No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

jueves, 15 de mayo de 2014

Órdenes sagradas / Holy Orders, de Benjamin BLACK




Años cincuenta. Siglo XX. Dublín. Lluvia todos o casi todos los días del año. Lluvia a lo largo de todo o casi todo el día. El río Liffey y el río Dodder, y el Grand Canal. Y la lluvia. Y un cadáver en el canal. Un cadáver directo para la autopsia. Y esperando otra autopsia, otro cadáver, el de un pequeño hombre. Pelirrojo.

Holy Orders, que traducida sería algo así como “Órdenes Sagradas”, es la sexta y última, hasta el momento, novela de la serie del patólogo Quirke –todavía sin traducción al español, a pesar de que se publicó en el 2013 (rectificamos, ya hay edición en español, enero de 2015)–, del escritor irlandés John Banville, bajo el pseudónimo de Benjamin Black. Pero mientras Vengeance (Venganza) se salía en cierto modo del guión habitual de esta serie, es decir, la trama se alejaba de los personajes habituales, aunque luego se inmiscuyesen en la misma, ya que iba de la relación de dos familias, los Delahaye y los Clancy, unidas por los negocios y también por sus, un tanto conflictivas, relaciones personales, donde se mezclaban los celos y ciertos desequilibrios; aquí vuelven a ocupar un lugar destacado –ver lectura y recorrido de la serie–.

El muerto, Jimmy Minor, es un amigo de Phoebe. Minor es pequeño, como su apellido indica, y es pelirrojo, y es periodista en el Clarion. Jimmy Minor ya había aparecido en alguna novela precedente, sobre todo en la tercera, Elegy for April (En busca de April), donde era uno de los miembros del llamado cogollito, o grupo de amigos, que en cierto modo se desintegró a raíz de la desaparición de la misma April, cuyo motivo es la trama de esa novela. Y volvió a aparecer, de una forma menor, también en la cuarta, A Death in Summer (Muerte en verano). Y como en aquellas, en esta, su papel no deja de ser minúsculo, pero esta vez sin él no habría trama. Ahora es el muerto. Y es un muerto que, cómo no, vuelve a involucrar en las pesquisas tanto a Quirke como a su hija Phoebe, aunque ella de una forma diferente, como veremos.



Pues Quirke identifica el cadáver cuando va a practicarle la autopsia y es el encargado de ponerlo en conocimiento tanto del Detective inspector Hackett, como de su hija Phoebe. Pero mientras el padre toma parte activa en las investigaciones, a la hija, Phoebe, le pasan cosas. Phoebe, como ya describimos en su día en la anterior lectura es un ser apocado, a la que el descubrimiento de su verdadero padre ha afectado hasta el extremo de cambiar su carácter y se ha convertido en una mujer pasiva, sin aspiraciones, e incluso tendente a abalanzarse hacia los problemas, como ya ocurrió en The Silver Swan (El otro nombre de Laura), y como también ocurre en esta novela cuando aparece en escena, Sally Minor, la hermana gemela de Jimmy. Phoebe se podría definir como una mujer sin identidad.    

Phoebe, hija de Quirke, ahora vive en
Herbert Place, Dublin

Holy Orders está dividida en dos partes. En la primera parte, como más o menos ya hemos comentado, se producen el descubrimiento de la muerte de Jimmy Minor y las primeras averiguaciones sobre lo que estaba haciendo a la hora de morir: estaba investigando algo en relación con los tinkers. (Aclaremos esto un poco: los tinkers eran una especie de vendedores ambulantes irlandeses, de vida itinerante, como los gitanos, que se desplazaban en carromatos y que incluso tenían su propia jerga, como la novela muestra perfectamente y aclara el autor en una nota al final del texto.)

Y una segunda parte donde las pesquisas se dirigen, una vez más, hacia la asfixiante vida religiosa dublinesa, a ciertos miembros de esa cohorte, y su omnipotente y oscuro poder, valga la redundancia. Porque, como decimos, no es la primera vez que aparecen en escena dominando los flujos de poder que mueven o movían a la sociedad irlandesa de ese periodo, como ya se vio en la primera novela de la serie, Christine Falls (El secreto de Christine), y volvió a aparecer en la cuarta, A Death in Summer (Muerte en verano), con aquellos Caballeros de Sant Patrick.

Porque hay dos elementos indisolubles de la serie y que en esta novela aparecen en primer plano tanto o más que en las previas. Uno tiene que ver con esa sociedad dominada por el clero, por el catolicismo irlandés, ese reducto británico, inoculado como un cáncer dentro de su anglicismo, tan dominante, que se ve capaz de saltarse cualquier norma, tanto legal como moral, solo porque se siente totalmente invulnerable dentro de su territorio.

Gabriel Byrne como Quirke
en la serie de la BBC
Y el otro factor es Quirke. Quirke copa la pantalla –valga el símil porque acaban de estrenar la serie basada en estas novelas policiacas de Benjamin Black–, porque se muestra como lo que es, como un gran antiheroe, y decimos antihéroe porque está sustentado en fallas más que en cualidades, como todos nosotros, o por mejor decir, sus cualidades en realidad son fallas. Es un alcohólico sin solución, a pesar de algún intento perdido por redimirse. Es un padre que, durante los primeros veinte años de la vida de su hija, no permitió que ésta supiera que lo era, y ahora es incapaz de dar un paso de acercamiento. Y es incapaz porque es un ser dominado por su propia miseria. La miseria de ser un niño de orfanato, precisamente en un hospicio religioso, Carricklea, como no podía ser menos, y luego un niño adoptado, aunque su nueva familia no fuese en realidad lo que debería haber sido, como se muestra en El secreto de Christine. Y es un amante incapaz de amar, a pesar de su atractivo –como aquí se muestra con la mujer del tinker Packie the Pike, Molly– y por más que Isabel Galloway siga con él.

Porque Quirke, como la sociedad en la que se mueve y vive, tiene algo dentro que no es bueno, que lo corroe, que lo está destruyendo y no le permite atisbar la luz entre esa cortina de lluvia constante que es Dublín, o entre las volutas de humo que forman su aura o entre los hedores y los vapores destilados del whiskey o de cualquier otro tipo de alcohol que constantemente bebe. Y no estamos hablando de las alucinaciones que de vez en cuando tiene y que por primera vez aparecen en esta novela. Porque, aunque el misterio de la muerte de Jimmy Minor queda resuelto aquí, el misterio de estas alucinaciones o el misterio del horror dentro de Quirke es algo que nos queda por descubrir en la siguiente o siguientes.      




2006. Christine Falls (El secreto de Christine).
2007. The Silver Swan (El otro nombre de Laura).
2010. Elegy for April (En busca de April).
2011. A Death in Summer (Muerte en verano).
2012. Vengeance (Venganza). Lectura
2013. Holy Orders. (Órdenes sagradas). Lectura

viernes, 9 de mayo de 2014

La marca del meridiano, de Lorenzo SILVA





Si hay una característica que tengan en común el Brigada de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua y el pergeñador del mismo, autor Lorenzo Silva, esa es sin lugar a dudas la minuciosidad con la que uno se toma y desmenuza los casos y el otro los describe y desarrolla los argumentos. Y esa cualidad se ha ido acentuando a medida que avanzaban las novelas que el primero protagoniza y el segundo escribe, sobre todo a partir de la tercera de la serie. Y a eso se añade el esquema autoimpuesto por el autor de que todas las novelas tengan sus veinte capítulos –aunque en las dos últimas cierre con un epílogo que es otro capítulo más– y que sea precisamente ahí, en el último, donde tanto en el título del capítulo como en el interior del mismo encontremos el título de cada una de las novelas, a veces, incluso, llega al extremo de que ese mismo título aparezca en la última frase de la obra, como ocurre en El lejano país de los estanques, La niebla y la doncella y La reina sin espejo.

Seis novelas hasta ahora –aunque ya está anunciada la séptima de próxima lectura, ver bibliografía– forman la serie del perenne brigada Rubén Bevilacqua y de la sargento Virginia Chamorro, ambos investigadores de homicidios de la unidad central de la Guardia Civil. Seis novelas que suponen dentro de la cronología interna de la serie entre trece y catorce años transcurridos desde El lejano país de los estanques, donde Bevilacqua o Vila, para abreviar y no confundir, tiene 35 años y todavía es sargento, y donde la guardia primera Chamorro es una investigadora primeriza de apenas 24 años, hasta La marca del meridiano donde frisan uno el medio siglo y la otra se acerca al final de la década de los treinta. Y en ese interin, hemos ido conociendo, sobre todo en esta última novela como veremos, las vicisitudes personales de ambos personajes. Rubén, divorciado y con un hijo, aunque de esto la primera noticia que tengamos se produzca en la tercera de la serie, La niebla y la doncella, donde también presenciamos uno de los escasos episodios personales de Virginia, cuando abandona a un violento novio antidisturbios. Porque aunque aparezcan, siempre están en un segundo plano, ya por su escasa vida personal, ambos son tendentes a una vida tirando a solitaria, ya por que lo que en realidad llena su vida son los casos de los que se encargan, que terminan por absorber casi todo el tiempo del que disponen. Y eso tiene que ver con el puesto que ocupan en la unidad central de la Guardia Civil que les obliga a estar dispuestos a desplazarse a cualquier lugar de la geografía española, si es allí donde les reclaman.

Así –y este es otro elemento a resaltar en las novelas–, los lugares también toman un lugar destacado en cada caso, el primero transcurre en Mallorca, aunque la muerta, la bella Eva Heydrich, sea austriaca y a ello se refiera el título de la novela, El lejano país de los estanques –patria de Freud, citado junto a otros psicoanalistas o psicólogos por Bevilacqua, recordemos sus estudios de psicología, antes de ser guardia civil–, pero todo empieza y termina en la isla balear. Allí entre el lujo y la buena vida de los yates y las discotecas mallorquinas, sin olvidarnos de las playas, se desarrolla una trama donde las relaciones de pareja nunca son convencionales, y lo que pudiera en un principio ser un crimen por encargo se convierte al final en una rocambolesca historia de pasiones cruzadas y de casualidad.


El alquimista impaciente, en cambio, transcurre entre cierta zona de la alcarria de Guadalajara, donde hay una Central nuclear, y donde trabaja la víctima, el ingeniero Trinidad Soler, y Madrid. En este caso la doble vida del muerto es el elemento que se va destapando a medida que avanza la novela, y que termina por descubrirnos las malas artes empresariales como las culpables sin escrúpulos a la hora de competir por el euro. También en Madrid y en un pueblo de su provincia, Ciempozuelos, transcurrirá la quinta –y estamos dando un salto–, La estrategia del agua. Quizá es en cierto modo la más anómala, ya que el caso casi está resuelto desde el comienzo, a pesar de que las primeras pesquisas apunten a un asunto de drogas, porque de lo que se trata aquí no es tanto el descubrimiento del malo o la mala, sino de lo injusta que es la justicia y de las trampas que se le pueden poner, y más cuando se trata de un caso de la custodia de un hijo. Quizá sea una novela ideológicamente partidista, no en vano el propio Bevilacqua está divorciado y tiene un hijo, aunque ya cerca de los dieciocho años, pero la minuciosidad que hemos resaltado como la característica más importante de este autor y personaje aquí es llevada al extremo. El caso en sí se resuelve en apenas cinco días, de miércoles a lunes y, en una novela de algo más de 400 páginas, al primer día del caso se le dedican las primeras 182. Pero la muerte, por medio de un asesino profesional, de Óscar Santacruz no quedará impune y su hijo, de tan solo ocho años, vivirá sabiendo quién ha sido el culpable.

Retrocedemos a la tercera, La muerte y la doncella y volvemos a una isla, en este caso canaria, La Gomera, con el contraste entre su zona semidesértica y su selva de Laurisilvas, y nos encontramos con que Bevilacqua tiene que recuperar y resolver un caso que en su día no quedó del todo claro y donde hubo un juicio del que el presunto culpable salió inocente. La muerte de Ivan, un chico de veinte años, hijo de una madre un tanto extravagante, Margarethe van Amsberg, y metido en líos de drogas, se quedó en el aire cuando se exculpó al principal sospechoso, el político canario Goméz Padilla. Pero lo que de verdad nos encontramos en la obra es una trama de corrupción que envuelve a la propia Guardia Civil –motivo, el de la corrupción dentro del cuerpo, que volverá a aparecer en la novela que nos ocupa– y también uno de los escasos escarceos amorosos del irónico Rubén con la cabo Anglada destinada allí, en Canarias, y antigua compañera de Virginia.

Un pueblo zaragozano y Barcelona serán los paisajes que nos encontremos en La reina sin espejo, y será también la novela donde aparecerá por primera vez aquel subteniente Robles, que será el asesinado en La marca del meridiano, pero que aquí simplemente funciona para el reencuentro con su pasado de Bevilacqua ya que estuvo destinado durante tres años en Barcelona y Robles ejerció de maestro y cicerone. Pero en realidad la trama se aleja un tanto de esto, que se desarrollará muy ampliamente en nuestra novela, y nos sumerge en un asunto oscuro de una red de prostitución que sólo se descubrirá muy avanzada la novela y unas relaciones de pareja algo fuera de lo normal, pues la muerta, la presentadora de televisión, Neus Barutell y su marido, el escritor Gabriel Altavella, tienen, estando juntos, unas vidas sexuales totalmente independientes. Y de ahí viene el primer acercamiento al caso que en realidad es un cierto alejamiento. No podemos dejar de destacar las constantes referencias literarias con las que se juega en la obra y que tienen su culminación en el carácter simbólico de Alicia a través del espejo

Decimos que esta novela, siendo totalmente independiente, es como una anticipación de la última –hasta el momento–, La marca del meridiano, porque una serie de personajes se repiten, por ejemplo el mosso d’esquadra Riudavets, y, sobre todo, se desenmascara aquel secreto de la vida personal de Bevilacqua, que aquí está anunciado o, más bien, apenas sugerido. Porque La marca del meridiano aparte del descubrimiento de por qué han matado y antes torturado al ahora ya jubilado subteniento Robles, es el descubrimiento de esa vida pretérita, que le ha hecho como es, de aquel incipiente investigador Bevilacqua por las calles de Barcelona –aunque en el presente la novela también se mueva por La Rioja y Cantabria. Como en una novela anterior, La niebla y la doncella, esta también habla de la corrupción dentro del propio cuerpo de la Guardia Civil, pero sólo como metonimia de la corrupción que dentro de nosotros mismos también se da, un demonio o un animal, como se le llama en la novela, que algunos no pueden dominar y otros sólo mal que bien.

Castelldefels, localidad al sur de Barcelona
donde transcurre parte de la trama.

Por último sólo mencionar dos elementos que no quiero dejar sin comentar, los diálogos se sostienen constantemente por la propia idiosincrasia irónica de Ruben, pero esos diálogos sin un gran interlocutor, Virginia, no se sostendrían y no se sostendría ninguna de estas novelas. Todas ellas están hechas a través de ellos, como así se construyó el Quijote. Por eso, posiblemente, las relaciones de pareja no tienen por qué ser siempre del mismo modo, de ahí que aquí, como no podía ser de otro modo, haya una relación de pareja y como se observa en una de las últimas escenas en una playa barcelonesa, una relación de pareja donde los protagonistas se funden en un abrazo que supone, quizá, que esta sea una batalla ganada y no perdida como aquella última del ingenioso hidalgo.







2004. Nadie vale más que otro. [Cuatro relatos]
2013. "Antes de los dieciséis". [Relato online] 

lunes, 28 de abril de 2014

El hijo único, de Anne HOLT




Demonens død o, como se ha traducido aquí, El hijo único –evidentemente sin guardar fidelidad al título original, que se traduciría como "La muerte del demonio"–, es la tercera novela de la serie de la subinspectora del Grupo de Homicidios de la comisaría de Oslo Hanne Wilhelmsen. Hasta ahora se habían publicado en español las dos primeras y la última –de la que hice una lectura cuando salió su traducción en el 2013–, aunque ésta se sitúa bastante alejada de las siete primeras –ver bibliografía– tanto en el tiempo de su escritura como en la trama en sí, ya que Wilhelmsen ya había dejado de ser policía y se encuentra en una silla de ruedas y por tanto el caso tiene que ver más con la casualidad de que se encuentre en el tren y después en el hotel donde ocurren los hechos que con la necesidad de investigarlos, que en un principio brilla por su ausencia, como ya comenté en su momento.

Volviendo a la novela que nos ocupa, El hijo único se publicó originalmente en 1995 y se sitúa detrás de Blind gudinne (La diosa ciega) y de Salige er de som torster (Bienaventurados los sedientos), primera y segunda de la serie respectivamente. Y aunque apenas se aleja uno y dos años de las anteriores, su trama sí que tiene alguna diferencia con ellas, como iremos viendo.

La diosa ciega le sirvió a su autora para introducir a los personajes principales de la serie. Aquí por primera vez nos encontramos con la subinspectora Hanne Wilhelmsen y también con el fiscal adjunto Håkon Sand. La primera una persona hermética, muy celosa de su intimidad, que no sabemos muy bien si es debido a su homosexualidad, que por otro lado tiene perfectamente asumida, aunque se supone que es con respecto a los demás, en un ámbito, el policial, quizá donde pudiera estar no muy bien vista esa tendencia sexual, pero todo esto son apenas elucubraciones, pues da a entender la novela y la serie en general que el problema es más bien de la propia protagonista y su miedo a expresarse más que a otra cosa. En cuanto al fiscal adjunto, Håkon Sand, su carácter o su tara, si es que hablamos de esto, es más bien su cortedad, es decir, que no es un hombre con grandes dotes, y quizá comparado con los que le rodean, sea esa precisamente la característica que se destaca. Y más si tomamos en cuenta a Karen Borg, amiga de éste –que luego será algo más–, también abogada, pero en su caso estudiante ejemplar y con éxito en su carrera de abogada, aunque no en el ámbito de lo penal, que no es el suyo. A ellos habría que añadir a personajes algo secundarios como Billy T. o la pareja de Hanne, Cecilie, una médico, que en cuanto a personalidad se aleja bastante del hermetismo de su chica y de ahí algunos conflictos que se van a ir viendo en la serie.

Como decimos, la trama de La diosa ciega es bastante enrevesada, con una serie de muertes, la primera de un drogadicto, posiblemente ocasionada en un principio por la mula, un holandés llamado Han van der Kerch, pero que luego se va a complicar con el asesinato de un abogado, Hans A. Olsen, cuya conexión va a ser lo que les va a llevar a Hanne y a Håkon hacia una trama muy bien organizada y que se dirige hacia altos cargos de la justicia del país, y cuyo final no deja de resultar un tanto rocambolesco.

Algo más sencilla es la trama de Bienaventurados los sedientos, novela más corta, con menos aspiraciones, podríamos decir, y que tiene el tema de la violación de mujeres y del racismo como elementos vertebradores, aunque quizá éste último esté menos desarrollado. Unos escenarios cubiertos de gran cantidad de sangre, tanto humana como animal, pero sin víctimas, que aparecen todos los sábados, unido a la “errónea” violación de Kristine Haverstad, también ocurrida un sábado por la noche, hará que Hanne poco a poco vaya atando cabos y relacione ambos sucesos. Siguen trabajando codo con codo Wilhelmsen y Sand, aunque el fiscal adjunto tiende a tener menor protagonismo que en la primera de la serie.

Y todavía más, o menos, en El hijo único donde ni siquiera aparece. Hanne Wilhelmsen ha sido ascendida, ha pasado de ser una mera investigadora a ser subinspectora –aunque ya lo era antes, no sé si por algún error de traducción–, el caso es que su labor actual debería ser la de coordinar y dirigir a sus investigadores, entre los que se encuentra el grandullón Billy T., que ya había aparecido en las anteriores, pero simplemente como compañero de promoción y amigo –es el único que sabe de su homosexualidad–, y como miembro de los antidisturbios, mas ahora está bajo las órdenes de Hanne como investigador de homicidios, junto a Erik Henriksen y Tone-Marit Steen.



Pero, como decíamos anteriormente, esta novela se separa algo de las dos previas y no sólo por la no participación de Håkon Sand, sino porque el protagonismo adquirido por las víctimas-asesinos es mayor. En este caso el hogar de acogida donde se cuida a los niños huérfanos o con problemas familiares, el entorno de la casa, los trabajadores de ella, los propios niños tienen un desarrollo aparte, están más trabajados, intentando la autora dar mayor realce a estos elementos de la trama, incluso hay capítulos donde es la madre de Olav la que nos va narrando la infancia de este, como dándonos las bases de su carácter conflictivo. Es decir, que el elemento policial corre paralelo a este otro. Eso no quiere decir que en las anteriores no hubiese también un desarrollo de esa parte, pero quizá se le daba menor protagonismo que en esta, destacándose más la labor policial.

Y a lo mejor es por eso por lo que el final de la novela nos deja un poco, como diríamos, insatisfechos con los policías, con Hanne y con el resto, pero quizá eso no es achacable a esta novela, quizá no lo es porque en realidad si tenemos en cuenta todos los finales de las anteriores, el llegar siempre tarde o a destiempo, el que la casualidad juegue un papel demasiado importante, el que a pesar de descubrir finalmente todo el embrollo, eso no sirva de nada o de casi nada, en fin, todo eso nos deja la impresión de que, por mucho que se resalte en las sucesivas novelas la pericia de Hanne Wilhelmsen, ésta no sea tan destacable como parece.      

A lo mejor –y estamos buscando una explicación alternativa–, a lo mejor, decimos, los finales son así porque la justicia, si es que la hay, termina siendo, como rezaba el título de la primera de las novelas de la serie, termina siendo total y absolutamente ciega: La diosa ciega o, en su noruego original, Blind gudinne.






(1) 1993. Blind gudinne (La diosa ciega).
(2) 1994. Salige er de som tørster (Bienaventurados los sedientos).
(3) 1995. Demonens død (El hijo único). Lectura
(4) 1997. Løvens gap (En las fauces del león). Lectura
(5) 1999. Død joker.
(6) 2000. Uten ekko. Escrita con Berit Reiss-Andersen.
(7) 2003. Sannheten bortenfor.
(8) 2007. 1222 (1222). Lectura 

2006. Presidentens valg (Una mañana de mayo). [Pertenece a la serie de la profiler Inger Johanne Vik y del policía Yngvar Stubø, pero aparece Hanne Wilhelmsen, ya retirada de la policía y en silla de ruedas, como amiga de Vik. Ver lectura de la serie]