoquizá la mejor de todas con su trama de nazis noruegos, pero después podríamos decir que la sustituyó Beate Lønn, que apareció en la siguiente, Sorgenfri (Némesis), que ocupa un lugar destacado hasta la nuestra, El muñeco de nieve, donde casi ha desaparecido de escena, y donde ha aparecido Katrine Bratt. En cuanto a otros compañeros y jefes, su joven compañero Halvorsen ha tenido el mismo recorrido, más o menos, que Beate Lønn, cayendo en la anterior, Frelseren (El redentor), mientras que su primer jefe Bjarne Møller, ha tenido un lugar destacado, como amigo y salvador de Hole hasta Marekors (La estrella del diablo), pero ya en El redentor se ha medio jubilado en Bergen y allí opta por desaparecer, implicado en el caso del policía corrupto Tom Waaler, inductor del asesinato de Ellen, su primera compañera, y cabeza visible de la trama de corrupción organizada dentro de la propia policía que Hole a lo largo de las novelas ha ido desvelando y que al final ha implicado a su propio jefe Møller, y del actual, Gunnar Hagen, que ya lleva un par de novelas, podríamos decir que tiene una relación ambigua, como no podía ser menos en unas novelas donde todos son sospechosos de algo. Y eso es precisamente lo que las va vinculando unas novelas a otras, a lo que se añade los altibajos amorosos con Rakel Fauke, que apareció en Petirrojo y por ahora no ha abandonado la serie, aunque antes Hole ya tuvo un enamoramiento que terminó malamente en Flaggermusmanenn –la primera de la serie– con la sueca Birgitta Enquist o luego dentro de los bajos con Rakel, alguna escaramuza como en El redentor, pero aquí, en El muñeco de nieve vuelve a escena y de una forma protagonista Rakel y su hijo Oleg, ella porque a pesar de tener una nueva relación que va camino de casamiento con el médico Mathias Lund-Helgesen, no deja de engañarlo con su verdadero amor, Harry Hole.



En fin, que El muñeco de nieve es más de lo mismo, y lo mismo a veces gusta y a veces cansa, depende del momento de la lectura, donde a veces buscas lo mismo porque gusta y a veces necesitas cambiar porque estás cansado de lo mismo. Así es Harry Hole o las novelas de Jo Nesbø, que gustan o cansan dependiendo del momento. Porque en definitiva en El muñeco de nieve nos vamos a encontrar asesinatos cada vez más macabros, sospechosos casi culpables que luego dejan de serlo, el momento alcohólico de Hole que propicia el descubrimiento, la persecución final en este caso con Rakel de protagonista sufriente, como la prueba final que tiene que pasar el héroe y que siempre supera, el castigo del culpable y todos todos los ingredientes típicos de una novela de Hole, como no podía ser menos y que suponemos se repetirán en El leopardo. En octubre lo sabremos. 


El muñeco de nieve (traducción de Carmen Montes y Ada Berntsen), RBA, 2013. 




(1) 1997. Flaggermusmannen.
(2) 1998. Kakerlakkene.
(3) 2000. Rødstrupe (Petirrojo).
(4) 2002. Sorgenfri (Némesis).
(5) 2003. Marekors (La estrella del diablo).
(6) 2005. Frelseren (El redentor).
(7) 2007. Snømannen (El muñeco de nieve). Lectura
(8) 2009. Panserhjerte (El leopardo). Lectura
(9) 2011. Gjenferd.
(10) 2013. Politi