No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.
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lunes, 28 de julio de 2014

El último verano en la isla, de Johan THEORIN




En la primavera y el verano Gerlof Davidsson se traslada de su residencia de Marnäs a Stenvik donde tiene su casa cerca de la costa. Gerlof tiene cerca de ochenta y cinco años y éste posiblemente sea su último verano en la isla de Öland. Así se ha titulado la novela en español, El último verano en la isla, obviando su título original Rörgast en sueco que hace referencia a los túmulos de la Edad de Bronce que tienen cierto protagonismo en la novela. Porque todo empieza con el extraño enterramiento de uno de los Kloss allá por 1930 en el que estuvo presente siendo apenas un adolescente de quince años el mismo Gerlof, pero también alguien más que al poco emigró y ahora ha retornado, setenta años después, a la isla donde nació.

Antes de Rörgast Johan Theorin ha publicado tres novelas más del llamado cuarteto de Öland y cada una corresponde a una estación del año –ver bibliografía abajo–. Skumtimmen (La hora de las sombras), la primera de todas, se publicó en el 2007 y allí se nos presentó una trama que envolvía aspectos misteriosos que tenían que ver más con supersticiones o incluso leyendas de pueblo, y que el propio título ejemplifica, la hora de las sombras, se dice en la novela, es el momento de contar historias espantosas o historias de fantasmas. Pero esa historia es una historia real, la desaparición en 1972 del nieto de Gerlof, Jens, en un día de niebla extrema. Quizá de las cuatro sea la más conseguida y ya en ella se nos muestran las características que van a tener todas ellas. Un elemento de misterio que tiene que ver con la isla de Öland, con algún lugar o localización concreta, las más de las veces, y un desarrollo que nos traslada al pasado, al germen del misterio, y a distintos puntos de vista, a perspectivas distintas desde donde se ve el misterio, confluyendo en el anciano marinero Gerlof, que de alguna forma siempre está metido en cada uno de ellos, bien siendo protagonista, como en la primera, debido a la desaparición de su nieto veinte años antes, bien de una forma más adyacente, como en las tres siguientes, pero siempre mostrando su capacidad reflexiva que le lleva a ver lo que para otros es algo neblinoso con total claridad.

Así en La hora de las sombras el germen tiene que ver con un personaje Nils Kant que se nos muestra como la maldad en persona –la escena del ahogamiento de su hermano Axel, ocurrida allá por julio de 1936, es escalofriante y turbadora–, los puntos de vista van desde el recorrido vital de Kant a la desesperación de Julia, la hija de Gerlof y la madre de Jens, que se traslada a Öland intrigada por su padre, Gerlof, que lleva a cabo ciertas poco profesionales investigaciones con respecto a la desaparición de su nieto, ayudado por sus amigos John y Ernst, y la posterior perspectiva y ayuda –entre comillas– del policía de Marnäs Lennart Henriksson.

En Nattfåk (La tormenta de nieve), abandonamos Stenvik y Marnäs, lugares donde se situaba la primera para subir al nordeste de Öland, a la zona de los faros, Åludden, dos años después de lo ocurrido en la primera, y esta vez nos retrotraemos a 1846, momento de la construcción de la casa donde se van a desarrollar los acontecimientos y que se torna casi en un personaje protagonista más de la trama, casa que se construyó con las maderas provenientes del hundimiento de un carguero cerca de los faros. Allí Katrine, la mujer de Joakim Westin, y madre de Livia y Gabriel, morirá ahogada, pero lo que podría parecer un suicidio o una muerte accidental puede no serlo. Y para ello tomamos la perspectiva de Tilda, nieta de un hermano mayor de Gerlof y recién trasladada a Marnäs como policía de proximidad, y encargada de dar la noticia a Joakim. También tenemos un desarrollo paralelo de tres ladrones, Henrik, por un lado, y los hermanos Serelius, por otro, que se dedican a robar en las casas de veraneo vacías de la isla, que acabarán en la casa de Åludden. Y por último las anotaciones en un cuaderno de la madre de Katrine, Mirja Rambe, que aparecen al principio de los capítulos y nos van narrando las distintas muertes ocurridas en la casa o en los alrededores, ya por tormentas de nieve, como la que se avecina, ya por otras causas, a la que se ha sumado la de Katrine y que añade el elemento misterioso, fantasmal, al argumento.



Blodläge (La marca de sangre) tiene lugar en primavera, y Gerlof decide salir de su residencia en Marnäs para trasladarse a su casa de Stenvik durante algún tiempo, allí se encuentra con nuevos vecinos, que viven en dos mansiones recién construidas y otro, Per Mörner que ahora vive en la casa roja donde vivía el amigo de Gerlof, el escultor de piedra Ernst, muerto en la primera novela. El espacio en este caso es la cantera, ya abandonada, de donde sacaba la piedra Ernst para sus esculturas y que está al lado de la casa de éste y la historia en realidad son dos historias, las de los nuevos vecinos, Vendela, una mujer débil, propensa a la depresión, casada con Max, pero que procede precisamente de Öland, donde vivía con su padre, un antiguo obrero de la cantera, y que nos sumerge en los misterios de las hadas en la que creía de niña y sigue creyendo de mayor; y la de la familia de Per, separado con dos hijos preadolescentes, Jesper y Nilla, ésta enferma de cáncer, y con un padre Jerry, al que apenas ha tratado, con un pasado relacionado con el negocio de las revistas y las películas pornográficas; y por último se añaden los diarios que ha empezado a leer Gerlof de su esposa fallecida hace veinte años, Ella, que nos hablan de su creencia en los trols, enemigos de las hadas, y de su soledad al vivir con un marido marinero. Nuevamente el pasado actúa en el presente –de ahí el título, Blodläge o La marca de sangre, que hasta la piedra de la cantera tiene–, el pasado de Jerry y que afecta a Per, y el desgraciado pasado de Vendela que vuelve al retornar ella a su isla, y por último el pasado de Gerlof en boca de su Ella, que de alguna forma resolverá el misterio.

Borgholm, al norte de Öland, Suecia
En El último verano en la isla estamos a las puertas del nuevo milenio pero todo inicia en 1930 en el enterramiento de Edvard Kloss antepasado de los nuevos Kloss, Kent, Veronica y Niklas, propietarios del Örlandic, un complejo vacacional y turístico, que los convierte en los adinerados del lugar, y que están en pleno Midsommar, el día más largo del verano, con unas colas kilométricas de veraneantes cruzando por el puente que une Kalmar, en el continente, con la isla de Öland para pasar allí las apenas seis semanas del corto verano sueco en busca de fiesta y alcohol. Esta novela es donde mejor se observa la estructura de las novelas de Theorin, cada capítulo muestra el personaje desde donde está contado lo que sucede, y así se van alternando las perspectivas de Jonas, hijo de uno de los Kloss, un muchacho de apenas quince años, amigo de los nietos de Gerlof, que se encuentra con un barco fantasmal con una tripulación fantasmagórica en plena noche; la del Retornado, Aaron Fredh, emigrado a la Unión Soviética en los años treinta y que allí será Vladímir Yegerov, y que nos narra sus vicisitudes en ese país hostil y el regreso a su isla y su ansia de venganza; la de Lisa, una disk jockey con dos caras, y que es una perspectiva que mira desde fuera y que se encuentra dentro de algo sin esperarlo; y, por último, la de Gerlof, que decide pasar unas semanas fuera de la residencia, quizá sus últimas semanas de vida, que une sus recuerdos a su extremada curiosidad para encontrar el origen de lo que está sucediendo ese verano en la isla.



Cuatro novelas muy bien construidas en un entorno entre ficticio y real –el propio autor nos dice que algunas localizaciones, Stenvik, por ejemplo, no son reales pero sí basadas en lugares de Öland–, con unas historias donde se mezcla lo misterioso –que tiene que ver con las leyendas propias de los pueblos– y la intriga de lo que sucede en el presente, y que a su vez nos remonta al pasado como clave para resolver ese misterio y esa intriga y con un investigador, que además es un contador de historias, Gerlof Davidsson, un octogenario, antiguo marinero jubilado, y que rompe todos los esquemas de lo que es el prototipo preponderante. Eso es lo que nos encontramos cuando nos sumergimos en el cuarteto de Öland, unas historias policiacas contadas por un octogenario como si fuesen historias de fantasmas, pero sin fantasmas.   






(1) 2007. Skumtimmen (La hora de las sombras). [Otoño]
(2) 2008. Nattfåk (La tormenta de nieve). [Invierno]
(3) 2010. Blodläge (La marca de sangre). [Primavera]
(4) 2013. Rörgast (El último verano en la isla). [Verano] Lectura

lunes, 7 de julio de 2014

Celda número 8, de Anders ROSLUND & Börge HELLSTRÖM




Las novelas de Anders Roslund y Börge Hellström son novelas con mensaje. No son propiamente policiacas y sí lo son. En todas ellas la investigación dirigida por Ewert Grens y llevada por su grupo es parte protagonista, pero no la única y no la más protagonista, sino que el otro elemento, incluso, se convierte en el vértice y parte vertebradora, todo el entramado de las historias parten de este otro elemento, las historias se construyen no para que al final Grens y los suyos triunfen y sean los mejores policías, no, eso apenas tiene valor ni para ellos ni para las tramas, no: todo el entramado está construido para denunciar algo, como iremos viendo al analizar sus novelas. Y ese elemento, el de la denuncia, el del mensaje que trasladan las novelas, es lo que las diferencia.

Y podemos decir que esa característica procede de dos factores principalmente, uno, de la historia propiamente dicha de la novela policiaca sueca, de la buena, la que parte de los pioneros del género allí, la del comisario Beck de la pareja Sjöwall & Wahlöö –ver lectura, y, por otro lado, proviene del periodismo –recordemos que uno de los integrantes de esta otra pareja, Roslund, es periodista, el otro, Hellström es un exdelincuente metido en la lucha por la reinserción de expresidiarios–, del carácter investigador del periodismo, de la investigación que culmina en la denuncia, en la denuncia de lo que no debería ser pero es. Y eso es lo que al final las novelas de Roslund y Hellström consiguen: denunciar.

Pero ese fin último no desmerece y ni mucho menos destruye el carácter novelístico de las novelas, ni mucho menos, todo lo contrario, es decir, aunque esa finalidad esté ahí y no se puede dejar de presenciarla, las tramas, los argumentos, el ritmo –una característica que ya destacamos en la lectura que hicimos en su día de Tres segundos– el ensamblaje entre los dos lados, el de los investigadores y el de los investigados, esto es, la conjunción entre ambos está tan bien construida, la propia estructura, el retrato de los personajes, los finales que no tienen por qué desembocar en lo obvio, aunque confluyan hacia lo que nos tememos, en fin, todo el conjunto nos da unas tramas poco menos que perfectas.

Edward Finnigans upprättelse –algo así como “La reparación de Edward Finnigan”, aquí traducida como Celda número 8, siguiendo el título de la traducción en ingles–, es la tercera novela en la cronología de la serie del comisario Ewert Grens –como vemos en la bibliografía de abajo– pero la cuarta que aquí se traduce de estos dos autores. Y quizá, solo quizá, no es la mejor de todas ellas, luego analizaremos el porqué, pero, como el resto, presenta todas las características positivas que hemos enumerado anteriormente.

La serie empezó con Odjuret (La bestia), una novela que describe la devastación, el sinsentido que provoca en un ser humano, primero, y en una sociedad, después, el ataque sexual y brutal a los niños, en este caso a niñas de apenas cinco años, hablamos de Marie, la hija de Fredrik Steffansson, aunque la novela se inicia con la descripción del flirteo del pederasta Bernt Lund con dos niñas de unos nueve años, Maria e Ida, y su posterior sodomización y asesinato. Y continúa con la persecución de este pederasta antes de que vuelva a hacerlo, como inexorablemente ocurrirá.

Aunque parte de su desarrollo posterior nos sumerge en el mundo de la cárcel y las relaciones poco menos que conflictivas entre los presos –ya hemos comentado el pasado de uno de los autores, Hellström–, aspecto que también será tratado en Tre sekunder (Tres segundos) –ver lectura– recuperando personajes como el aquí ya director de la cárcel de Aspsås, Lenart Oscarsson, o donde aparecen otros que luego tendrán más protagonismo en siguientes novelas, como el drogadicto Hilding Oldéus o Jochum Lang –ligado a la historia personal de Grens–, que aparecerán en la segunda, Box 21 (Estocolmo, Estación Central).

Como vemos, personajes y ambientes que pretenden aportar ese grado de realidad o verosimilitud que perfectamente está conseguido en todas las novelas, excepto posiblemente en la que nos ocupa.


Porque tanto en Estocolmo, Estación Central, que trata del tráfico de mujeres para la prostitución desde los países bálticos hacia Suecia o en Tres segundos donde el tema se centra en los infiltrados de la policía dentro de las mafias, en este caso, de tráfico de estupefacientes, que también provienen de países del Este europeo, como Polonia, en ambos, decimos, la denuncia es evidente: uno, la facilidad y la vista gorda con la que se actúa cuando de prostitución estamos hablando y otra la utilización de personas sin ningún escrúpulo por parte de las autoridades y saltándose todas las reglas del estado de derecho que hagan falta simplemente con el argumento de que es necesario para proteger a la sociedad. Pero, con todo, el resultado no deja de impactarnos.

En cambio, en Celda número 8, que también se mueve en el ambiente de la cárcel, hay algo que no nos termina de encajar, y es posiblemente el ámbito extraño, ajeno, diríamos, en el que se mueve, el del corredor de la muerte en la cárcel de Marcusville en Estados Unidos. Porque esta novela que se inicia con una agresión de John Schwarz a Finn Ylikoski dentro de un Ferry durante la travesía con destino Estocolmo y que deriva en el encarcelamiento y posterior descubrimiento de que este John Schwarz en realidad no existe y tiene una documentación falsa, nos traslada hacia un terreno que se nota que no es el propio, y es un terreno que la novela debe transitar porque la intención precisamente es denunciar la pena de muerte, el ojo por ojo que impera en algunas naciones que llamamos civilizadas.

Sede del edificio de la policía en Estocolmo

Y es esa venganza, que ya apareció en La bestia, en nombre de Fredrik, el padre de la niña de cinco años, o en Estocolmo, Estación Central, a través de Lydia Grajauskas, la prostituta brutalmente apalizada por su chulo, y que, perdida su propia identidad, decide acabar por esa misma vía, es, decimos, el elemento que explica precisamente la instauración de la pena de muerte en algunas sociedades, como el justo castigo que según Edward Finnigan se merece el presunto asesino de su hija de diecisiete años, pero que les saca a estos autores de su medio natural, podríamos decir.

Vista de Södermalm, Estocolmo
Foto: Archivo personal
Y si a eso añadimos ese plan tan perfectamente diseñado, pero un tanto inverosimil, y, en el final, hasta rocambolesco, del funcionario de prisiones Vernon Eriksen con el que termina la novela, entonces nos damos cuenta de que esta, la tercera de la serie, quizá sea la más floja de todas.

Pero hasta aquí no hemos hablado de los personajes: el extraño inspector, Ewert Grens, anclado en el pasado, en el accidente que dejó a su pareja Anni en un estado de daño neurológico severo y permanente; ni de Sven Sundkvist, siempre a la estela de Grens, más sensible, cuyos cumpleaños siempre se ven enturbiados por algún caso; o la jóven Mariana Hermansson, que aparece a partir de la segunda novela y que será la única que de alguna forma venga a modificar en algo el comportamiento de Grens; o de otro de los habituales, el fiscal Lars Ågestam, tan distinto al comisario, que genera los conflictos que los distancia, aunque se necesiten, como en el final de Tres segundos. Y no lo hemos hecho precisamente porque su presencia no entorpece la visión del otro lado, el del conflicto, el de la historia paralela que construye la trama, porque estos personajes la acompañan sin desmerecerla, no ocupan su protagonismo, están al lado, para desvelarla y para mostrarla en su justa medida, porque de eso es de lo que se trata.






2004. Odjuret (La bestia).
2006. Edward Finnigans upprättelse (Celda número 8). Lectura
2007. Flickan under gatan.
2009. Tre sekunder (Tres segundos). Lectura
2012. Tva soldater. Próxima Lectura

miércoles, 26 de febrero de 2014

La mujer del lunar, de Håkan NESSER



¿Cuáles son las razones habituales para cometer asesinatos? ¿Cuáles son las razones que luego se convierten en pulsiones, las pulsiones que te obligan, que te fuerzan, que te manejan de tal forma que ya no eres tú, o eres tú pero con otro comportamiento, un comportamiento guiado por una mente que ya no es la tuya, sino una mente dominada por pulsiones que son más fuertes que las razones en contra, las pulsiones que te obligan a matar. Podríamos citar algunas, no son muchas, no son todas, pero una es la venganza, como en Kvinna med födelsemärke (La mujer del lunar) o en Borkmanns punkt; otra los instintos sexuales, desmedidos, depravados, como en Det grovmaskiga nätet (La tosca red) o Kommissarien och tystnaden; y otra puede ser lo anterior mezclado con la envidia, como en Återkomsten. Es decir, casi exclusivamente nos quedaríamos con dos pulsiones: el sexo y el sentimiento de venganza.

Håkan Nesser no ha sido un autor favorecido por las ediciones en español. Apenas se han traducido dos novelas de la serie del comisario Van Veeteren –de la que incluso hay serie televisiva y apenas ninguna de la nueva serie de Barbarotti. ¿Por qué? No lo sabemos, no sabemos cuáles son los elementos de decisión editoriales que llevan a publicar a tantos autores nórdicos y desechar a otros. En este caso al menos no se han dejado influenciar por la calidad de las obras, ya que por esa razón Nesser debería haber sido algo más favorecido.

La serie del comisario Van Veeteren, los diez libros, se escribieron en la década de los noventa del siglo pasado –como más o menos por las mismas fechas que el tan aclamado Wallander de Mankell–y primeros años de este siglo, siendo el primero de 1993 y el último de 2003, esto es, diez libros en diez años y serie completa; mientras que los de Barbarotti se están publicando en los últimos años y su autor ya ha anunciado los dos que le quedan para completar la serie. Pero de este último no vamos a hablar pues en español no existe ningún conocimiento de él, nos centraremos en Van Veeteren, aunque no nos ceñiremos a las dos únicas traducidas hasta la fecha. (En una primera lectura hablaremos de las cinco primeras y dejaremos las otras cinco restantes para una lectura posterior y así tener una visión completa de la serie.)

9788490060544Det grovmaskiga nätet fue su primera novela de la serie, de la que sí hay traducción (La tosca red cuyo título alude a esos hilos que te atrapan y no te dejan escapar). Ewa Ringmar es encontrada muerta en la bañera de su casa. Su marido Janek Mitter, quien la encuentra, es acusado y condenado. Tanto Mitter como Ewa son profesores en el mismo instituto Bunge en Maardam –ciudad ficticia no situada en Suecia sino en una especie de país centroeuropeo que pudieran ser los Paises Bajos como el nombre del protagonista pudiera indicar, pero otros elementos, los nombres de las calles, ciertos paisajes urbanos y no urbanos, los nombres de los otros personajes, etc., tampoco nos llevan a identificarlo claramente–. Las apariencias incriminan a Mitter e incluso su actitud y, ante todo, su pérdida de memoria del momento, fue una noche de borrachera y sexo con su mujer, no ayudan. Sólo cuando, ya ingresado en un centro psiquiátrico, es encontrado también asesinado, las cosas, la investigación toma un nuevo rumbo. Y ahí es donde aparecen la intuición de Van Veeteren y el trabajo de su equipo de investigación, más lo primero que lo segundo. Porque es en la búsqueda de los antecedentes, de lo ocurrido previamente al suceso, pero no sólo de lo inmediato al hecho sino de la trayectoria vital del personaje, en este caso de Ewa, en ese misterio que es una vida es donde se encuentran los hechos, los determinantes que han llegado a desembocar en el suceso en sí. Y es en ese silencio, en eso no dicho, que se convierte en lo desconocido por conocer, es donde hay elementos en común con la quinta novela de la serie, Kommissarien och tystnaden –traducido sería El comisario y el silencio–, cuyo título no puede ser más explícito en ese sentido. En esta novela la trama se aleja de Maardam y se desplaza a Sorbinowo, zona de campamentos de verano, donde se ha instalado la secta o iglesia de La Vida Pura, cuyo líder o Mesías es Oscar Yellinek. Van Veeteren, justo unos quince días antes de empezar sus vacaciones en Creta, es llamado para ayudar porque han desaparecido no una sino dos niñas de unos trece años y que pertenecen a esa congregación. Lo que se encuentra el comisario al llegar es el silencio de todos, no sólo de Yellinek, sino también de sus tres, llamémoslas, mujeres y de todas las otras niñas que estaban en el campamento junto a las dos desaparecidas. Y ese silencio que forma parte de esa vida retirada y que es una especie de protección frente al Otro Mundo de los que pretenden La Vida Pura, también es un muro con el que se topa la investigación de las desapariciones. Sólo cuando se encuentran los cadáveres de las niñas desnudas, violadas y estranguladas, los acontecimientos empiezan a avanzar y la causa a aparecer. Y con ello el elemento sexual como motivación de los hechos comporta mayor preponderancia. 


Como lo tendrá en Återkomsten –algo así como La reaparición o El resurgimiento–, tercera de la serie, aunque matizado con cierta dosis de envidia como motivo concomitante. En esta novela todo comienza con la aparición de un torso sin cabeza ni extremidades y cuya identificación no se produce hasta pasadas las primeras cien páginas de la novela. El asesinado es Leopold Verhaven (apellido claramente belga), un exitoso atleta de medio fondo hasta que se descubre que se dopaba, que después fue condenado en dos ocasiones, en 1962 por el asesinato de su pareja de entonces Beatrice, y en 1981 por lo mismo y en las mismas circunstancias, pero entonces será Marlene. Y justo al día después de salir de la cárcel, una vez cumplida su segunda condena, él a su vez también es asesinado. La novela se mueve entre ciertos flashbacks, la lucidez de pensamiento de Van Veeteren y las pesquisas de Münster y Rooth.

Las causas siempre vienen del pasado y aunque matizado por algún otro motivo –en las dos siguientes hablamos de venganza– el componente sexual está presente. En Kvinna med födelsemärke –cuya traducción española titula La mujer del lunar, aunque podríamos decir que födelsemärke alude más a una marca de nacimiento que en este caso es más bien psicológica que física– es una violación y en Borkmanns punkt un cierto maltrato psicológico y una degradación física. En La mujer del lunar los hechos que ocasionan los asesinatos ocurrieron hace treinta años, mientras que en Borkmanns punkt –que traducido significa El punto o El momento de Borkmanns, siendo Borkmanns el policía que formó a Van Veeteren, y que con ello se alude, como explicita la novela, al momento en la investigación cuando el conocimiento de los hechos ya es suficiente, el punto en el cual, por más información nueva que se sume, ya no es necesaria para desentrañar el asunto, el momento en el que el pensamiento (o la intuición) te dice click, ya está–, repetimos, mientras que en Borkmanns punkt todo ocurre unos años antes y todo se desencadena cuando los que cometieron los hechos vuelven a la misma ciudad tiempo después y más o menos a la vez. En ambos la venganza se lleva a cabo, y las investigaciones de Van Veeteren y sus compañeros siempre van un paso por detrás, incluso en La mujer del lunar –de la que no conseguimos saber el nombre–, como se dice en la novela, el círculo se completa, lo que ocurrió hace treinta años tiene su culminación en el presente a través de esa venganza, la causa que motivó el efecto al final sucumbe a manos de ese efecto.

En fin, Nesser ha creado un personaje peculiar, chistoso a veces, algo extravagante también, enfermo de cáncer de intestino, que será operado con éxito en Återkomsten, separado de Renate y con dos hijos, Jess, que ya le ha dado nietos –más cerca de los sesenta que de los cincuenta, y Erich, en la cárcel, y con amigos como Mahler con el que juega al ajedrez, bebe vino y escucha música clásica; y alrededor ha ido sumando otros policías como Münster, con el que juega al Bádminton y siempre pierde, y que luego tendrá mayor protagonismo en la sexta novela de la serie, Reinhart, que fuma en pipa y en La mujer del lunar encuentra a su pareja ideal, Jung y Heinemann, Rooth y deBries, o Ewa Moreno, que también protagonizará la octava. A ellos se suma Hiller, como el inspector jefe de todos, cuyo despacho parece más bien un jardín botánico. Pero todo se vertebra a partir de Van Veeteren y sus investigaciones cual psicoanalista hacia el pasado y que desembocan siempre como en el psicoanálisis en una sexualidad mal llevada.






1993. Det grovmaskiga nätet (La tosca red). [TV]
1994. Borkmanns punkt. [TV]
1995. Återkomsten. [TV]
1996. Kvinna med födelsemärke (La mujer del lunar). [TV] Lectura
1997. Kommissarien och tystnaden. [TV]
1998. Münsters fall. [TV]
1999. Carambole. [TV]
2000. Ewa Morenos fall.
2001. Svalan, katten, rosen, döden. [TV]
2003. Fallet G. [TV]

martes, 26 de noviembre de 2013

Huesos en el jardín, de Henning MANKELL



Händelse om hösten (Huesos en el jardín) es la última novela de Kurt Wallander, pero ni es la última ni es propiamente una novela, aunque sí que nos encontramos de nuevo con Wallander y con su hija Linda, pero tampoco con un caso propiamente dicho.

Empecemos. Sí es la última novela publicada de Kurt Wallander escrita por Henning Mankell traducida al español, aunque ni por su cronología externa, fue publicada por primera vez en el 2004 en Holanda, ni por su cronología interna es la última. Si tenemos en cuenta el orden temporal interno de toda la serie de Wallander, la que nos ocupa estaría situada entre Brandvägg (Cortafuegos), cuyos acontecimientos se sitúan entre octubre y noviembre de 1997 y la última novela de la serie, Den orolige mannen (El hombre inquieto), que se desarrolla una década después, entre enero del 2007 y mayo del 2010, aunque entre Cortafuegos y Huesos en el jardín podríamos introducir la única en la que el personaje principal es Linda Wallander, la hija de Kurt, que protagonizó Innan frosten (Antes de que hiele), siendo su padre un personaje secundario, y que se sitúa en su cronología interna entre agosto y noviembre del 2001 y que a su vez fue publicada en el 2002.

Y no es una novela porque en realidad es una nouvelle, es un relato largo de algo más de cien páginas que ni por asomo se acerca ni en extensión ni en complejidad al resto de la serie, donde priman novelas de ritmo pausado, muy prolijas en la descripción de los acontecimientos, pero también de los estados de ánimo, sobre todo del protagonista y, como decimos, con una complejidad en el desarrollo de las tramas que ni por asomo encontramos en ésta.

Pero lo que nos complace de ella es que rellena un poco la laguna de unos diez años entre los acontecimientos de Cortafuegos situados en 1997 y los del fin de la serie en El hombre inquieto que empieza su andadura en enero del 2007.

Y en ese interin, Wallander ha decidido por fin mudarse de su piso del centro de Ystad en la calle Mariagatan a una casa con jardín en las afueras y también ha decidido tener perro. Y como su compañero Martinsson lo sabe, le ha ofrecido una casa de un familiar de su mujer que ya es demasiado mayor para vivir allí y en donde Wallander en una primera visita se va a encontrar con unos huesos enterrados en su jardín que provocarán el desarrollo de su trama. Y donde Wallander empieza a plantearse una serie de cuestiones personales que tienen que ver con el paso del tiempo y la proximidad de la vejez, que es precisamente la excusa principal de El hombre inquieto.

Porque El hombre inquieto se puede leer en dos vertientes, como en general toda la serie. Una, la de la investigación, en este caso una investigación más o menos personal de la desaparición de los suegros de su hija Linda, primero la del suegro Hakan von Enke, un antiguo capitán de fragata de la armada sueca, ya retirado y que acaba de cumplir setenta y cinco años y después la de su mujer Louise, profesora de alemán y antigua saltadora de natación, unos años más joven que su marido. Y esas desapariciones derivarán en una trama de espionaje, donde se ven envueltas las dos grandes potencias de la guerra fría y que tiene como centro las profundidades de las aguas territoriales suecas y sus escudos estratégicos de defensa. Y cuya metáfora son los submarinos de unos y otros que surcan esos mares en una suerte de trayectorias ocultas que semejan la de los espías, ya soviéticos o del bloque del este ya norteamericanos u occidentales, que actúan en Suecia bajo una apariencia que sólo Wallander puede llegar a desenmascarar.

La otra vertiente es la personal, la de la vida de Kurt, la del declive, podríamos decir, de cómo uno mismo se va dando cuenta y a su vez se va ocultando a sí mismo esa deriva del cuerpo hacia un descampado al que no queremos llegar. Porque al Wallander ya diabético se le suma el Wallander con lagunas de memoria, el Wallander que olvida su arma reglamentaria en un restaurante, el Wallander que pierde la noción de dónde se encuentra, el Wallander que se va metiendo en ese agujero repleto de sombras, de intervalos vacíos, de huecos, que al final derivarán en un enorme espacio oscuro que será el Alzheimer.


Y en eso Henning Mankell es especialista y quizá lo que ha llevado a la serie de Wallander a su gran éxito, pues siendo novelas policiacas, lo que las caracteriza es precisamente ese desarrollo del mundo interior del protagonista, de su trayectoria vital, pero no como un ser excepcional que desentraña casos misteriosos, sino como un simple policía de Ystad, una pequeña ciudad en la región de Escania, al sur de Suecia, con cierta tendencia a la soledad, separado de Mona, la madre de su hija Linda, con apenas algún escarceo amoroso como el de Baiba en Hundarna i Riga (Los perros de Riga) –que por cierto en El hombre inquieto termina muriendo ya enferma de cáncer, porque esta novela es en cierto modo un colofón donde se cierran o intentan cerrar todos los cabos sueltos que se han ido dejando a los largo de todas las novelas de la serie–, con sus relaciones conflictivas con estas mujeres o con su propio padre, el pintor de un único motivo, ya muerto también en otra de las novelas, aunque siempre presente en su mente, y con sí mismo, en diálogo constante consigo mismo y con sus miserias, que no dejan de ser las miserias de todos.     

En resumen, Huesos en el jardín es una nouvelle de lectura fácil y reencuentro ansiado con Wallander, en un momento intermedio antes de su declive final, pero que a sus lectores habituales se les debe hacer corta, acostumbrados a otro ritmo y a otras anchuras. Es como una pequeño punto de luz en esa década perdida de Wallander, porque después de ocho novelas, desde Mördare Utan ansikte (Asesinos sin rostro) hasta la ya mencionada Cortafuegos, una por año, que ocupan casi entera la década de los noventa, más un libro de relatos, Pyramiden (La pirámide), que habla de la prehistoria de Wallander, en la década posterior, la de los años dos mil, nos tenemos que contentar con una novela donde la protagonista es su hija, con la novela colofón de El hombre inquieto y con esta pequeña pildorita para nuestra ansiedad de Wallander que es Huesos en el jardín.






1991. Mördare Utan ansikte (Asesinos sin rostro). [Enero-agosto de1990]
1992. Hundarna i Riga (Los perros de Riga). [Febrero-mayo de 1991]
1993. Den vita lejoninnan (La leona blanca). [Abril-junio de 1992]
1994. Mannen som log (El hombre sonriente). [Octubre-diciembre de 1993]
1995. Villospar (La falsa pista). [Junio-septiembre de 1994]
1996. Den femte Kvinnan (La quinta mujer). [Septiembre-diciembre de 1994]
1997. Steget Ester (Pisando los talones). [Junio-octubre de 1996]
1998. Brandvägg (Cortafuegos). [Octubre-noviembre de 1997]
2004. Händelse om hösten (Huesos en el jardín). [Octubre-diciembre de 2002] Lectura
2009. Den orolige mannen (El hombre inquieto). [Enero de 2007-mayo de 2010]

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1999. Pyramiden (La pirámide). [Relatos de la juventud de Wallander. Entre 1969 y 1990]
2002. Innan frosten (Antes de que hiele). [La protagonista es Linda, la hija de Kurt Wallander. Él aparece de forma secundaria. Agosto-noviembre de 2001]

miércoles, 28 de agosto de 2013

Hasta la cima de la montaña, de Arne DAHL

Acaba de salir recientemente en español la tercera entrega de la serie del Grupo A: Upp till toppen av berget (Hasta la cima de la montaña) –sólo tres de once y toda la serie va con más de una década de retraso respecto a su sueco original–. 

Y ha dado tiempo en sólo tres actos a que los actores que conforman el Grupo A se unan, se separen y se vuelvan a unir, como ocurre en esta última. La excusa es un caso con muchos testigos que no son tales pues están implicados en otro caso mucho más complejo y ramificado que envuelve a una facción de neonazis, a una red de narcotraficantes procedentes de la antigua Yugoslavia y a pedófilos sin miramientos ni para sus propios hijos. Es decir una trama compleja que se va extendiendo a medida que los siete antiguos componentes del Grupo A se van agregando a la investigación. La frase simple, el párrafo corto, el ritmo ágil vuelven a dominar el estilo de contar de Arne Dahl, como en las anteriores, pero en este caso en una trama mejor estructurada quizá.

Antes fue Ont blod (El que siembra sangre), la primera de la serie sobre el grupo A. Primera publicada por el autor, pero no la primera dentro de la cronología del grupo de investigación criminal, que será la siguiente Misterioso. En ésta se arma el equipo que será el protagonista de las siguientes entregas. Aunque en un principio Paul Hjelm parece el principal, después nos vamos dando cuenta de que el autor utiliza las historias de todos ellos para dar una visión nunca aislada y sí heterogénea de las vidas particulares enmarcadas dentro de una sociedad sueca moralmente en decadencia.  

El que siembra sangre es una trama compleja en la que se importa a un asesino en serie directamente del país de donde nacen: USA. Y que se va engarzando a medida que avanza la novela, para dar un giro imprevisto en el último cuarto de la obra, con una inesperada en principio lucha entre el capitalismo egocéntrico norteamericano y el fundamentalismo de corte islamista. La primera guerra de Irak del primer Bush y sus enmascarados motivos aparece como fondo.

Se podría leer la novela en clave política aportando precisamente ese trasfondo que desencadenará en los atentados del 11 septiembre, aunque no es precisamente ese el interés de la misma. Por ahí quedaría ciertamente coja y no creo que sea la intención del autor.

Si algo tienen las novelas de Arne Dahl es su fácil lectura. Se mantiene un ritmo ágil constante, con cambios de perspectiva a medida que Hultin, el comisario jefe del Grupo A, va repartiendo las tareas a los distintos investigadores y estos se van haciendo cargo de las mismas. Pero desgraciadamente le sobran páginas, como suele ser norma en algunos autores de este género. La perspectiva psicológica no deja de ser ciertamente superficial, no hay profundidad en la acera de los asesinos ni en la de los policías.      

Gamla Stam. Estocolmo.
Foto: Archivo personal
Pero engancha, aunque a veces la verosimilitud esté reñida con la realidad y cierto humor tenga que sustituirla. Los policías se nos hacen accesibles cuando penetramos en su vida que en ningún caso se acerca a lo convencional o establecido, sino que como en la vida misma cada uno se mueve como en aguas movedizas, intentando salvarse de algo como buenamente pueden. Y de ahí nos podemos agarrar para continuar con la serie, ya que los del otro lado no presentan rasgos que nos haga empatizar con ellos, son malos y ya está: ambiciosos, crueles y con todos los defectos que uno se pueda llevar a la cama; en fin: asesinos y ladrones. Y entremedias están los malos menos malos, ni lo uno ni lo otro, que se quedan en eso, aunque el autor se empeñe en salvarlos de alguna forma.






1998. Ont blod. (El que siembra sangre)
1999. Misterioso. (Misterioso)
2000. Upp till toppen av berget. (Hasta la cima de la montaña) Lectura
2001. Europa Blues.
2002. De största vatten.
2003. En midsommarnattsdröm.
2004. Dödsmässa.
2005. Mörkertal.
2006. Efterskalv.
2007. Himmelsöga.
2008. Elva.

martes, 23 de abril de 2013

Los terroristas, de Maj SJÖWALL & Per WAHLÖÖ

Terroristerna es la última novela de la serie de diez de “Novela sobre un crimen”. Así llamaron los autores a la serie completa. Pues bien, Los terroristas (traducción de Elda García-Posada para RBA serie negra) es la peor novela de las diez. Pero una buena novela.

Al ser la última los personajes habituales ya están trazados, no acabados, pero sí de alguna forma construidos. No hay sorpresas por ese lado. Martin Beck, después de la ruptura con su mujer, ha encontrado una nueva y mejor pareja: Rhea. Kollberg, el escudero principal de Beck, en El asesino de policías ya había firmado su carta de despedida de la policía y aquí aparece trabajando para un museo de armas y, simplemente, como amigo de Beck. En cambio, otros de los policías que solían aparecer en los casos anteriores, sobre todo, Gunvald Larsson, se desarrollan mucho más e incluso toman el papel pseudo protagonista. Su carácter brusco y nada amigable con respecto a Beck en esta novela cambia y se vuelve más cercano.

Gamla Stam. Estocolmo
Foto: Archivo personal
Pero la trama no engancha y los casos no son llevaderos. La secuencia sería como sigue: primero Rebecka Lind es juzgada por un atraco a un banco que en ningún momento se ha producido. Debido a la incompetencia de unos en el episodio narrado, y al sarcasmo de los autores al contar el desarrollo del juicio, nos lleva a reírnos de la desastrosa y autocomplaciente sociedad sueca que describen los autores. De la incomprendida joven –versus sociedad incomprensible– pasamos al atentado terrorista, que podríamos considerar la trama principal de la novela. Son dos historias desgajadas, que incomprensiblemente se unen al final porque la desahuciada Rebecka decide vengarse cometiendo un magnicidio que en ningún momento la novela ha anunciado ni previsto. De ahí la falla de la obra. Sabemos las causas de ese asesinato pero los lectores no lo han podido esbozar ni seguir casi por ningún lado en el desarrollo de la obra. En cuanto a los terroristas, después de que la realidad del siglo XXI nos los han presentado como nuestros nuevos vecinos, no podemos dejar de pensar que su construcción deja algo bastante que desear. Y su caza también. Si bien la detención de los dos japoneses nos ha recordado episodios parecidos ocurridos tanto en España como en otros países europeos, la necesaria inyección de adrenalina no ha llegado a nuestro cerebro.  No vamos a entrar en la psicología de los terroristas porque brilla por su ausencia.

¿Por qué decimos, entonces, que la novela es buena? Por cómo se narra. Si algo nos han dejado la pareja de autores suecos es su limpieza en la estructura de la frase, su lenguaje lavado y expresivo. Su sutileza, en definitiva, a la hora de mostrarnos el lado negro con un lenguaje blanco, limpio. Podríamos decir puro si no fuese por que lo que describe es el lado culpable, tanto de los individuos como de la sociedad. Esa atrayente y repulsiva sociedad del bienestar.




1965. Roseanne. (Roseanna)
1966. Mannen som gick upp i rök. (El hombre que se esfumó)
1967. Mann epa balkongen. (El hombre del balcón)
1968. Den skrattande polisen. (El policía que ríe)
1969. Brandbilen som försvann. (El coche de bomberos que desapareció)
1970. Polis, Polis, potatismos! (Asesinato en el Savoy)
1971. Den vedervärdige mannen fran Säffle. (El abominable hombre de Säffle)
1972. Det slutna rummet. (La habitación cerrada)
1974. Polismördaren. (El asesino de policías)
1975. Terroristema. (Los terroristas) Lectura