No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.

martes, 27 de enero de 2015

Prótesis, de Andreu MARTÍN




Hoy, al inicio del 2015, vamos a inaugurar una nueva sección del blog. Sí, este es un blog de lecturas de series de novelas policiacas, de detectives de novelas policiacas. Sí, no va a dejar de serlo, pero vamos a agregar algunas lecturas imprescindibles –o que creemos imprescindibles– para un buen lector de novela policiaca o negra o de misterio e intriga o de enigma, o, como quieran llamarlas. Esas novelas o cuentos –también los habrá, posiblemente– no caben dentro de una serie, porque no forman parte de ninguna, son únicas y se valen por sí mismas, es decir, son unas “fuera de serie”. Por los dos motivos que de alguna manera acabamos de sugerir: por su calidad única y por su exclusión de cualquier serie policiaca.

Primera edición de la novela en
Sedmay ediciones, 1980
Y este excursus introductorio sólo era para dar pie a la lectura de Prótesis, la novela de Andreu Martín. Andreu Martín es uno de los grandes de la novela negra o policiaca española –podríamos decir, aunque no sé cuántas veces estará ya dicho, que junto a Vázquez Montalbán (ver lectura de su serie de Carvalho), Juan Madrid (ver lectura de su serie de Toni Romano), González Ledesma (ver lectura de su serie de Méndez) y Julián Ibáñéz (próxima lectura de Novoa) podría formar un buen quinteto titular en cualquier cancha de baloncesto para bajitos (como buenos representantes de la raza), pero con pistola de largo alcance–, pero no lo vamos a decir porque ya está dicho suficientemente.

Andreu Martín
Pero lo que sí decimos –aunque ya esté dicho también suficientemente– es que para un lector de novela negra es imprescindible leer Prótesis, aunque no pertenezca a serie alguna, o precisamente por eso, por ser algo tan independiente –que no diferente, aunque también– por ser algo único y, ante todo, fuera de serie: Es una novela fuera de serie. Una novela buena donde las haya por estructura o andamiaje y complexión y por escritura o, llamémoslo, estilo, donde el protagonismo no está tanto en la investigación, puesto que apenas la hay, aunque la haya, porque el punto de vista está fijo en la parte oscura de el Migue o el Dientes, como él quiere que le llamen ahora, a pesar de que en la segunda parte sí haya unos policías que investigan ese robo a un furgón blindado que es el punto de inflexión de toda la novela.

Porque antes –la novela está dividida en dos partes– la obra nos va sumergiendo en los antecedentes, no del robo, que también, sino del protagonista, de Miguel Vargas Feinoso, alias el Migue, antes el Gachí, ahora el Dientes, en cómo ha llegado donde ha llegado, no a planificar un robo, esa es la excusa, o a perpetrarlo, no, sino a buscar venganza, ha llegado la hora de devolver a el Gallego, ese que le dejó la cara deformada y llena de cicatrices, y, sobre todo, ese que le dejó sin dientes, los que tiene son una prótesis –de ahí el título– que mira todas las mañanas cuando está acostado, y sus dientes, es decir, los dientes que ahora lleva, se encuentran sumergidos en un vaso de cristal, con agua y una pastilla de Corega Tabs. Esos dientes, dientes de sonrisa de calavera, son la imagen obsesiva de todos los días, que no le dejan olvidar, y el motivo de todos los hechos posteriores, porque el robo del furgón blindado, decíamos, es sólo la excusa para enfrentarse, ahora sí, en igualdad de condiciones con el Gallego, aquel policía, ahora simplemente es un guarda de seguridad metido en un furgón blindado, aquel policía que le dejó mirando todas las mañanas la sonrisa de calavera.  




Y que se cargó al Cachas, de un disparo que le hizo saltar un ojo, mientras huían, el Cachas y el Migue, de el Gallego y de los otros policías, y que se cargó no sólo a el Cachas de un disparo que le hizo saltar un ojo –imagen recurrente (otra) que tiene el Migue, ahora el Dientes, metida en la cabeza– sino que se cargó con ello la pandilla de el Cachas, aquella que formaban el Cachas, el Chava, el Marujo y el Migue. Y que se llevó por delante, luego, después, en el interrogatorio, los dientes del Migue y con los dientes le destrozó la cara y le destrozó la vida. Porque no fue tanto el que posteriormente, después de aquello, se pasase sus años en la cárcel, y fuese la chica del Caro, porque el Caro se portó bien con él, tanto en la cárcel como al salir de ella, no, no, lo que pasó es que sin los dientes, lo único que ocupa la vaciedad de sus existencia, el hueco de los dientes sólo lo rellena la prótesis de la venganza, porque para lo único que vive el Migue, ahora el Dientes, es para saldar cuentas con el Gallego; el Gallego, que después de aquello tampoco volvió a ser el mismo, porque aquello también fue un antes y un después para él, le expulsaron del cuerpo e, incluso, estuvo internado, porque para el Gallego, su actual existencia, como guarda de SEGURTRANS, ha dejado también de tener sentido, y se da cuenta, mientras se produce el robo y reconoce a el Migue que todo puede volver a ser como antes.

Y eso, el final, los angustiosos días finales, revolcado en la mierda, en ese piso de alquiler, que le sirve de guarida y de pocilga después del robo, junto a la Nena –la Nena, que de algún modo, también formó parte de la cuadrilla del Cachas en aquellos tiempos–, esos angustiosos días, decimos, hasta ese reencuentro, que el Migue lleva esperando toda su vida desde aquello y que el Gallego, de alguna forma, también lo espera, como una catarsis, como un resurgir de lo que fue pero que ya no es, esos días, donde los policías Sevilla y, sobre todo, Correa se huelen algo raro, algo que no encaja en todo ese tinglado del robo del furgón blindado, esos días son sólo el anticipo del enfrentamiento, porque toda la novela nos empuja hacia allí, hacia ese final. Un final negro de violencia extrema. Un final que sólo destella por la inocente sonrisa de la Nena cerrando el círculo.

Acabamos: esto es sólo un resumen-comentario de una de las mejores novelas negras escritas en España. Léanla, por favor, por favor, léanla. Y verán. Ahora deberían venir todos aquellos calificativos que incitan la lectura, todos esos que aparecen en las contraportadas de los libros o en las reseñas que nos anticipan las novedades. Pero no, esto no es una novedad ni necesita de calificativos altisonantes. Esta es una novela de hace exactamente 35 años, pero ¿y qué? Cuando algo merece la pena, no importa la edad o sí, quizá, como los buenos vinos… En fin, Andreu Martín es uno de los grandes y esta novela es la más grande que ha escrito –no hemos podido evitarlo. Fuera de serie.   




Bibliografía de Andreu Martín (sólo libros de novela negra y policiaca)


1979. El señor Capone no está en casa.
1979. Aprende y calla.
1980. A navajazos.
1981. La otra gota de agua.
1982. Por amor al arte.
1983. Si es no es.
1984. El caballo y el mono.
1984. Amores que matan, ¿y qué?
1986. El día menos pensado.
1987. La chica que lo enseñaba todo.
1987. Crímenes de aficionado.
1988. Barcelona Connection.
1988. A martillazos.
1988. El que persigue al ladrón.
1990. Lo que más quieras.
1990. Jesús en los infiernos.
1992. El hombre de la navaja.
1994. Por el amor de Dios.
1995. Jugar a matar.
1998. Vainqueurs et cons vaincus.
2000. Bellísimas personas.
2002. Juez y parte.
2002. Los miedos de la ciudad sin miedo.
2002. Schneken mit Kaninchen (Conejo con caracoles).
2002. Corpus Delicti.
2003. Guerra ciega.
2004. Asalto a la Virreina. (Junto a Carlos Quilez)
2005. Con los muertos no se juega. (Junto a Jaume Ribera)
2005. La clave de las llaves. (Junto a Jaume Ribera)
2005. Impunidad. (Junto a Verónica Vila-San-Juan)
2006. La monja que perdió la cabeza. (Junto a Jaume Ribera)
2006. Piel de policía. (Junto a Carlos Quilez)
2006. El blues del detective inmortal.
2007. El blues de la semana más negra.
2007. Si hay que matar, se mata. (Junto a Jaume Ribera)
2007. De todo corazón.
2009. El blues de la ciudad inverosímil.
2009. El blues de una sola baldosa.
2011. El cómo del crimen. (Junto a Jaume Ribera)
2012. La vida es dura.
2013. Sociedad negra.
2014. Les escopinades dels escarabats no arriben al setè soterrani del pedestal on s’aixeca la meva estàtua.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Ofrenda a la tormenta, de Dolores REDONDO




Bien. Ya tenemos el cierre de la trilogía que se sitúa en el valle del Baztán. Ya tenemos la última novela de la misma, Ofrenda a la tormenta –aunque por lo que parece no va a ser la última novela de la protagonista, la inspectora jefe Amaia Salazar, el cierre de la novela nos da pie a pensar en que habrá una siguiente y que posiblemente nos traslademos a Estados Unidos junto al agente del FBI, Aloisius Dupree, pero eso es otra historia–. En apenas dos años han salido de la nada o, mejor dicho, de la cabeza de Dolores Redondo, tres novelas a un ritmo trepidante o al menos a un gran ritmo.

Como el que presenta esta novela y en general la serie. El ritmo es capital en determinadas novelas de intriga o, llamémoslos, thrillers, y en este caso, en esta última novela en particular, el ritmo es casi perfecto, lleva al lector con una gran intensidad, suministrándole los datos de una forma sostenida y desvelándole poco a poco, pero con gran precisión los elementos que van rellenando los huecos, las piezas del puzzle, hasta completar el cuadro perfectamente. Pero quizá ese ritmo de escritura –y también de edición– se debe de acompañar de alguna que otra revisión más, ya que no puede ser que el padre de la niña fallecida y su presunto asesino, Valentín Esparza, sea apuñalado por un compañero de celda cuando ya está en prisión y muera, como nos informan en la página 179, y poco después a partir de la página 314 se sostenga que se ha suicidado. Y eso no puede ocurrir por la sencilla razón de que además no es un caso lateral, sino precisamente el inicio de todo lo que viene después, la novela empieza precisamente con la descripción del asesinato de esa niña. Ya, ya nos damos cuenta de que eso sólo es una excusa para enlazar o, mejor, iniciar todo el entramado de los asesinatos en serie de niñas casi recién nacidas que es el meollo de toda la novela, pero, por favor, que es precisamente eso, el principio.

En fin, no nos detengamos en los problemas. Porque como hemos dicho al principio, la novela no decae, nos atrapa bien, nos lleva bien. Siempre, claro, que ya hayamos entrado en la trilogía a través de las otras dos de la serie, porque como no puede ser de otra forma en una trilogía, la última es como el cierra de las otras también –aunque sí, se puedan leer independientemente–, además, en este caso, se quedaron muchas cosas pendientes que provenían de Legado en los huesos como para no necesitar de una continuación y de un fin, que es lo que se da en Ofrenda a la tormenta.

Recordemos, en El guardián invisible el culpable era el Basajaun mientras que en Legado en los huesos era el Tarttalo –ver la lectura de ambas novelas que ya hemos realizado– y aquí los asesinatos de esas niñas que se han ido produciendo a lo largo de los últimos veinte o treinta años se achaca a Inguma, otro ser mitológico, que necesita del último aliento de niñas apenas nacidas como ofrenda para que las cosas les vayan bien o muy bien a los que creen en él. Y entre los que creen en él está o estaba la madre de Amaia, que se da por desaparecida al cierre de la anterior novela, pero que en la mente de la inspectora sigue estando ahí y es lo que la lleva a insistir y a buscar con más ahínco entre ese entramado que se ha ido creando que mezcla lo mitológico de una cultura apenas conocida, la vasca, y los asesinatos de niñas, sean o no envueltos y disimulados bajo la apariencia de la muerte súbita del bebé, un nombre que sirve para nombrar un hecho que en sí mismo no tiene ninguna explicación científica.

Nuevamente nos encontramos con los conflictos familiares entre las mujeres de la familia de Amaia, entre Ros, que sigue llevando el obrador familiar, y que fue tan protagonista en la primera de las novelas, puesto que ahí se cocinaba el txantxigorri, y Flora, que regresa a Elizondo para hacer el funeral de su madre y que no puede dejar de intentar dominar como siempre lo ha hecho. Pero también están los conflictos en la comisaría, aunque en este caso sea con el jefe Iriarte por el carácter un tanto individua(lista) de la inspectora, a lo que se une lo que pasa con el mejor compañero de Amaia, Jonan. Y, por último, aquí está también el coqueteo constante que se trae con el juez Markina, que se verá entremezclado con los problemas de pareja que empieza a tener con su marido, el escultor americano, James. Pero es este último conflicto, el de la atracción mutua entre el juez y Amaia, el quid de todo el desenlace de la novela y que, desgraciadamente para la misma, es, quizá, demasiado evidente desde casi el inicio de la misma.

Resumiendo, el escaparate sigue siendo perfecto, el valle del Baztán da mucho juego porque se entremezcla con esa mitología y esa lengua vasca tan desconocida fuera de allí. Las tramas y el ritmo de las novelas está muy bien conseguido, te va llevando con una gran sutileza y sin que te des cuenta lees las páginas sin darte cuenta, pero sigue habiendo algunos elementos… Que nos hacen poner siempre unos puntos suspensivos detrás como diciendo si no se podría haber evitado eso, si no hay algunas cosas que deberían haber estado mejor pensadas, mejor elaboradas, mejor entramadas, si esto es un problema de escritura o de estructura o es un problema de dar a los lectores algo demasiado fácil, demasiado obvio, como creyendo que éstos, los lectores de novela policiaca, no necesitan de nada más que de unas extrañas muertes, salpicadas de un poco de mitología, que casa muy bien con un entorno idílico y bello, y una inspectora héroe o, mejor dicho, heroína, y ya está.

Hondarribia, donde desemboca el río Bidasoa o, como se llama en Navarra, el río Batzán, lugar de desenlace de la novela

Y ya está, eso es lo que tenemos. 

Y la pregunta es, ¿nos conformamos?
    





(3) 2014. Ofrenda a la tormenta. Lectura

domingo, 14 de diciembre de 2014

Pájaro callejero, de Janwillem Van de WETERING




Janwillem Van de Wetering
Janwillem Van de Wetering fue un autor apreciado por el mundo editorial en español allá por las décadas de finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, pero olvidado desde entonces para nuestra desgracia. En aquella época se llegaron a traducir y publicar ocho de los catorce libros –si bien tres los escribió posteriormente [ver bibliografía abajo]– de la serie de los policías Grijpstra y De Gier de la Brigada Criminal de la Policía Municipal de Amsterdam repartidos entre dos grandes colecciones: Etiqueta Negra de Júcar y Crimen & Cía. de Versal. Pero desde entonces, y creo que estamos hablando precisamente de la edición de Pájaro callejero que fue en 1990, no se ha vuelto a saber nada de este raro y curioso escritor de novela policiaca ni de esta no menos original serie, con personajes extraños pero a la vez cercanos, con diálogos irónicos y a la vez con un toque sutil de sarcasmo y humor y con tramas elaboradas y nuevas situadas en los canales no menos atrayentes de Amsterdam, propios para mostrarnos las trampas de la pornografía legal y del suministro de estupefacientes en la frontera de esa legalidad.

A la espera de que hagamos una lectura que pretenda ser un recorrido de la serie, al menos de los títulos publicados en español –que será pronto–, nos vamos a centrar en The Streetbird (Pájaro callejero), la novena de la serie y, como hemos dicho antes, la última que se tradujo y publicó al/en español.

En The Streetbird o Pájaro callejero los personajes ya están completamente establecidos, hay ocho títulos antes, y tanto el Brigada –o brigadier o , en esta traducción, ayudante (de las tres formas se traducido su cargo policial en las distintas traducciones)– Hank Grijpstra como el sargento Rinus de Gier siguen ocupando el lugar destacado que el autor les ha ido dando. A ellos se une el comisario –que empezó a tener protagonismo a partir de la segunda de la serie, Tumbleweed (Arrastrado por el viento)–, el jefe de ambos, del que sólo sabemos su nombre de pila, Jan, y de sus constantes problemas de reumatismo, y que junto a los otros dos forma el trío protagonista.

En este caso todo se inicia con el asesinato de uno de los príncipes de los bajos fondos de Amsterdan, el príncipe Obrian, que junto a Gustav y Lennie forman la cúspide de los que dominan la prostitución y el suministro de drogas en el centro de Amsterdam. Luku Obrian muere acribillado a balas muy cerca de una comisaría de ese distrito central de la ciudad y Grijpstra y De Gier se desplazan allí para intentar solucionar el caso. Por ello trabajan codo con codo con el joven policía Cardozo otro que ha ido agrandando su protagonismo a medida que iba avanzando la serie y con los integrantes de aquella comisaría: Jurriaans, el alma mater de la misma, la atractiva ayudante –o brigada– Adèle y los violentos Karate y Ketchup, a los que se une un miembro de la reserva de la policía, Varé, de raza negra y novio de Adèle, que les aporta sus conocimientos de la cultura supersticiosa y cercana a la brujería de los miembros de esa comunidad negra que comienza a ser muy abundante en las cloacas de Amsterdam.


Porque el caso y el libro se mueve en dos frentes, por un lado el descubrimiento de esas supersticiones, de esa terminología particular y de esas prácticas nocivas en las que creen los inmigrantes que provienen de Surinam, como el asesinado Luku Obrian, y los pasos vacilantes para desentrañar el caso de nuestros dos protagonistas y Cardozo dentro de los miembros de esa comisaría, una comisaría que se enfrenta a diario precisamente con los tres mafiosos que dominan los entresijos de los bajos fondos de la capital de los Países Bajos.


Mientras todo eso va ocurriendo, y en paralelo, nos encontramos con el comisario, que se ha introducido subrepticiamente y sin que ningún miembro policial esté al tanto en un hotel situado en la zona, para intentar entresacar información por su cuenta. Ese hotel casualmente es de la amante de Grijpstra, Nellie, una antigua prostituta que precisamente es vecina de Tío Wisi, un anciano negro experto en estas cuestiones de brujería y que ha mantenido una cierta relación con el asesinado Obrian.

Hasta aquí el planteamiento del caso. Pero lo interesante tiene que ver más con lo que no se dice, lo que se oculta en el comportamiento de todos. Porque al final todos se van mostrando y van actuando de una forma aparente o, llamémoslo, superficial, mientras que en el interior, en el fluir de los circuitos internos, todo se digiere de una forma distinta. Así las dos investigaciones –la del comisario y la de Grijpstra y De Gier– van a parar al mismo punto, a la casa de tío Wisi, pero eso sirve sólo para explicar el lado, llamémoslo, supersticioso de la trama, esas voces provenientes de la cultura negra, que provocan miedo más por desconocimiento que por sí mismas; pero por otro lado la investigación oficial, la que proviene de la comisaría, va por el camino trillado, la de la búsqueda de los otros dos matones del hampa de Amsterdam, Gustav y Lennie.

Centro de Amsterdam

Nos encontramos, pues, con una conjunción de elementos, trazados con maestría por el autor, que desembocan en unos diálogos brillantes, en unas escenas y situaciones originales y en muchos casos extravagantes, en unos personajes, sobre todo los centrales, muy bien dibujados, perfectamente perfilados, también extraños, únicos cada uno de ellos y por tanto distintos, con una rasgos perfectamente delimitables y, por último, una trama bien trazada, en la que lo más fácil permanece oculto en una madeja de canales y calles en las que los transparentes escaparates donde se exhiben las prostitutas es lo único que de verdad se muestra sin remilgos porque el resto, lo que ocurre una vez corridas las cortinas, entra dentro del viaje del que consume los estupefacientes de tan fácil circulación por esos mismos canales de Amsterdam.
   





(1) 1975. Outsider in Amsterdam (Extranjero en Amsterdam).
(2) 1976. Tumbleweed (Arrastrado por el viento).
(3) 1976. The Corpse on the Dike (Muerte en el dique).
(4) 1977. Death of a Hawker (Víctima sin rostro).
(5) 1977. The Japanese Corpse.
(6) 1978. The Blond Baboon.
(7) 1979. The Maine Massacre (Masacre en Maine).
(8) 1981. The Mind-Murders (Dios los cría…).
(9) 1983. The Streetbird (Pájaro callejero). Lectura
(10) 1985. The Rattle-Rat.
(11) 1986. Hard Rain (Malos tiempos). Próxima lectura
(12) 1996. The Hollow-Eyed Angel.
(13) 1994. Just a Corpse at Twilinght.
(14) 1997. The Perfidious Parrot.


1999. The Amsterdam Cops: Collected Stories. (Relatos)



Nota: Los títulos y año de edición se han elaborado teniendo en cuenta su publicación en inglés, ya que las traducciones al español se han efectuado a partir de ese idioma. En realidad Jenwillem Van de Wetering escribía sus libros tanto en inglés como en holandés, no traducía del uno al otro, sino que adaptaba su escritura al idioma original de sus lectores.