No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.
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sábado, 14 de febrero de 2015

La mirada de los ángeles, de Camilla LÄCKBERG




Una historia tiene que ser convincente. Una historia, cualquier historia, antes de cualquier otra cosa debe ser convincente. Pero, ¿qué queremos decir con esto? ¿Qué significa ser convincente? ¿A qué nos referimos con convencer? ¿Convencer de qué?

Änglamakerskan o La mirada de los ángeles, en su traducción española, es la octava novela de la serie de la escritora Erika Falck o de la escritora Camilla Läckberg. Porque sí, en este caso tanto protagonista como la mano que crea la protagonista son lo mismo, es decir, ejercen la misma profesión, son escritoras de novelas policiacas. Y sí, también el compañero de Erika Falck, Patrick Hedström, y el compañero en la vida real de la escritora son policías, sí, ambos son policías.

Protagonistas de la serie televisiva
Decíamos, La mirada de los ángeles es la octava novela de la serie de “Los crímenes de Fjällbacka”, como al final se ha llamado la serie debido a la, a su vez, serie de televisión que se ha realizado partiendo de las novelas –aunque, por lo que podemos comprobar, al ver los casos en la pantalla, el seguimiento de las novelas no es ni mucho menos literal, antes al contrario–, decíamos que era la octava, pero para los aguerridos seguidores de la misma ya salió en su sueco original la novena, Lejomtämjarenver bibliografía abajo–, y se está a la espera de que aparezca pronto su traducción al español.

La mirada de los ángeles empieza con la llegada a Fjällbacka para establecerse de una pareja, Ebba y Mårten Stark, que de alguna forma huyen después de haber perdido a su hijo Vincent. Pero esa huida ocasionada por un hecho tan doloroso es hacia la casa de los antepasados de Ebba, una casa que también tiene una historia a su espalda, pero esta historia más que dolorosa es macabra y ciertamente truculenta. La novela, pues, desarrolla dos historias, la del presente, con los hechos que le va a ir ocurriendo a esta pareja al establecerse en esa casa: un incendio provocado, unos disparos que rompen ventanas, una postal amenazante… que provocan el interés de la policía, con Patrick al mando; y la del pasado, en capítulos aparte y en cursiva, que nos narran las experiencias –a cual más negativa, enfermiza, infame, desagradable…– de cuatro generaciones de antepasados de Ebba –alrededor de un siglo–, antepasados femeninos en todos los casos –como por otro lado es casi norma en la serie–, desde la detención de la tatarabuela Helga Svensson en 1908, pasando por la bisabuela Dagmar, hija de ésta, –la historia más desarrollada, por su desvarío y su enamoramiento de un nazi, Hermann Göring–, siguiendo por su estricta y pragmática abuela Laura y por su madre Inez, casada por conveniencia por su madre con Rune, el dueño del internado, todo esto investigado por Erica.


Ahí es donde se entrecruzan las dos historias en ese internado que precisamente ocupaba la casa que ahora Ebba y Mårten quieren rehabilitar. Un internado en el que el sábado de Pascua de 1974 ocurrirían los hechos con concentran el culmen de la novela. El día exacto en el que desapareció toda la familia de Rune e Inez y en el que al llegar la policía sólo se encontró a la hija pequeña Ebba y a cinco chicos del internado que habían salido a pescar y que serían los únicos testigos de esos hechos misteriosos.

Cinco chicos, Leon Kreutz, el jefecillo del grupo y de familia muy acaudalada, John Holm, posterior presidente de un partido de la ultraderecha sueca, Sebastian, el abogado trepa con su ansia de dinero y de control sobre los demás, Percy, el pusilánime aristócrata venido a menos, y el judío Joseph, con su ánimo de cambiar la historia, de los que se nos van narrando también su propia historia y que culmina también en la rememoración de aquel día.

Como vemos, toda la novela es un entretejimiento de distintas narraciones cuyo hilo no deja de ser la extrema curiosidad de Erica junto a la investigación oficial que lleva el grupo de policías comandado por su marido Patrick, un grupo de policías, de los que, como viene siendo habitual en la serie, también se nos cuentan su propias vicisitudes personales y en el que esta vez destaca Gösta, debido a su propia implicación personal en el caso de 1974.

Fjällbacka, lugar donde transcurren todas las historias de la serie

Pero volviendo al principio, más allá de la necesidad que tiene la autora de acumular historias, cada una encima, al lado, sobrepuesta, en paralelo, oculta, parcial, sacada con fórceps o introducida a presión, de las que no se escapa la personal de ella o de su familia, aquí, de nuevo, tenemos a la hermana de Erica, Anna, en primer plano, sufriendo consecuencias que parece que busca a propósito, no es muy convincente –si descontamos todo lo dicho hasta ahora– que dos policías a la vez, siendo policías, se dejen ambos el móvil olvidado, o que alguien con una pistola en la mano, apuntando a dos personas, se quede medio traspuesto, esto en cuanto a pequeñas escenas; pero que una trama que envuelve a la ultraderecha, se entremezcle en otra que no tiene nada que ver y deje al lector sin saber adónde mirar, cuál de ellas es la que lleva la voz cantante dentro de la trama, que a su vez un policía de pacotilla, como se describe a Mellberg, ejerza alguna función, aparte de la de hazmerreír, o que gratuitamente el cáncer haga acto de presencia en la figura de la mujer de otro policía, Martin, dándole un tratamiento tan superfluo, por más que se empeñe la autora en lo contrario, sus cuatro pinceladas no dejan de ser superfluas, y más si en el último momento tiene que recurrir al policía porque ha necesitado, por las numerosas complicaciones de la historia, mandar a unos por un lado a otros por otro para que en el final esté, como no podía ser menos, la escritora Erica Falck en primer plano. En fin, tanta historia entremezclada no puede ser buena, porque no hay que confundir complejidad con acumulación, cuando alguien acumula por el simple afán de acumular todo se convierte en un batiburrillo. Hay una gran diferencia entre escribir una historia compleja, sea policiaca o no, con sus distintas ramificaciones, con sus intrigas y soluciones sorprendentes y otra muy distinta es llenar una historia de historias, de historias sin pies ni cabeza, sólo por una búsqueda ficticia y equivocada de pensar que cuanto más elementos sumes a la causa mayor interés presentará el resultado final, sin darse cuenta de que el resultado final no es la suma de los elementos sino la buena estructuración de los mismos, sean pocos o muchos, junto a una cierta verosimilitud, que no puede chocar nunca, cuando esta se pretende, con que la historia sea convincente. Porque, en definitiva, si una historia sea oral o escrita no resulta convincente entonces o bien dejas de escuchar y te pones a pensar en tus cosas aunque parezca que estás escuchando –cuántas veces no habremos hecho esto cada uno de nosotros– o bien directamente dejas de leer.

Pero, claro, no todos buscamos lo mismo.      






(1) 2002. Isprinsessian (La princesa de hielo).
(2) 2004. Predikanten (Los gritos de pasado).
(3) 2005. Stenhuggaren (Las hijas del frío).
(4) 2006. Olycksfageln (Crimen en directo).
(5) 2007. Tyskungen (Las huellas imborrables).
(6) 2008. Sjöjungfrun (La sombra de la sirena).
(7) 2009. Fyrvaktaren (Los vigilantes del faro).
(8) 2011. Änglamakerskan (La mirada de los ángeles). Lectura
(9) 2014. Lejomtämjaren.

jueves, 20 de noviembre de 2014

En las fauces del león, de Anne HOLT y Berit REISS-ANDERSEN




Cuarta novela de la serie, esta de Løvens gap, traducida como En las fauces del león, por una nueva traductora para Roja & Negra, que en este mismo año también publicó la tercera, El hijo único, de la que ya hicimos una lectura en su día. Parece que tienen intención los de la editorial de publicar todos los que quedan, si no, no se explicaría esa urgencia repentina por desempolvar una serie que en su lengua original se escribió y editó casi en su totalidad en los años noventa del siglo pasado y que en español se empezó a publicar tardíamente hace unos pocos años por Roca editorial y de la que ha tomado el relevo Roja & Negra.

Decimos que es la número cuatro de ocho –ver bibliografía abajo–, pero con esta son cinco las traducidas ya, puesto que la última de la serie, 1222 –ver lectura–, también se editó aquí hace muy poco, en concreto en el 2013, también en la colección de Roja & Negra. Pero como ya comentamos en su día, allí la protagonista Hanne Wilhelmsen ya no está en la policía, más aún, se encuentra en silla de ruedas, debido a los hechos ocurridos en Sannheten bortenfor, algo así como “Más allá de la verdad” –de la que, viendo como van las cosas, pronto tendremos traducción– y lo que sucede en la novela, en 1222, y por lo que se ve implicada Wilhelmsen, es por encontrarse en un momento y en un lugar inadecuados cuando ocurren los hechos.

Mas volviendo, o empezando, con En las fauces del león –novela escrita por Anne Holt en colaboración con Berit Reiss-Andersen, como luego también ocurrirá con Uten ekko, literalmente, “Sin eco”–, la protagonista, la subinspectora del Grupo de Homicidios de la comisaría de Oslo, Hanne Wilhelmsen en realidad no está en primer plano, ese lo va a ocupar su compañero Billy T., ya que se encuentra en una excedencia de un año y viviendo en Estados Unidos junto a su pareja, la doctora Cecilie Vibe. Y, por tanto, su implicación en los hechos vendrá provocada con el transcurrir de la novela por la trascendencia de los mismos.


Porque lo primero que nos encontramos nada más comenzar la novela es la muerte de la primera ministra noruega, Birgitte Volter, del partido laborista, en su despacho de gobierno, con un tiro en la cabeza con una pistola desaparecida pero de calibre pequeño. Eso ocurre concretamente el viernes, 4 de abril de 1997, en el gabinete de la primera ministra, a las 18:47 de la tarde. Y recalcamos esto porque la novela está sustentada precisamente en la precisión temporal y de lugar, pues todas las escenas se inician precisamente facilitando tal dato y cada capítulo corresponde a cada uno de los días que van pasando hasta que por fin se descubren los hechos, y se descubren de forma un tanto rocambolesca el día 25 de abril en una fiesta organizada por Billy T. y Håkon Sand en casa de éste con motivo del nacimiento del segundo hijo, en este caso una niña, de este fiscal –a pesar de que en la novela se le nombra como inspector, quizá por culpa de la nueva traductora–, que ahora ya vive en pareja con Karen Borg, y que es uno de los pocos amigos de Hanne.

Akersgata, Oslo,
donde se sitúan los edificios más importantes del gobierno noruego

La novela es un tanto compleja, como el asesinato de un primer ministro de cualquier país debe provocar. Y así esta novela se aleja un tanto de las anteriores no sólo porque Hanne no sea la protagonista principal, aunque luego aparezca, como hemos dicho, sino porque el entramado que provoca el posible magnicidio, con no sólo el Grupo de Homicidios implicado sino también los servicios secretos del país, los posibles sospechosos, que pueden ser desde grupos ultraderechistas hasta terroristas de algún tipo, o, incluso, personas cercanas al ámbito de la primera ministra, ya desde el punto de vista político, las intrigas políticas también están, ya desde el punto de vista más estrictamente personal, porque, además, a esto se añade que el asesinato se produce en un sitio cerrado donde se supone que nadie ha entrado y donde los posibles sospechosos de los que se encontraban cerca, la secretaria o el guardia de seguridad, al principio no cuadran que sean los culpables, sino simples testigos. Y, más aún, a eso se une un caso que se está empezando a investigar recientemente, incluso por la prensa, que atañe al ministerio de sanidad –ocupado por una ministra, Ruth-Dorthe Nordgarden, dibujada  como eminentemente incompetente, y adalid de las conspiraciones políticas–, un caso de más de treinta años atrás donde se produjo un considerable aumento de muertes de bebés por muerte súbita durante el transcurso de un año y que atañe de alguna forma a la propia primera ministra y a un juez, Benjamin Grinde, encargado de su investigación, y que precisamente es el último que ha visto con vida a la primera ministra y, además, era amigo personal de ella en los años en los que se produjeron las muertes de los bebés.

Como vemos, un caso complejo y una novela también distinta a las anteriores de la serie y en la que descubrimos un poco más de la vida de Billy T., el compañero de Wilhelmsen, porque va a ser él el elemento vertebrador del relato, es él uno de los encargados de investigar el caso de la primera ministra y de interrogar a los sospechosos, y él el que luego acoge a Hanne en su casa cuando ésta decide venir desde Estados Unidos porque no puede estar alejada de un caso tan importante y que atañe al propio país, aunque no pueda ejercer oficialmente al encontrarse fuera de servicio.

Pero dentro de los entresijos de esta novela de ritmo ágil pero con demasiados flecos, quizá, lo que de alguna forma la salva sea precisamente y a pesar del tinte un tanto lacrimógeno del final, sea, decimos, ese elemento personal y emotivo con el que se cierra la misma, ese elemento de culpa, una culpa llevada a cuestas durante mucho tiempo, demasiado tiempo y que al final por su propio peso es el motivo principal de todo el desarrollo posterior. Porque la culpa, el sentimiento de culpa, es el peor enemigo que nadie puede tener, y el que, sin más, siempre termina ganando.        






(1) 1993. Blind gudinne (La diosa ciega).
(2) 1994. Salige er de som tørster (Bienaventurados los sedientos).
(3) 1995. Demonens død (El hijo único). Lectura
(4) 1997. Løvens gap. (En las fauces del león). Lectura
(5) 1999. Død joker.
(6) 2000. Uten ekko. Escrita con Berit Reiss-Andersen.
(7) 2003. Sannheten bortenfor.
(8) 2007. 1222 (1222). Lectura

2006. Presidentens valg (Una mañana de mayo). [Pertenece a la serie de Inger Johanne Vik e Yngvar Stubø (ver lectura), pero aparece Hanne Wilhelmsen, ya retirada de la policía y en silla de ruedas, como amiga de Vik]

lunes, 20 de octubre de 2014

El leopardo, de Jo NESBØ




“La injusticia es parte de la maquinaria. Es la maquinaria”.

Esto se dice justo al final de Panserhjerte (El leopardo), en el décimo y último capítulo, en la página 675, en una conversación entre el antagonista de la policía Mikael Bellman –luego hablaremos de él– y uno de los sospechosos de los asesinatos que han ido ocurriendo en el transcurso de la misma, Sigurd Altman, en la que se insinúa o, más bien, se dice abiertamente el quid de las novelas de Jo Nesbø, que es el quid de la personalidad de Harry Hole- Un enunciado con el que ambos están de acuerdo, como sus mismos hechos testifican. De ahí, seguimos la reflexión que nos propone Nesbø, esas continuas huidas de Hole, esas caídas al pozo profundo del protagonista que jalonan constantemente las novelas de la serie, esos periodos de alcoholismo descontrolado o esos constantes abandonos de su tarea policial.

Y de uno de esos periodos viene a sacarlo Kaja Solness, la que será nueva compañera de Hole, tanto en la labor policial como sentimental, que es enviada por Gunnar Hagen, el jefe de Hole en la Brigada de Delitos Violentos de la policía de Oslo, a Hong Kong, a buscar a nuestro héroe por los mercados y casuchas de esta ciudad, que es donde ha huido esta vez después de los sucesos de la anterior novela y las consecuencias que provocaron –Rakel Fauke y su hijo Oleg ya no viven en Noruega–. Y sí, allí está Hole drogándose con opio y apostando y perdiendo a las carreras.

Mientras que en Oslo hay dos hechos que terminan por hacer que vuelva: uno, la enfermedad terminal de su padre, Olav, y, otro, dos mujeres muertas con el mismo tipo de heridas en la boca provocadas por no se sabe qué ni por quién.



Y en Oslo, Hole se va a encontrar con la casi desaparición de su unidad de Delitos Violentos, engullida por la nueva unidad de Kripos, dirigida por el ya citado Mikael Bellman, que pretende asumir todo el poder en Noruega con respecto a las investigaciones por asesinato. Nuevamente, como en su época con Tom Waaler –desde Petirrojo hasta La estrella del diablo (ver bibliografía), remito a mi lectura de El muñeco de nieve donde hacíamos un pequeño recorrido por el resto de libros de la serie–, nos encontramos con dos tipos de policías, los que, como decimos al principio, asumen que la injusticia, el mal, es parte del juego, también del juego policial, y que cualquier método es bueno con tal de conseguir los objetivos y, como recompensa, subir en el escalafón, y los que se sitúan en una posición ambigua, como Hole, que puede llegar a actuar en ciertos momentos y llevado por las circunstancias de una forma desproporcionada pero que en el fondo luchan constantemente y con ingenuidad por mantener dentro de uno un poco de dignidad, aunque sea mínima.

Y por tanto toda la novela, en la búsqueda del asesino que se ha ido cargando a todos los que estaban en la cabaña de Håvass, paraje ideal para hacer esquí de montaña, es también una confrontación para ver quién lo encuentra y descubre primero. Para ello Hole tendrá la única ayuda de Kaja, que de alguna forma sustituye a Katrine Bratt, como pareja protagonista de la novela anterior –aunque aquí también aparezca y le ayude, como experta en búsquedas en la red de los huellas digitales que todos vamos dejando, desde su sanatorio de enfermos psíquicos en Bergen–, y de Bjorn Holm, ayudante de Beate Lønn en rastros. Y con esos escasos medios no sólo se enfrentará al asesino que sigue actuando sino también a todo el aparato de Kripos, encabezado por Bellman y sus subalternos Beavis Bernsten y el finés Jussi Kolkka, más toda la maquinaria policial de Oslo y del Ministerio de Justicia detrás.

Zona al sur de Oslo donde se sitúa la cabaña de Havass,
donde se produce la avalancha de nieve. 
El leopardo no se circunscribe a territorio noruego como había ocurrido en las anteriores de la serie –excepción de las dos primeras aún no traducidas al español–, al principio de la novela, como ya hemos dicho, viaja a Hong Kong y en el transcurso de la misma, en el inicio de las pesquisas viaja a Alemania y al Congo para encontrar esa extraña arma asesina y en el colofón vuelve a este país africano, y además no se circunscribe únicamente a cazar al asesino sino que se sumerge en el dolor que provoca la consumación de un ser querido, del padre de Hole, y la incomprensión y la falta de palabras con lo que al final termina todo; pero del resto, está todo lo que tenía que estar, la agilidad en la escritura y sucesión de escenas, lo que provoca que a pesar de ser una novela de casi setecientas páginas, el ritmo sea rápido, y está la descripción sin censuras del sufrimiento y muerte de las víctimas, y está o están las mentes asesinas funcionando con sólo el propósito de hacer daño y matar, como tantos otros asesinos que nos hemos ido encontrando en sus novelas, también están las mentiras que siempre se encuentran debajo de la superficie, incluso las mentiras de los que están al lado, o los sospechosos casi casi culpables que luego se descubre que no y …; y esta vez nos encontramos con una escena completamente sobrecogedora, la de la avalancha de nieve del capítulo seis que termina sepultando la cabaña de Håvass con Kaja y Hole dentro, de verdad, sobrecogedora y angustiosa, y sí, aunque resulte paradójico, para no perderse entre tanta nieve.          

En definitiva, cerrábamos nuestro comentario a la lectura de El muñeco de nieve augurando la repetición de clichés como una de las características de las novelas de Nesbø y que posiblemente ocurriera lo mismo en El leopardo, y claro, el autor no nos ha decepcionado, aunque hay algún elemento, llamémosle, reflexivo, por un lado, y vital, por otro, que nos hace al protagonista, Harry Hole, un poco más cercano, y hasta comprensible su personalidad autodestructiva. Quizá la próxima novela en esta su nueva editorial española que se sitúa tres años después de lo ocurrido en esta, Gjenferd –algo así como “El retorno”–, nos encontremos con un Hole distinto, quizá haya dejado de beber y de destrozarse física y psíquicamente, quizá sea un nuevo Hole que vuelve a Oslo para hacer lo que siempre ha hecho y no ha podido dejar de hacer, que es –simplemente– perseguir a los que hacen daño a los demás.






(1) 1997. Flaggermusmannen.
(2) 1998. Kakerlakkene.
(3) 2000. Rødstrupe (Petirrojo).
(4) 2002. Sorgenfri (Némesis).
(5) 2003. Marekors (La estrella del diablo).
(6) 2005. Frelseren (El redentor).
(7) 2007. Snømannen (El muñeco de nieve). Lectura
(8) 2009. Panserhjerte (El leopardo). Lectura
(9) 2011. Gjenferd.
(10) 2013. Politi

viernes, 5 de septiembre de 2014

El muñeco de nieve, de Jo NESBØ




La lectura de una cualquiera de las novelas de Harry Hole, independiente, sin seguir el hilo de la serie, entre ellas la que nos ocupa, es absorbente, te atrapa y te lleva, tiene un ritmo ágil y una sucesión de escenas y acontecimientos que van pasando con fluidez, y la intriga, el misterio te hipnotiza con facilidad. Pero cuando lees la sucesión de novelas de la serie, desde las primeras –aún no traducidas– hasta ésta, la séptima, caes, en cambio, en lo ya dicho, en lo repetido, en la copia del esquema, cayendo en que los distintos argumentos en realidad son casi casi el mismo, siempre. 

Snømannen se publicó en su lengua original –noruego– en 2007 y su traducción al español como El muñeco de nieve en 2013. Dentro de la serie de Harry Hole ocupa el séptimo lugar de las diez que ya forman parte de la misma, como hemos mencionado ya. De ellas sólo se han traducido la mitad, cinco de diez, pero para este mismo año se espera una nueva novela de Jo Nesbø, aunque no en la Serie Negra de RBA como hasta ahora, sino en Roja & Negra de Random House: El leopardo –siguiendo la traducción inglesa del título, aunque la traducción del noruego de Panserhjerte sería más o menos “Corazón blindado”–. Aparte de la saga de Hole, el autor tiene editadas dos novelas policiacas independientes, Headhunters, ya traducida al español, y en este año 2014 Nesbø ha publicado Sønnen. Pero para los seguidores de la serie es de agradecer que aparezca una más, prevista para el mes de octubre, que en la cronología de la serie es la octava, quedando por traducir todavía las dos primeras y las dos últimas –ver bibliografía abajo–.

Pero entrando en lo que nos interesa, El muñeco de nieve de alguna forma retoma un tema, el de la búsqueda de un asesino en serie, que ya apareció precisamente en la primera de las novelas de este policía alcohólico, Flaggermusmannen –que traducido el título sería algo así como “El hombre murciélago”, aunque no tenga nada que ver con el famoso Batman–. Ya en esa primera novela, como decimos, ambientada en Sidney –junto a Kakerlakkene (que se traduciría como Las cucarachas), la segunda, que se sitúa en Bangkok, las dos únicas que ocurren fuera de Oslo–, Harry Hole es el encargado de encontrar al asesino de una mujer rubia, Inger Holter, de 23 años y, por supuesto, noruega –de ahí que Hole entre en escena–, y que terminará siendo un asesino en serie de mujeres rubias a las que violará primero y estrangulará después. De la misma forma en El muñeco de nieve la propia trama de la novela alude a esa trágica persecución de The murri, el asesino aborigen australiano.


Pero no es la única repetición que nos vamos a encontrar en las novelas de Hole, ni mucho menos. Podríamos decir, incluso, que todas ellas se basan en una continua y continuada repetición de tics, situaciones, personajes, enredos, borracheras, enamoramientos trágicos o desastrosos y, sobre todo, sospechosos erróneos. Porque al final todo se basa en ir descartando a sospechosos de los que se da por hecho que son los culpables y asesinos, incluso la novela –en realidad las siete de las que vamos a hablar–, tiene un momento donde todo parece que acaba porque ya se ha encontrado al culpable y resulta que al final no, que todo necesita de un reset –que normalmente ocurre cuando ya se llevan transcurridas unas trescientas o trescientas cincuenta páginas de la novela–, un volver a empezar que lo que hace es acumular páginas y páginas a las distintas tramas. Y es que el propio estilo de escritura de Nesbø peca de lo mismo, infinidad de capítulos finalizan con una frase o un párrafo ambiguo que da a entender siempre algo distinto de lo que de verdad es, pero provocando continuamente un cierto suspense, que de tan manido y manoseado termina siendo hasta cierto punto agotador.




Harry Hole es el protagonista y el eje sobre el que giran todas las novelas de su serie. Y tal es así, que según han ido pasando las novelas, el único personaje que queda desde el principio es él. El resto han ido desapareciendo de una forma u otra. Y hablando de los personajes, Harry Hole, que en esta novela ya tiene cuarenta años, pero sigue siendo el mismo que en la primera, apenas ha evolucionado, apenas se ha profundizado en él, desde el principio tiene sus episodios de borrachera, que no dejan de suceder de una novela a otra, y que suelen provocar paradójicamente no el derrumbe sino el esclarecimiento del misterio. En cuanto a los otros personajes, han variado pero al final son también los mismos. Así, Ellen Gjelten, su primera compañera, fue asesinada en Rødstrupe (Petirrojoquizá la mejor de todas con su trama de nazis noruegos, pero después podríamos decir que la sustituyó Beate Lønn, que apareció en la siguiente, Sorgenfri (Némesis), que ocupa un lugar destacado hasta la nuestra, El muñeco de nieve, donde casi ha desaparecido de escena, y donde ha aparecido Katrine Bratt. En cuanto a otros compañeros y jefes, su joven compañero Halvorsen ha tenido el mismo recorrido, más o menos, que Beate Lønn, cayendo en la anterior, Frelseren (El redentor), mientras que su primer jefe Bjarne Møller, ha tenido un lugar destacado, como amigo y salvador de Hole hasta Marekors (La estrella del diablo), pero ya en El redentor se ha medio jubilado en Bergen y allí opta por desaparecer, implicado en el caso del policía corrupto Tom Waaler, inductor del asesinato de Ellen, su primera compañera, y cabeza visible de la trama de corrupción organizada dentro de la propia policía que Hole a lo largo de las novelas ha ido desvelando y que al final ha implicado a su propio jefe Møller, y del actual, Gunnar Hagen, que ya lleva un par de novelas, podríamos decir que tiene una relación ambigua, como no podía ser menos en unas novelas donde todos son sospechosos de algo. Y eso es precisamente lo que las va vinculando unas novelas a otras, a lo que se añade los altibajos amorosos con Rakel Fauke, que apareció en Petirrojo y por ahora no ha abandonado la serie, aunque antes Hole ya tuvo un enamoramiento que terminó malamente en Flaggermusmanenn –la primera de la serie– con la sueca Birgitta Enquist o luego dentro de los bajos con Rakel, alguna escaramuza como en El redentor, pero aquí, en El muñeco de nieve vuelve a escena y de una forma protagonista Rakel y su hijo Oleg, ella porque a pesar de tener una nueva relación que va camino de casamiento con el médico Mathias Lund-Helgesen, no deja de engañarlo con su verdadero amor, Harry Hole.



En fin, que El muñeco de nieve es más de lo mismo, y lo mismo a veces gusta y a veces cansa, depende del momento de la lectura, donde a veces buscas lo mismo porque gusta y a veces necesitas cambiar porque estás cansado de lo mismo. Así es Harry Hole o las novelas de Jo Nesbø, que gustan o cansan dependiendo del momento. Porque en definitiva en El muñeco de nieve nos vamos a encontrar asesinatos cada vez más macabros, sospechosos casi culpables que luego dejan de serlo, el momento alcohólico de Hole que propicia el descubrimiento, la persecución final en este caso con Rakel de protagonista sufriente, como la prueba final que tiene que pasar el héroe y que siempre supera, el castigo del culpable y todos todos los ingredientes típicos de una novela de Hole, como no podía ser menos y que suponemos se repetirán en El leopardo. En octubre lo sabremos. 


El muñeco de nieve (traducción de Carmen Montes y Ada Berntsen), RBA, 2013. 




(1) 1997. Flaggermusmannen.
(2) 1998. Kakerlakkene.
(3) 2000. Rødstrupe (Petirrojo).
(4) 2002. Sorgenfri (Némesis).
(5) 2003. Marekors (La estrella del diablo).
(6) 2005. Frelseren (El redentor).
(7) 2007. Snømannen (El muñeco de nieve). Lectura
(8) 2009. Panserhjerte (El leopardo). Lectura
(9) 2011. Gjenferd.
(10) 2013. Politi

lunes, 28 de julio de 2014

El último verano en la isla, de Johan THEORIN




En la primavera y el verano Gerlof Davidsson se traslada de su residencia de Marnäs a Stenvik donde tiene su casa cerca de la costa. Gerlof tiene cerca de ochenta y cinco años y éste posiblemente sea su último verano en la isla de Öland. Así se ha titulado la novela en español, El último verano en la isla, obviando su título original Rörgast en sueco que hace referencia a los túmulos de la Edad de Bronce que tienen cierto protagonismo en la novela. Porque todo empieza con el extraño enterramiento de uno de los Kloss allá por 1930 en el que estuvo presente siendo apenas un adolescente de quince años el mismo Gerlof, pero también alguien más que al poco emigró y ahora ha retornado, setenta años después, a la isla donde nació.

Antes de Rörgast Johan Theorin ha publicado tres novelas más del llamado cuarteto de Öland y cada una corresponde a una estación del año –ver bibliografía abajo–. Skumtimmen (La hora de las sombras), la primera de todas, se publicó en el 2007 y allí se nos presentó una trama que envolvía aspectos misteriosos que tenían que ver más con supersticiones o incluso leyendas de pueblo, y que el propio título ejemplifica, la hora de las sombras, se dice en la novela, es el momento de contar historias espantosas o historias de fantasmas. Pero esa historia es una historia real, la desaparición en 1972 del nieto de Gerlof, Jens, en un día de niebla extrema. Quizá de las cuatro sea la más conseguida y ya en ella se nos muestran las características que van a tener todas ellas. Un elemento de misterio que tiene que ver con la isla de Öland, con algún lugar o localización concreta, las más de las veces, y un desarrollo que nos traslada al pasado, al germen del misterio, y a distintos puntos de vista, a perspectivas distintas desde donde se ve el misterio, confluyendo en el anciano marinero Gerlof, que de alguna forma siempre está metido en cada uno de ellos, bien siendo protagonista, como en la primera, debido a la desaparición de su nieto veinte años antes, bien de una forma más adyacente, como en las tres siguientes, pero siempre mostrando su capacidad reflexiva que le lleva a ver lo que para otros es algo neblinoso con total claridad.

Así en La hora de las sombras el germen tiene que ver con un personaje Nils Kant que se nos muestra como la maldad en persona –la escena del ahogamiento de su hermano Axel, ocurrida allá por julio de 1936, es escalofriante y turbadora–, los puntos de vista van desde el recorrido vital de Kant a la desesperación de Julia, la hija de Gerlof y la madre de Jens, que se traslada a Öland intrigada por su padre, Gerlof, que lleva a cabo ciertas poco profesionales investigaciones con respecto a la desaparición de su nieto, ayudado por sus amigos John y Ernst, y la posterior perspectiva y ayuda –entre comillas– del policía de Marnäs Lennart Henriksson.

En Nattfåk (La tormenta de nieve), abandonamos Stenvik y Marnäs, lugares donde se situaba la primera para subir al nordeste de Öland, a la zona de los faros, Åludden, dos años después de lo ocurrido en la primera, y esta vez nos retrotraemos a 1846, momento de la construcción de la casa donde se van a desarrollar los acontecimientos y que se torna casi en un personaje protagonista más de la trama, casa que se construyó con las maderas provenientes del hundimiento de un carguero cerca de los faros. Allí Katrine, la mujer de Joakim Westin, y madre de Livia y Gabriel, morirá ahogada, pero lo que podría parecer un suicidio o una muerte accidental puede no serlo. Y para ello tomamos la perspectiva de Tilda, nieta de un hermano mayor de Gerlof y recién trasladada a Marnäs como policía de proximidad, y encargada de dar la noticia a Joakim. También tenemos un desarrollo paralelo de tres ladrones, Henrik, por un lado, y los hermanos Serelius, por otro, que se dedican a robar en las casas de veraneo vacías de la isla, que acabarán en la casa de Åludden. Y por último las anotaciones en un cuaderno de la madre de Katrine, Mirja Rambe, que aparecen al principio de los capítulos y nos van narrando las distintas muertes ocurridas en la casa o en los alrededores, ya por tormentas de nieve, como la que se avecina, ya por otras causas, a la que se ha sumado la de Katrine y que añade el elemento misterioso, fantasmal, al argumento.



Blodläge (La marca de sangre) tiene lugar en primavera, y Gerlof decide salir de su residencia en Marnäs para trasladarse a su casa de Stenvik durante algún tiempo, allí se encuentra con nuevos vecinos, que viven en dos mansiones recién construidas y otro, Per Mörner que ahora vive en la casa roja donde vivía el amigo de Gerlof, el escultor de piedra Ernst, muerto en la primera novela. El espacio en este caso es la cantera, ya abandonada, de donde sacaba la piedra Ernst para sus esculturas y que está al lado de la casa de éste y la historia en realidad son dos historias, las de los nuevos vecinos, Vendela, una mujer débil, propensa a la depresión, casada con Max, pero que procede precisamente de Öland, donde vivía con su padre, un antiguo obrero de la cantera, y que nos sumerge en los misterios de las hadas en la que creía de niña y sigue creyendo de mayor; y la de la familia de Per, separado con dos hijos preadolescentes, Jesper y Nilla, ésta enferma de cáncer, y con un padre Jerry, al que apenas ha tratado, con un pasado relacionado con el negocio de las revistas y las películas pornográficas; y por último se añaden los diarios que ha empezado a leer Gerlof de su esposa fallecida hace veinte años, Ella, que nos hablan de su creencia en los trols, enemigos de las hadas, y de su soledad al vivir con un marido marinero. Nuevamente el pasado actúa en el presente –de ahí el título, Blodläge o La marca de sangre, que hasta la piedra de la cantera tiene–, el pasado de Jerry y que afecta a Per, y el desgraciado pasado de Vendela que vuelve al retornar ella a su isla, y por último el pasado de Gerlof en boca de su Ella, que de alguna forma resolverá el misterio.

Borgholm, al norte de Öland, Suecia
En El último verano en la isla estamos a las puertas del nuevo milenio pero todo inicia en 1930 en el enterramiento de Edvard Kloss antepasado de los nuevos Kloss, Kent, Veronica y Niklas, propietarios del Örlandic, un complejo vacacional y turístico, que los convierte en los adinerados del lugar, y que están en pleno Midsommar, el día más largo del verano, con unas colas kilométricas de veraneantes cruzando por el puente que une Kalmar, en el continente, con la isla de Öland para pasar allí las apenas seis semanas del corto verano sueco en busca de fiesta y alcohol. Esta novela es donde mejor se observa la estructura de las novelas de Theorin, cada capítulo muestra el personaje desde donde está contado lo que sucede, y así se van alternando las perspectivas de Jonas, hijo de uno de los Kloss, un muchacho de apenas quince años, amigo de los nietos de Gerlof, que se encuentra con un barco fantasmal con una tripulación fantasmagórica en plena noche; la del Retornado, Aaron Fredh, emigrado a la Unión Soviética en los años treinta y que allí será Vladímir Yegerov, y que nos narra sus vicisitudes en ese país hostil y el regreso a su isla y su ansia de venganza; la de Lisa, una disk jockey con dos caras, y que es una perspectiva que mira desde fuera y que se encuentra dentro de algo sin esperarlo; y, por último, la de Gerlof, que decide pasar unas semanas fuera de la residencia, quizá sus últimas semanas de vida, que une sus recuerdos a su extremada curiosidad para encontrar el origen de lo que está sucediendo ese verano en la isla.



Cuatro novelas muy bien construidas en un entorno entre ficticio y real –el propio autor nos dice que algunas localizaciones, Stenvik, por ejemplo, no son reales pero sí basadas en lugares de Öland–, con unas historias donde se mezcla lo misterioso –que tiene que ver con las leyendas propias de los pueblos– y la intriga de lo que sucede en el presente, y que a su vez nos remonta al pasado como clave para resolver ese misterio y esa intriga y con un investigador, que además es un contador de historias, Gerlof Davidsson, un octogenario, antiguo marinero jubilado, y que rompe todos los esquemas de lo que es el prototipo preponderante. Eso es lo que nos encontramos cuando nos sumergimos en el cuarteto de Öland, unas historias policiacas contadas por un octogenario como si fuesen historias de fantasmas, pero sin fantasmas.   






(1) 2007. Skumtimmen (La hora de las sombras). [Otoño]
(2) 2008. Nattfåk (La tormenta de nieve). [Invierno]
(3) 2010. Blodläge (La marca de sangre). [Primavera]
(4) 2013. Rörgast (El último verano en la isla). [Verano] Lectura

lunes, 7 de julio de 2014

Celda número 8, de Anders ROSLUND & Börge HELLSTRÖM




Las novelas de Anders Roslund y Börge Hellström son novelas con mensaje. No son propiamente policiacas y sí lo son. En todas ellas la investigación dirigida por Ewert Grens y llevada por su grupo es parte protagonista, pero no la única y no la más protagonista, sino que el otro elemento, incluso, se convierte en el vértice y parte vertebradora, todo el entramado de las historias parten de este otro elemento, las historias se construyen no para que al final Grens y los suyos triunfen y sean los mejores policías, no, eso apenas tiene valor ni para ellos ni para las tramas, no: todo el entramado está construido para denunciar algo, como iremos viendo al analizar sus novelas. Y ese elemento, el de la denuncia, el del mensaje que trasladan las novelas, es lo que las diferencia.

Y podemos decir que esa característica procede de dos factores principalmente, uno, de la historia propiamente dicha de la novela policiaca sueca, de la buena, la que parte de los pioneros del género allí, la del comisario Beck de la pareja Sjöwall & Wahlöö –ver lectura, y, por otro lado, proviene del periodismo –recordemos que uno de los integrantes de esta otra pareja, Roslund, es periodista, el otro, Hellström es un exdelincuente metido en la lucha por la reinserción de expresidiarios–, del carácter investigador del periodismo, de la investigación que culmina en la denuncia, en la denuncia de lo que no debería ser pero es. Y eso es lo que al final las novelas de Roslund y Hellström consiguen: denunciar.

Pero ese fin último no desmerece y ni mucho menos destruye el carácter novelístico de las novelas, ni mucho menos, todo lo contrario, es decir, aunque esa finalidad esté ahí y no se puede dejar de presenciarla, las tramas, los argumentos, el ritmo –una característica que ya destacamos en la lectura que hicimos en su día de Tres segundos– el ensamblaje entre los dos lados, el de los investigadores y el de los investigados, esto es, la conjunción entre ambos está tan bien construida, la propia estructura, el retrato de los personajes, los finales que no tienen por qué desembocar en lo obvio, aunque confluyan hacia lo que nos tememos, en fin, todo el conjunto nos da unas tramas poco menos que perfectas.

Edward Finnigans upprättelse –algo así como “La reparación de Edward Finnigan”, aquí traducida como Celda número 8, siguiendo el título de la traducción en ingles–, es la tercera novela en la cronología de la serie del comisario Ewert Grens –como vemos en la bibliografía de abajo– pero la cuarta que aquí se traduce de estos dos autores. Y quizá, solo quizá, no es la mejor de todas ellas, luego analizaremos el porqué, pero, como el resto, presenta todas las características positivas que hemos enumerado anteriormente.

La serie empezó con Odjuret (La bestia), una novela que describe la devastación, el sinsentido que provoca en un ser humano, primero, y en una sociedad, después, el ataque sexual y brutal a los niños, en este caso a niñas de apenas cinco años, hablamos de Marie, la hija de Fredrik Steffansson, aunque la novela se inicia con la descripción del flirteo del pederasta Bernt Lund con dos niñas de unos nueve años, Maria e Ida, y su posterior sodomización y asesinato. Y continúa con la persecución de este pederasta antes de que vuelva a hacerlo, como inexorablemente ocurrirá.

Aunque parte de su desarrollo posterior nos sumerge en el mundo de la cárcel y las relaciones poco menos que conflictivas entre los presos –ya hemos comentado el pasado de uno de los autores, Hellström–, aspecto que también será tratado en Tre sekunder (Tres segundos) –ver lectura– recuperando personajes como el aquí ya director de la cárcel de Aspsås, Lenart Oscarsson, o donde aparecen otros que luego tendrán más protagonismo en siguientes novelas, como el drogadicto Hilding Oldéus o Jochum Lang –ligado a la historia personal de Grens–, que aparecerán en la segunda, Box 21 (Estocolmo, Estación Central).

Como vemos, personajes y ambientes que pretenden aportar ese grado de realidad o verosimilitud que perfectamente está conseguido en todas las novelas, excepto posiblemente en la que nos ocupa.


Porque tanto en Estocolmo, Estación Central, que trata del tráfico de mujeres para la prostitución desde los países bálticos hacia Suecia o en Tres segundos donde el tema se centra en los infiltrados de la policía dentro de las mafias, en este caso, de tráfico de estupefacientes, que también provienen de países del Este europeo, como Polonia, en ambos, decimos, la denuncia es evidente: uno, la facilidad y la vista gorda con la que se actúa cuando de prostitución estamos hablando y otra la utilización de personas sin ningún escrúpulo por parte de las autoridades y saltándose todas las reglas del estado de derecho que hagan falta simplemente con el argumento de que es necesario para proteger a la sociedad. Pero, con todo, el resultado no deja de impactarnos.

En cambio, en Celda número 8, que también se mueve en el ambiente de la cárcel, hay algo que no nos termina de encajar, y es posiblemente el ámbito extraño, ajeno, diríamos, en el que se mueve, el del corredor de la muerte en la cárcel de Marcusville en Estados Unidos. Porque esta novela que se inicia con una agresión de John Schwarz a Finn Ylikoski dentro de un Ferry durante la travesía con destino Estocolmo y que deriva en el encarcelamiento y posterior descubrimiento de que este John Schwarz en realidad no existe y tiene una documentación falsa, nos traslada hacia un terreno que se nota que no es el propio, y es un terreno que la novela debe transitar porque la intención precisamente es denunciar la pena de muerte, el ojo por ojo que impera en algunas naciones que llamamos civilizadas.

Sede del edificio de la policía en Estocolmo

Y es esa venganza, que ya apareció en La bestia, en nombre de Fredrik, el padre de la niña de cinco años, o en Estocolmo, Estación Central, a través de Lydia Grajauskas, la prostituta brutalmente apalizada por su chulo, y que, perdida su propia identidad, decide acabar por esa misma vía, es, decimos, el elemento que explica precisamente la instauración de la pena de muerte en algunas sociedades, como el justo castigo que según Edward Finnigan se merece el presunto asesino de su hija de diecisiete años, pero que les saca a estos autores de su medio natural, podríamos decir.

Vista de Södermalm, Estocolmo
Foto: Archivo personal
Y si a eso añadimos ese plan tan perfectamente diseñado, pero un tanto inverosimil, y, en el final, hasta rocambolesco, del funcionario de prisiones Vernon Eriksen con el que termina la novela, entonces nos damos cuenta de que esta, la tercera de la serie, quizá sea la más floja de todas.

Pero hasta aquí no hemos hablado de los personajes: el extraño inspector, Ewert Grens, anclado en el pasado, en el accidente que dejó a su pareja Anni en un estado de daño neurológico severo y permanente; ni de Sven Sundkvist, siempre a la estela de Grens, más sensible, cuyos cumpleaños siempre se ven enturbiados por algún caso; o la jóven Mariana Hermansson, que aparece a partir de la segunda novela y que será la única que de alguna forma venga a modificar en algo el comportamiento de Grens; o de otro de los habituales, el fiscal Lars Ågestam, tan distinto al comisario, que genera los conflictos que los distancia, aunque se necesiten, como en el final de Tres segundos. Y no lo hemos hecho precisamente porque su presencia no entorpece la visión del otro lado, el del conflicto, el de la historia paralela que construye la trama, porque estos personajes la acompañan sin desmerecerla, no ocupan su protagonismo, están al lado, para desvelarla y para mostrarla en su justa medida, porque de eso es de lo que se trata.






2004. Odjuret (La bestia).
2006. Edward Finnigans upprättelse (Celda número 8). Lectura
2007. Flickan under gatan.
2009. Tre sekunder (Tres segundos). Lectura
2012. Tva soldater. Próxima Lectura