No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.
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sábado, 15 de noviembre de 2014

Los mares del sur, de Manuel VÁZQUEZ MONTALBÁN




Lectura 1 (de Tatuaje a Los pájaros de Bangkok)


Normalmente cuando alguien hace un comentario de nuevo sobre las novelas de Manuel Vázquez Montalbán y en concreto sobre alguna de las novelas de la serie de Carvalho es porque se cumple alguna efeméride. No sabemos por qué, pero esto es así. Es decir, ahora podríamos decir que esta lectura viene al caso porque este año se cumplirían los 75 años de Vázquez Montalbán o los 75 de Pepe Carvalho, porque según los datos que aparecen en las novelas también Carvalho nació en 1939. o –seguimos– se cumplirían los 35 años de la consagración de la serie con la concesión del premio Planeta a esta novela que nos ocupa, Los mares del sur, o… Pero no, no es el caso. Esta lectura no viene al caso de nada. Es simplemente una lectura que se le debía o se le debe a uno de los mejores escritores de novela negra –y no nos limitamos a ninguna nacionalidad–, y en un blog de novela negra no puede faltar, sin más.

Y como este blog tiene la maldita costumbre de leerse o intentar leerse todos los libros de las series correspondientes para intentar encontrar un hilo que los una –que no siempre existe– y porque, si uno empieza una serie, hay algo que le impulsa a no abandonarla –si la serie lo merece, claro–, pues, como no podía ser menos, vamos a intentar llevarlo a cabo con la serie de Carvalho.

Y para esta ocasión, al ser quince las novelas, a las que se uniría esa primera que no es la primera –luego justificaremos por qué decimos esto– de Yo maté a Kennedy y además una serie de cuentos donde el protagonista también es Carvalho, vamos a dividir las lecturas. Así haremos una primera lectura desde Yo maté a Kennedy –sí, la incluimos, aunque sólo sea para descartarla– hasta Los pájaros de Bangkok, es decir –ver bibliografía abajo– hasta la quinta. E intentaremos dedicar tres lecturas más que distribuiremos como sigue: lectura 2: de La rosa de Alejandría a Roldán, ni vivo ni muerto; lectura 3: de El premio a la última, Milenio Carvalho II: En las antípodas; y, por último, intentaremos hacer una lectura global de los cuentos de Carvalho, cuyos volúmenes sueltos detallamos en la bibliografía, aunque ya han aparecido agrupados en alguna edición.


Porque esa es otra, Vázquez Montalbán y en concreto Carvalho ha sido extraordinariamente beneficiado por los dioses de las ediciones, hay muchas, muchísimas ediciones de sus obras, en los últimos años ha vuelto a aparecer otra edición de sus novelas de la serie agrupadas por temática parece ser y, por tanto, si alguien está dispuesto a seguir leyendo a Carvalho no tiene más que recurrir a las librerías de libro nuevo y si es un poquito más ahorrador a las librerías de libros de segunda mano y se encontrará con todo el arsenal de las ediciones de las novelas de Carvalho –personalmente la edición que me gusta es la Serie Carvalho de Planeta, unos libros negros con la foto de Vázquez Montalbán encima del título y fotografías más que contundentes debajo, aunque si no estoy equivocado la serie no se llegó a completar, le faltan los cuatro o cinco últimos títulos–.


Pero empecemos, después de este largo, larguísimo excursus, como si tuviésemos que justificarnos, en fin…

La primera aparición de Carvalho es en Yo maté a Kennedy, como ya hemos dicho, pero aquí ni es detective privado ni es el protagonista y, algo aún más importante, el estilo, mientras las novelas de Carvalho son la típica novela naturalista de serie negra, con sus matices, claro, ésta de Yo maté a Kennedy es una novela experimental muy dada en la época de su publicación dentro de la literatura española, que ya había empezado con la moda allá por los primeros 60 con Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos, pero a las que habría que añadir las de Juan Goytisolo y otros, y ésta misma de Vázquez Montalbán.

Donde sí se inicia la serie es en Tatuaje en la que un Carvalho de treinta y siete años aparece así retratado: “hombre alto, moreno, treintañero, algo desaliñado a pesar de llevar ropas caras de sastrería del Ensanche…”, y posteriormente en diálogo con Teresa Marsé, una de las amantes del asesinado del tatuaje –que luego también aparecerá en Los pájaros de Bangkok– se define como “un ex poli, ex marxista y gourmet”. Y aquí tenemos al Carvalho retratado por sí mismo que aparecerá en sus novelas. Por tanto, ya tenemos lo principal. Pero también está su relación con Charo, una prostituta de clientes fijos que no hace la calle, una relación que mantendrá a lo largo de las novelas, y el trato con su confidente el Bromuro, que también será continuado, pero todavía no con Biscuter, su fiel cocinero y secretario, ex convicto, que vivirá en su oficina de la Rambla de Santa Mónica, pero que aparecerá en la siguiente, La soledad del manager. Sólo nos falta por ahora, el abogado Enric Fuster, el vecino comensal con el que se da esas comilonas impresionantes que también va describiendo a lo largo de las novelas.

La trama de Tatuaje se presenta por la aparición en la playa, desnudo, de un cuerpo de un joven con un tatuaje en la piel y la contratación de Carvalho por parte del gerente de una peluquería para descubrir la identidad de ese joven. Las pesquisas le llevan a otro elemento que es una constante en sus novelas, el viaje, en este caso a Amsterdam, para descubrir los antecedentes de ese joven desconocido –mucho se ha hablado de la serie de Carvalho como la plasmación perfecta de Barcelona, que lo es, pero se obvio que una característica señera de la misma es la presentación de otros lares, como huyendo precisamente de éste–. El viaje, decimos, es algo habitual, aunque ni en La soledad del manager ni en la siguiente, Los mares del sur, se dé explícitamente, aunque sí se da de alguna forma. En La soledad del manager está presente en los flashback, en los recuerdos de la juerga que se corrieron en San Francisco y Las Vegas, Carvalho, cuando aún era agente de la CIA, junto a los dos muertos de la novela, el manager de la Petnay, Antonio Jaumá, y un inspector de la misma, el alemán Rhomberg. Jaumá es encontrado asesinado con unas bragas de mujer en el bolsillo y Carvalho será contratado por la viuda de Jaumá porque no se cree que todo se daba a un asunto de faldas. También el viaje está presente en Los mares del sur, aunque en este caso son dos viajes, uno ideal o idealizado a esas islas maravillosas del sur asiático y otro al barrio periférico de San Magín, realizado precisamente por el constructor del mismo y protagonista muerto que propicia el caso, Stuart Pedrell. Ese viaje, pues, está presente de forma simbólica de múltiples maneras. También aparece en las dos siguientes, si bien en la que sigue, Asesinato en el Comité Central, el viaje es a Madrid, y a las entrañas del que fuera su partido político, el PCE, el partido comunista, para investigar la muerte de su líder, Fernando Garrido, en plena asamblea del partido. Viaje éste al interior político del comunismo español y viaje físico a las calles del Madrid más céntrico. Y, por último, un viaje esta vez no simbólico a Tailandia, en Los pájaros de Bangkok, para encontrar a Teresa Marsé –ya mencionada–, huida junto a su nuevo amante, Archit, un gigoló de Bangkok dedicado al pequeño trapicheo al que se le ha ido la mano, y perseguida por eso por uno de los capos de la ciudad, Jungle Kid.

Al pinchar se observa la Rambla de Santa Mónica,
donde tiene la oficina Carvalho

En fin terminamos este comentario que se ha alargado demasiado, si algo tiene la serie de Carvalho, y Los mares del sur es un exponente excepcional, es su capacidad para trasladarnos, es decir, para dirigirnos, para llevarnos con él, sin que nos demos cuenta o sí –y ahí está la excelencia– hacia territorios físicos, simbólicos, ya políticos o sentimentales ya emotivos e ideológicos que transitamos encantados a pesar de que lo que perseguimos sea quizá lo peor de todo, el dolor que provoca el desvelamiento, y aquí empleamos la expresión en su sentido etimológico de quitar el velo, que es lo que significaba desde los griegos la palabra verdad.       






(0) 1972. Yo maté a Kennedy. [Aparece Carvalho como agente de la CIA]

(1) 1975. Tatuaje.
(7) 1986. El balneario.
(10) 1993. Sabotaje olímpico.
(12) 1996. El premio.


Libros de relatos o relatos donde aparece Carvalho:

1997. "La muchacha que pudo ser Emmanuelle". [Incluido en Cuentos negros, 2011]

jueves, 25 de septiembre de 2014

Contrarreloj, de Eugenio FUENTES




Ya han pasado más de cinco años desde nuestro último encuentro con Ricardo Cupido y seguimos a la espera de una nueva entrega –en enero de 2015 acaba de salir Mistralia. Aquella última novela de la serie es esta de Contrarreloj que comentamos hoy. Una novela que se sale de Breda, el lugar habitual donde se desarrollan los casos de Cupido –aunque también la penúltima, Cuerpo a cuerpo, se escapó de aquel entorno llamémosle extremeño para transcurrir en una ciudad costera del levante español–, y se traslada a un recorrido que sigue los pasos del Tour de Francia, pues ésta, como su título indica, es una novela de las que podríamos llamar deportiva o que tiene al deporte y a sus ejercitantes como los protagonistas de la misma.

Por eso en ella no nos vamos a encontrar el paraje citado de Breda, lugar imaginario del norte de Extremadura creado por su autor, Eugenio Fuentes, que tanto juego e interés da sobre todo en El interior del bosque y ya con algo menos de protagonismo en las dos siguientes, La sangre de los ángeles y Las manos del pianista. Aunque, como en todas ellas, la afición al ciclismo del propio detective, a practicarlo, queremos decir, aquí se enlaza con la propia trama de la novela que tiene al máximo exponente de este deporte, el Tour de Francia, como al gran protagonista, y a esos ciclistas aguerridos, ambiciosos y competitivos al máximo como los elementos clave de la novela policiaca: el asesinado es un ciclista y entre los sospechosos principales también están los rivales ciclistas de éste.
Pero si algo une esta novela a las anteriores de la serie son dos aspectos primordiales: uno los motivos y motivaciones que provocan los crímenes –ahora haremos un repaso sucinto de cada una de ellas– y otra la característica definitoria de Ricardo Cupido como investigador que tiene que ver con la característica clave del estilo novelístico de su autor a la hora de tejer las tramas de las mismas. Así el impulso como investigador de este, “Lo que Cupido sentía –siente– como desafío y como enigma era –es– el sospechoso como sujeto, sus razones, su disposición emocional frente a la víctima, aquello que precisamente no era –es– ni tiempo ni espacio” (Cuerpo a cuerpo, p. 149); es decir, obviando el elemento de las posibles coartadas de los sospechosos, cosa que deja a los detectives oficiales, que en las tramas de Breda suelen ser el teniendo de la Guardia civil Gallardo y sus dos subalternos Andrea y Ortega, Cupido donde pretende llegar es al interior del sujeto, y eso es lo propio del estilo de Eugenio Fuentes en cada una de las novelas, en todas ellas lo que predomina es la demora en la descripción e introspección de los personajes que las componen, el autor se introduce en sus antecedentes, en lo que piensan, en lo que les sucede o les ha sucedido en el pasado, intentando aportar al lector esas razones que cada uno de ellos podrían llegar a tener para ser sospechoso de los crímenes que suceden en las novelas.

De tal manera que en la primera de las novelas citada, El interior del bosque, aparte de conocer la Reserva de El Paternóster y de los picos de el Volcán y el Yunque a través de los paseos ciclistas de Cupido y no ciclistas de otros personajes, también conocemos cómo los celos pueden ser perfectamente el motivo principal que provoque todo el desarrollo posterior y más si la protagonista asesinada, Gloria, una atractiva pintora y galerista, es capaz de provocar ese mismo sentimiento y otros hermanos como la envidia o una admiración mal llevada no sólo en su novio Marcos Anglada sino en otros como el escultor Emilio Sierra o en su socia en la Galería de Arte, Camila, y si a ello añadimos tramas paralelas como la del guarda de El Paternóster, Molina, o la del litigio por los terrenos que lleva durante años Doña Victoria y su hijo adoptivo Octavio Espósito contra la administración, tenemos un entramado donde cada uno de los implicados, éstos y otros más, se nos ofrecen perfectamente retratados desde sí mismos y desde su propia historia.

Los celos, más los otros sentimientos hermanados, nuevamente ocupan un lugar destacado en La sangre de los ángeles. Ahora nos situamos en las disputas por la dirección dentro de un colegio de Breda a consecuencia de lo cual resulta muerto el profesor de Educación Física Gustavo Larrey, a lo que añadimos el extravío de una pistola sin declarar que pertenecía al padre de Julián Monasterio, precisamente el que termina contratando a Cupido por el temor de verse implicado en esa muerte. En la trama se ven mezclados el director saliente del centro Jaime De Molinos, el entrante Luis García Nelson, el jefe de estudios Manuel Corona y la logopeda Rita, antigua amante de este último y amiga de Larrey, e incluso el conserje del centro, el objetor Moisés, que también ha tenido su escarceo amoroso con Rita. También alguien indirectamente implicado será el que contrate a Cupido en la siguiente novela, Las manos del pianista. Precisamente alguien del que lo único que llegamos a saber es eso que es pianista y que además ejerce con esas manos duras, casi encallecidas y hasta deformadas, otro oficio propio para ellas, el de verdugo de animales cuyos dueños se quieren deshacer de ellos. Pero en este caso nos movemos en el ámbito de una empresa constructora en la que uno de los socios se ha caído o le han tirado desde el ático de uno de sus edificios en construcción. Y en ese contexto, donde el poder y el dinero tiene verdadero protagonismo, Martín Ordiales, ha dejado de tener ambos y los implicados, sus socios Miranda Paraíso y Santiago Muriel, a los que se unen su antigua amante la aparejadora Alicia o el capataz de las obras Pavón, incluso antiguos empleados como Tineo o clientes como Juanito Velasco, vuelven a moverse motivados nuevamente por la envidia o el rencor.    


Nos salimos de Breda en la siguiente novela y también dejamos de lado aquellas motivaciones que han movido los hilos en las anteriores tramas, para, en Cuerpo a cuerpo –quizá la novela más compleja y mejor construida, aunque todas mantienen un nivel espléndido–, desembocar en una trama donde lo privado o personal y lo público o profesional se van a ver entremezclados sin saber muy bien qué es lo que ha ocasionado el aparente suicidio del Comandante del ejército Camilo Olmedo. Será su hija, Marina, separada de su anterior marido Jaime, pero ahora enamorada de Samuel, la que contrate a Ricardo Cupido, incrédula ante el suicidio de su padre. Aquí, decimos, se mezcla lo privado, la nueva pareja de Olmedo, Gabriela, que perdió a su hijo adolescente pocos meses antes atacado por un perro, o el causante de la muerte de su anterior mujer, el anestesista acusado de ese error médico, Lesmes Beltrán, y el profesional, todos los compañeros que no están de acuerdo con el cierre del cuartel de San Marcial por el que Olmedo aboga, ya sea el Coronel Castroviejo o los capitanes Bramante o Ucha.

Pero en la que nos ocupa, Contrarreloj, volvemos al motivo que domina toda la serie, el de los celos o el de la envidia de difícil separación, y hasta él indaga Cupido siguiendo las etapas del Tour, bien por la tele, como al principio, bien siguiendo la misma caravana, aunque siempre algunos pasos o tubulares por detrás de los líderes o sospechosos, para descubrir entre ellos cuál ha sido capaz de matar a Tobias Gross –una especie de Louis Amstrong–, el capataz ¿dopado? de los últimos cuatro Tours de Francia. Y así tenemos a la avispa Panal, a Mieses –cuyo director de equipo, Luis Carrión,, antiguo funcionario de prisiones donde le conoció, contrata a Cupido– o al bosnio croata Darko Hamelt entre los ciclistas con motivos para tal hecho, pero también están los que siguen la caravana del Tour, las parejas de los ciclistas, como la ex mujer de Gross, Saba Bay, o la espectacular mujer de Panal, Alejandra, y por supuesto esos médicos ocultos que trafican con sangre dopada como el doctor Galea o el desconocido doctor Román o Romain.

Y como vemos en este recorrido las tramas se vuelven complejas no en sí mismas sino por la normal complejidad de los propios personajes que se nos van presentando trazados con la mano segura del autor y a través de las preguntas de Cupido que indagan menos sobre hechos que sobre razones para acabar admitiendo que casi la única razón es siempre la misma y esa razón en la mayoría de los casos el ser humano es incapaz de domeñar.        





(1) 1993. El nacimiento de Cupido.
(5) 2007. Cuerpo a cuerpo.
(6) 2009. Contrarreloj. Lectura 
(7) 2015. Mistralia. Próxima lectura

1990. Las batallas de Breda. [Cupido, personaje secundario. No pertenece a la serie]

sábado, 20 de septiembre de 2014

Nunca ayudes a una extraña, de J. M. GUELBENZU




En Nunca ayudes a una extraña, la última novela de la serie de la Juez de Primera Instancia e Instrucción Mariana de Marco, el protagonismo de la misma viene compartido por un nuevo personaje, el periodista Javier Goitia, –del que no sabemos si viene para quedarse o no–. Y decimos que comparten protagonismo porque la novela está narrada alternando capítulos en primera persona, los de Javier Goitia, y tercera –aunque habría que añadir los correos electrónicos (que no e-mails, término que no le gusta al autor) que Mariana escribe a su amiga íntima Julia, la arquitecto que ha ido apareciendo en la últimas novelas de la serie y que ahora se encuentra de viaje de negocios en Brasil, correos que vienen a resumir tanto el progreso en la investigación como el progreso en el enamoramiento, como luego veremos–, donde la Juez, continuamos, como en las novelas anteriores, se convierte en el sujeto que mueve los hilos, pero también en el objeto atentamente observado, de ahí esa tercera persona, un narrador externo que constantemente se recrea en la belleza o, mejor, atractivo de esta juez –que vuelve a tener 45 años como en la novela anterior a pesar de haber pasado tres años en la cronología interna de la serie (ver bibliografía abajo)–, como también lo hace y ya desde la primera escena los ojos curiosos de Javier Goitia.

Volvemos a estar en G…, lugar donde ejerce la Juez De Marco, después de aquel viaje un tanto enrevesado por el Nilo que fue la novela anterior, Muerte en primera clase, y volvemos a G… en primer lugar de la mano de Goitia, un periodista de investigación de 54 años que se acaba de quedar sin empleo debido a que su empresa ha cerrado, estamos en el 2004 –en concreto el 1 de julio (hay una errata en la primera página de la novela)– y el periodismo ya no es lo que era. Goitia viene a la ciudad a pasar unos días de vacaciones con su amigo Manolo, que regenta un bar en el centro, y ya desde la estación de Chamartín donde coge el tren sus ojos no pueden dejar de seguir la atrayente anatomía de la Juez.

Pero esa intromisión no será la única, puesto que ya en G… se produce un incidente en el que se ve envuelto, la aparente violación de una mujer, Concepción Ares, y la implicación de Francisco Llorente, el hijo juerguista de una influyente familia de la ciudad. Poco después la misma mujer aparecerá muerta tras haber caído por la terraza de su casa. Una posible violación y un aparente suicidio que instruirá la Juez De Marco.

Y en este contexto J. M. Guelbenzu se vuelve a recrear en el retrato, llamémosle decimonónico, de las familias pudientes implicadas –la alta burguesía otra vez como protagonista, algo muy dado en este autor y también muy típico en las novelas del XIX–, la de Concepción Ares, con su padre, el patriarca Constantino, dominante y altanero, la beata de su mujer Dorinda y de su hijo el cura, más Gonzalito Ares, el otro hermano, vividor sí, pero también el encargado de seguir llevando los negocios de la familia a buen puerto. Por otro la familia del presunto violador, los Llorente, Rufino padre y Rufino Jr., el que se sigue encargando también de los negocios de la familia, pero que como toda buena familia tiene un garbanzo negro en ella, el tal Paco Llorente. Y por último, la tercera en discordia, aunque en menor medida, la familia del marido de Concepción, Tomás Sánchez-Hevia. Un matrimonio de conveniencia, como no podía ser de otra forma.


Las presiones, pues, para que los trapos sucios salgan lo menos posible a la luz, no dejan de llegar a la encargada de instruir el caso o los casos, Mariana de Marco, pero como en las anteriores novelas eso no es más que un incentivo para que ella se muestre aún más independiente. Porque el entorno de los juzgados es el mismo que ya vivimos en El hermano pequeño (ver lectura), sigue estando el juez decano Carbajo, como cierto enemigo de Mariana, y luego su secretario Pelayo y el inspector Quintero, ambos de su parte, y en esta novela, vuelve a aparecer aquel inspector un tanto extravagante, Alameda, que tuvo su protagonismo en Un asesinato piadoso, en este caso cuando la novela se traslada a una ciudad cercana, S… Y eso nos hace detenernos en algo que hemos ido observando a medida que se han sucedido las novelas de la serie, el anclaje cada vez mayor en la descripción de las ciudades, en este caso G… y S…, que aunque el autor no quiera llamarlas por su nombre, quizá llevado por conservar el nombre de la tercera V… –es decir, como ya dijimos en la anterior lectura, la Vetusta de Clarín, otra vez la novela decimonónica como guía– el cariz simbólico de un lugar ficticio pero en el fondo real y existente, que, como decimos, se describe y se muestra cada vez con mayor precisión, en las calles y barrios, en los bares, en los restaurantes, mencionados y descritos, en las playas y paseos marítimos…

Plaza Mayor de G..., donde se sitúa el Hotel
en el que se aloja Javier Goitia

Pero donde de verdad se observa un cambio en la novela con respecto a las anteriores, no es en la trama, que vuelve a estar bien llevada, sino en la injerencia del periodista. Una injerencia en la escritura, ya hemos hablado de esa primera persona que lo pone en paralelo con Mariana en cuanto al protagonismo de la novela y una injerencia en la trayectoria personal de la propia Juez. Mientras en las anteriores novelas Mariana de Marco se ha caracterizado por su predisposición por acercarse a los malos de la película, no sólo en la investigación, que sería lo lógico, sino a introducirse en sus escarceos amorosos en la boca del lobo, por esa atracción al mal o al peligro de la que hablamos en el anterior comentario, ahora eso deriva en un cierto enamoramiento progresivo que se va produciendo a medida que transcurren las páginas de la novela y a medida que se van sucediendo los acontecimientos investigados, investigados por ambos, en un ten con ten, que acaba como tiene que acabar, pero claro no hacia el malo, sino hacia el bueno. Y, quizá, esa chispa que tenían antes las novelas se ha perdido aquí, sustituida por un entontecimiento clásico. Eso sí, el vouyerismo permanece y las escenas donde el cuerpo de Mariana cobra todo su vigor, no dejan de estar, en este caso vistos desde dos puntos de vista, el de siempre, el del narrador que se recrea, más ahora el de los ojos de Goitia ya desde la primera página de la novela.
       





(1) 2001. No acosen al asesino. [La trama posiblemente se sitúa en 1996-97]
(2) 2004. La muerte viene de lejos. [¿1997?]
(3) 2007. El cadáver arrepentido. [El tiempo interno se desarrolla en 1998, aunque hay referencias a todo el desarrollo del siglo XX]
(4) 2008. Un asesinato piadoso. [Se sitúa en 1999]
(5) 2011. El hermano pequeño. [En el 2000] Lectura
(6) 2012. Muerte en primera clase. [En el 2001, justo antes de la 2ª guerra del golfo, que se menciona explícitamente]
(7) 2014. Nunca ayudes a una extraña. [Julio de 2004] Lectura

jueves, 3 de julio de 2014

La playa de los ahogados, de Domingo VILLAR




La segunda novela de la serie del inspector Leo Caldas es esta de A praia dos afogados (La playa de los ahogados), publicada en el 2009, posterior en tres años –ver bibliografía abajo– a su primera novela Ollos de auga (Ojos de agua) en su lengua original y publicadas en gallego por la editorial Galaxia y en español por Siruela. Sigue sin aparecer Cruces de pedra (Cruces de piedra) anunciada ya para el 2012 pero sin publicar todavía y sin noticias de su futura publicación. Nos centraremos, pues, en las dos ya aparecidas y que por sí mismas han propiciado esa ansia de algunos lectores por acceder a la nueva.

Dos son los policías protagonistas de esta serie, el ya mencionado Leo Caldas y su compañero Rafael Estévez, aunque con distinto grado de protagonismo, el primero lleva el peso de los casos y el segundo únicamente sirve de contrapunto; el primero es gallego y el segundo, aragonés, y en ambos la procedencia marca su idiosincrasia. Mientras uno, el aragonés de Zaragoza, tiende a ser directo, pase lo que pase –incluso si hay violencia de por medio–, el otro, como buen gallego –de la misma tierra donde se desarrollan los casos–, prefiere dar vueltas a las cosas y responder a una pregunta con otra pregunta, aunque la respuesta sea evidente. Y el medio, cómo no, está de parte del gallego, porque los otros compañeros, el forense Guzmán Barrio o la experta de la UIDC, Clara Barcia, o los testigos o sospechosos que van saliendo en cada caso también lo son, mientras que el aragonés parece un pez fuera de su pecera.


Dos también, como decimos, son las novelas. En la primera el caso se desarrolla en la ciudad de Vigo, en concreto el muerto, Luis Reigosa, un saxofonista homosexual con unos ojos que describe perfectamente el título de la novela, es encontrado en su piso de la torre de Toralla, en la isla del mismo nombre, y toda la trama se desarrolla en la ciudad pontevedresa. En cambio, la segunda novela se expande a dos pueblos pescadores gallegos, Panxón, al sur de Vigo, que es donde aparece el cadáver ahogado de el Rubio, Justo Castelo, y, avanzando la novela, Aguiño, en cuyas cercanías se había hundido diez años antes el Xurelo, pequeño barco de pesca, que se fue a pique en una noche de tormenta y que se llevó con él a su patrón, el capitán Sousa, pero del que se salvaron sus otros tres tripulantes, entre ellos Castelo.   

Pero ¿qué cambia –aparte del traslado del paisaje, de una ciudad a un pueblo pesquero– de una a otra? o, mejor, ¿qué evoluciona? o ¿cómo evolucionan los protagonistas y las tramas?

En Ojos de agua la intriga está en el presente y tiene que ver con relaciones de pareja donde prima la mentira, ya dijimos que el muerto era homosexual, si bien el motivo de su muerte no está en su orientación sexual sino en una cierta venganza que proviene del engaño y la mentira y de un statu quo que se pretende mantener. Los elementos intervinientes se sitúan en ciertas altas esferas de la sociedad viguesa, tanto económicas como de prestigio.

En La playa de los ahogados el misterio del presente, la muerte que en principio parece un suicidio de Justo Castelo, desvía su mirada hacia el pasado, hacia lo que ocurrió hace diez años cuando se hundió el Xurelo y lo que podría ser también causado por la venganza, como en la novela anterior –un capitán ahogado en circunstancias extrañas y los tres marineros de la tripulación salvados, pero que apenas tienen trato desde que sucedió aquello, a pesar de vivir en el mismo pueblo–, al final tiene que ver con el mantenimiento de la mentira que ya dura tanto tiempo.

Es decir, que por ahí cada caso nos lleva hacia derroteros distintos, como no podía ser de otra forma, pero en ambos el elemento policial, el ir deshilvanando el hilo hasta dar con la solución, está bien llevado, aunque se nota que el final de la primera se nos torna más abrupto, que corresponde a su ritmo un tanto más rápido, mientras que en la segunda todo el tempo en general es más dilatado, más cadencioso, más sosegado, como la vida en el pueblo donde se desarrolla la intriga, y el final, aunque no deja de ser, como corresponde al género, de “te cacé”, los círculos concéntricos que hemos ido dando hasta dar con el punto central son, como decimos, más hipnóticos, más de tiempo detenido.

Torre de Toralla en la isla de Toralla, Vigo
Y a todo eso se añade el distinto valor que cobra el elemento personal. Mientras en Ojos de agua la vida de Leo Caldas apenas nos interesa, salvando el hecho de que aparece semanalmente en un programa de radio, Patrulla en las ondas, por el que todo el mundo lo conoce, como veremos también en la segunda novela, y que, por contra, le disgusta profundamente –no sabemos muy bien cuál es la razón de que salga en antena, ni se nos explica ni se nos deja entrever–, a lo que se añaden las escasas menciones a Alba; en la segunda esa faceta se amplifica con la relación con su padre, ya desde la primera página, cuando están en el hospital para acompañar a su tío Alberto, hermano de su padre, que está ingresado, y se nos va explicando, de forma indirecta las más de las veces, esa relación frustrada con Alba y que es el origen de esa soledad que le caracteriza.    

Como vemos, pues, la segunda novela ha ido ahondando más tanto en el meollo de la trama como en el afuera de lo que rodea al protagonista que es lo de dentro del mismo protagonista, y con ello se ha hecho más consistente, más conseguida, diríamos, eso sin desmerecer a la primera.

Vigo y la isla de Toralla

Panxón, al sur de Vigo, Pontevedra, Galicia
Pero quizá lo que gusta de ambas, en general, es el ámbito donde se desarrollan, tanto el Vigo de la primera como Panxón y Aguiño de la segunda, tanto los escenarios urbanos: la torre de Toralla o la Fundación Zuriaga, de arquitectura moderna, y los bares –el Eligio de Carlos, por ejemplo, donde come y se toma su copa de vino blanco habitual– y los clubs de jazz vigueses –en este caso movido por la trama– donde se mueve Ojos de agua como El Refugio del Pescador, en Panxón, donde van a tomar sus cafés y copas, para entrar en calor, los pescadores de nécoras de la segunda, más el viejo Hermida o el muerto, el Rubio, antes de morir que José Arias –otro de los que se salvaron del naufragio del Xurelo– por donde no aparece, en cambio, el tercero de los salvados, Marcos Valverde, o la lonja, donde se hace la subasta de lo pescado diariamente, o la playa donde aparece el cuerpo de Justo Castelo –recordemos el título de la segunda, La playa de los ahogados–, o el Monteferro y las islas Estelas que circunscriben a Panxón, o el mar, ese mar que se ha tragado y devuelto al marinero muerto y que se tragó también el barco donde trabajó diez años antes y que es el origen de la intriga, y la superstición de los marineros ante un mar que les da todo pero que también se lo quita, a veces, sólo a veces, porque en este caso no es el mar el enemigo, sino el marco perfecto para La playa de los ahogados.





Posible portada

2014. Cruces de pedra (Cruces de piedra). [Prevista para el año pasado para el anterior o para este año u otro año de los venideros]


2010. “El último verano de Paula Ris”. [Relato]

lunes, 9 de junio de 2014

Los cuerpos extraños, de Lorenzo SILVA




Séptima novela de la serie, esta de Los cuerpos extraños, de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, de Lorenzo Silva, que vuelve a su editorial de siempre, Destino, después de su aventura exitosa por el Planeta de la novela anterior. Serie, la de Bevilacqua y Chamorro, totalmente asentada, de la que, claro, no sabemos los títulos que faltan, pero que intuimos que unos cuantos, y lo intuimos por dos razones: una por el asentamiento en su realidad del que gozan los dos protagonistas, como veremos en el propio desarrollo de esta novela, y, dos, porque la propia serie, a medida que han ido avanzando las novelas, se nota asentada también, y se nota porque su pretensión realista a su vez se ha ido afirmando y ahondando, y si en un comentario anterior –ver lectura y recorrido de la serie– hablábamos del carácter minucioso que tenía, eso tiene que ver con su afianzamiento realista con una clara intención de espejo de la sociedad en la que se circunscribe. En lo que sigue intentaremos desarrollar estas dos afirmaciones.

Los cuerpos extraños empieza con una llamada telefónica del jefe directo de Bevilacqua, el comandante Rebollo, anunciándole su próximo caso, en un domingo cuando Rubén, con su hijo Andrés, ya terminando la carrera, están de visita en casa de la madre de Bevilacqua en Salamanca. También, poco después, se nos muestra –y eso es lo raro– y nos enteramos de la relación que mantiene Rubén con una mujer, ni anunciada ni sugerida en novelas anteriores, pero aquí perfectamente ensamblada, y la mujer para más señas es una juez, Carolina Perea, que ya apareció en uno de sus casos, el de La reina sin espejo, donde por primera vez aparece algo así como la vida personal del brigada Bevilacqua. Es decir, todo esto viene a cuento para mostrar cómo el desarrollo individual de los protagonistas toma mucho más cuerpo en estas últimas novelas, no ocupan ni mucho menos el primer plano, no van de ellos las tramas, pero sí nos muestran cada vez más sus taras, sus fallas, de qué pie cojean, hasta dónde llegan o no llegan, cómo se representan a sí mismos en la vida. Y otro tanto ocurre con Chamorro, esto al final de la novela, aunque ya iba anunciado desde su primera aparición en esta obra, y aquí hay un enlace con la novela anterior, La marca del meridiano, porque mientras allí, en una escena final, es Bevilacqua el que en un paseo por una playa barcelonesa le cuenta a Chamorro cómo de rellena lleva su joroba de camello, usando una metáfora de Nietzsche, y que va arrastrando debido a unos amores espurios, aunque más que falsos o engañosos en sí, lo que provocaron fue la mentira y el engaño; ahora, es Chamorro la que se desnuda sentimentalmente, porque también en esta novela que nos ocupa se nos han referido, en este caso nada más que referido, sus últimos frustrados amores con un periodista y ahora, al final, en un viaje relámpago a Nápoles llevados por el caso será Virginia la que muestre a Rubén las razones de ese nuevo fracaso.



El caso, importante y mediático, del que habla la llamada de su comandante Rebollo y que confirma la llamada posterior de su anterior jefe, el coronel Pereira, es el del asesinato de la alcaldesa de un pueblo costero de Valencia, Karen Ortí Hansen, encontrada en una playa, semidesnuda y estrangulada.

Y ya sólo la mención de una muerte así, la de un político, y el escenario, la comunidad española con mayor número de escándalos de corrupción por metro cuadrado, nos sitúa en el meollo del meollo. Y si a eso añadimos una precisión temporal de la que hasta hace poco –más bien diría que sólo en las dos últimas– carecían las novelas de la serie, en este caso el desarrollo de la trama se produce a lo largo del 2013, empieza en febrero y termina poco antes del fin de ese mismo año, como se menciona indirectamente al final de la misma. Con ello, decimos, ese afianzamiento en la realidad, ese pretendido espejo de la misma, se muestra aún más palpable.

Zona de la costa valenciana donde se sitúa la novela

Cuidado, que con ello, no pretendemos decir que el autor –como él siempre recalca al inicio de sus novelas en su advertencia usual– pretenda describir algo que haya sucedido realmente, no. El carácter ficticio o de ficción de las novelas de la serie no está ni mucho menos en entredicho por lo que nosotros estamos comentado, lo que sí afirmamos es esa evolución hacia un mayor asentamiento en la realidad y cada vez más en una realidad todavía más cercana, sólo hay que fijarse en cómo los guardias civiles se comunican por Whatsapp constantemente, como muestra un botón.

La ciudad de las Artes y las Ciencias, Valencia
(un cuerpo extraño)
Los cuerpos extraños termina, como no podía ser menos, explicando el porqué de su título, algo siempre habitual en Silva, en este caso los cuerpos extraños son aquellos que aparecen dentro de un organismo siendo totalmente ajenos a él, es decir, como elementos que no deberían estar ahí, pero están, y hay dos formas de tratarlos, una es intentar extirparlos, que debería ser la opción más eficaz y también la ideal, pero unas veces, ya extirpados, vuelven a reproducirse y otras es imposible hacerlo. Y eso es más o menos lo que ocurre cuando es el poder el elemento dominante, porque el poder te da una serie de “poderes” que hacen, para el que lo ostenta, crearse una coraza casi totalmente irrompible. Otra opción, quizá, sería intentar adormecerlos, es decir, ya que no podemos expulsarlos, intentar por lo menos que nos afecten lo mínimo, pero ¿es eso posible? Cuando hablamos de poder, de elementos de poder –y no queremos acudir a Foucault–, esa opción, creo, está totalmente descartada, cuando se tiene –el poder–, se tiene y se utiliza, y sólo algo o alguien más poderoso tendrá ciertas, no sé si escasas o no, posibilidades de contrapoder, pero siempre en el ámbito del poder.

Y todo esto viene a cuento para comentar el cierre de la misma novela, puede que en la lucha, como a Bevilacqua, nos asciendan a subteniente, pero sólo por la lucha en realidad porque al final al final ganar ganar no se gana, pero al menos, como él pretende y también pretende su compañera Chamorro, a pesar de sus pesares personales o, incluso, por eso mismo, nos mantenemos y nos mantendremos en la lucha, viene a decir. Y en eso estamos, esperando el próximo. 







2004. Nadie vale más que otro. [Cuatro relatos]
2013. "Antes de los dieciséis". [Relato online] 

viernes, 9 de mayo de 2014

La marca del meridiano, de Lorenzo SILVA





Si hay una característica que tengan en común el Brigada de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua y el pergeñador del mismo, autor Lorenzo Silva, esa es sin lugar a dudas la minuciosidad con la que uno se toma y desmenuza los casos y el otro los describe y desarrolla los argumentos. Y esa cualidad se ha ido acentuando a medida que avanzaban las novelas que el primero protagoniza y el segundo escribe, sobre todo a partir de la tercera de la serie. Y a eso se añade el esquema autoimpuesto por el autor de que todas las novelas tengan sus veinte capítulos –aunque en las dos últimas cierre con un epílogo que es otro capítulo más– y que sea precisamente ahí, en el último, donde tanto en el título del capítulo como en el interior del mismo encontremos el título de cada una de las novelas, a veces, incluso, llega al extremo de que ese mismo título aparezca en la última frase de la obra, como ocurre en El lejano país de los estanques, La niebla y la doncella y La reina sin espejo.

Seis novelas hasta ahora –aunque ya está anunciada la séptima de próxima lectura, ver bibliografía– forman la serie del perenne brigada Rubén Bevilacqua y de la sargento Virginia Chamorro, ambos investigadores de homicidios de la unidad central de la Guardia Civil. Seis novelas que suponen dentro de la cronología interna de la serie entre trece y catorce años transcurridos desde El lejano país de los estanques, donde Bevilacqua o Vila, para abreviar y no confundir, tiene 35 años y todavía es sargento, y donde la guardia primera Chamorro es una investigadora primeriza de apenas 24 años, hasta La marca del meridiano donde frisan uno el medio siglo y la otra se acerca al final de la década de los treinta. Y en ese interin, hemos ido conociendo, sobre todo en esta última novela como veremos, las vicisitudes personales de ambos personajes. Rubén, divorciado y con un hijo, aunque de esto la primera noticia que tengamos se produzca en la tercera de la serie, La niebla y la doncella, donde también presenciamos uno de los escasos episodios personales de Virginia, cuando abandona a un violento novio antidisturbios. Porque aunque aparezcan, siempre están en un segundo plano, ya por su escasa vida personal, ambos son tendentes a una vida tirando a solitaria, ya por que lo que en realidad llena su vida son los casos de los que se encargan, que terminan por absorber casi todo el tiempo del que disponen. Y eso tiene que ver con el puesto que ocupan en la unidad central de la Guardia Civil que les obliga a estar dispuestos a desplazarse a cualquier lugar de la geografía española, si es allí donde les reclaman.

Así –y este es otro elemento a resaltar en las novelas–, los lugares también toman un lugar destacado en cada caso, el primero transcurre en Mallorca, aunque la muerta, la bella Eva Heydrich, sea austriaca y a ello se refiera el título de la novela, El lejano país de los estanques –patria de Freud, citado junto a otros psicoanalistas o psicólogos por Bevilacqua, recordemos sus estudios de psicología, antes de ser guardia civil–, pero todo empieza y termina en la isla balear. Allí entre el lujo y la buena vida de los yates y las discotecas mallorquinas, sin olvidarnos de las playas, se desarrolla una trama donde las relaciones de pareja nunca son convencionales, y lo que pudiera en un principio ser un crimen por encargo se convierte al final en una rocambolesca historia de pasiones cruzadas y de casualidad.


El alquimista impaciente, en cambio, transcurre entre cierta zona de la alcarria de Guadalajara, donde hay una Central nuclear, y donde trabaja la víctima, el ingeniero Trinidad Soler, y Madrid. En este caso la doble vida del muerto es el elemento que se va destapando a medida que avanza la novela, y que termina por descubrirnos las malas artes empresariales como las culpables sin escrúpulos a la hora de competir por el euro. También en Madrid y en un pueblo de su provincia, Ciempozuelos, transcurrirá la quinta –y estamos dando un salto–, La estrategia del agua. Quizá es en cierto modo la más anómala, ya que el caso casi está resuelto desde el comienzo, a pesar de que las primeras pesquisas apunten a un asunto de drogas, porque de lo que se trata aquí no es tanto el descubrimiento del malo o la mala, sino de lo injusta que es la justicia y de las trampas que se le pueden poner, y más cuando se trata de un caso de la custodia de un hijo. Quizá sea una novela ideológicamente partidista, no en vano el propio Bevilacqua está divorciado y tiene un hijo, aunque ya cerca de los dieciocho años, pero la minuciosidad que hemos resaltado como la característica más importante de este autor y personaje aquí es llevada al extremo. El caso en sí se resuelve en apenas cinco días, de miércoles a lunes y, en una novela de algo más de 400 páginas, al primer día del caso se le dedican las primeras 182. Pero la muerte, por medio de un asesino profesional, de Óscar Santacruz no quedará impune y su hijo, de tan solo ocho años, vivirá sabiendo quién ha sido el culpable.

Retrocedemos a la tercera, La muerte y la doncella y volvemos a una isla, en este caso canaria, La Gomera, con el contraste entre su zona semidesértica y su selva de Laurisilvas, y nos encontramos con que Bevilacqua tiene que recuperar y resolver un caso que en su día no quedó del todo claro y donde hubo un juicio del que el presunto culpable salió inocente. La muerte de Ivan, un chico de veinte años, hijo de una madre un tanto extravagante, Margarethe van Amsberg, y metido en líos de drogas, se quedó en el aire cuando se exculpó al principal sospechoso, el político canario Goméz Padilla. Pero lo que de verdad nos encontramos en la obra es una trama de corrupción que envuelve a la propia Guardia Civil –motivo, el de la corrupción dentro del cuerpo, que volverá a aparecer en la novela que nos ocupa– y también uno de los escasos escarceos amorosos del irónico Rubén con la cabo Anglada destinada allí, en Canarias, y antigua compañera de Virginia.

Un pueblo zaragozano y Barcelona serán los paisajes que nos encontremos en La reina sin espejo, y será también la novela donde aparecerá por primera vez aquel subteniente Robles, que será el asesinado en La marca del meridiano, pero que aquí simplemente funciona para el reencuentro con su pasado de Bevilacqua ya que estuvo destinado durante tres años en Barcelona y Robles ejerció de maestro y cicerone. Pero en realidad la trama se aleja un tanto de esto, que se desarrollará muy ampliamente en nuestra novela, y nos sumerge en un asunto oscuro de una red de prostitución que sólo se descubrirá muy avanzada la novela y unas relaciones de pareja algo fuera de lo normal, pues la muerta, la presentadora de televisión, Neus Barutell y su marido, el escritor Gabriel Altavella, tienen, estando juntos, unas vidas sexuales totalmente independientes. Y de ahí viene el primer acercamiento al caso que en realidad es un cierto alejamiento. No podemos dejar de destacar las constantes referencias literarias con las que se juega en la obra y que tienen su culminación en el carácter simbólico de Alicia a través del espejo

Decimos que esta novela, siendo totalmente independiente, es como una anticipación de la última –hasta el momento–, La marca del meridiano, porque una serie de personajes se repiten, por ejemplo el mosso d’esquadra Riudavets, y, sobre todo, se desenmascara aquel secreto de la vida personal de Bevilacqua, que aquí está anunciado o, más bien, apenas sugerido. Porque La marca del meridiano aparte del descubrimiento de por qué han matado y antes torturado al ahora ya jubilado subteniento Robles, es el descubrimiento de esa vida pretérita, que le ha hecho como es, de aquel incipiente investigador Bevilacqua por las calles de Barcelona –aunque en el presente la novela también se mueva por La Rioja y Cantabria. Como en una novela anterior, La niebla y la doncella, esta también habla de la corrupción dentro del propio cuerpo de la Guardia Civil, pero sólo como metonimia de la corrupción que dentro de nosotros mismos también se da, un demonio o un animal, como se le llama en la novela, que algunos no pueden dominar y otros sólo mal que bien.

Castelldefels, localidad al sur de Barcelona
donde transcurre parte de la trama.

Por último sólo mencionar dos elementos que no quiero dejar sin comentar, los diálogos se sostienen constantemente por la propia idiosincrasia irónica de Ruben, pero esos diálogos sin un gran interlocutor, Virginia, no se sostendrían y no se sostendría ninguna de estas novelas. Todas ellas están hechas a través de ellos, como así se construyó el Quijote. Por eso, posiblemente, las relaciones de pareja no tienen por qué ser siempre del mismo modo, de ahí que aquí, como no podía ser de otro modo, haya una relación de pareja y como se observa en una de las últimas escenas en una playa barcelonesa, una relación de pareja donde los protagonistas se funden en un abrazo que supone, quizá, que esta sea una batalla ganada y no perdida como aquella última del ingenioso hidalgo.







2004. Nadie vale más que otro. [Cuatro relatos]
2013. "Antes de los dieciséis". [Relato online]