No son series de televisión, aunque permiten una secuencia. No son series de televisión policíacas, aunque pueden ser la raíz y son policíacas. No son asesinos en serie, aunque los hay. Son series de detectives o investigadores: Marlowe, Rebus, Conde, Beck, el agente de la Continental, Bosch, Morck, Jaritos, Romano, Grens, Grave Jones y Coffin Johnson, Sejer, Bevilacqua, Wilhelmsen, Adamsberg, Erlendur... Y se sitúan en cualquier lugar, son de cualquier lugar: la muerte está en todas partes.
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viernes, 31 de enero de 2014

Paisaje de otoño, de Leonardo PADURA

Tetralogía de Las cuatro estaciones)


Portada de Paisaje de otoño (MAXI)Paisaje de otoño –aprovecho su reciente edición en bolsillo (Maxi de Tusquets) para hacer una lectura que es una relectura de esta novela– cierra el ciclo de "Las cuatro estaciones". Es el último caso en el que Mario Conde interviene como teniente de la policía, como investigador de la policía, puesto que abandona el puesto precisamente ahí para ser lo que siempre ha querido ser: un escritor escuálido, de historias escuálidas y conmovedoras.

En realidad la novela nos cuenta dos historias, la de la muerte de Miguel Forcade –un exiliado cubano en Miami que regresa a La Habana debido a la enfermedad de su padre– y la de la muerte de Conde como policía, pero en realidad nos está contando algunas otras más o muchas más, pero que se resumen en una sola. Hay una sola historia y es la del huracán Félix.

Los huracanes en la zona del Caribe son algo cíclico y por tanto algo que ocurre más veces de lo que uno piensa, y a su paso, al paso del huracán, todo lo que estaba de pie cae. Y lo que viene después tiene que ser, no puede dejar de ser, un nuevo inicio. Cuando uno se cae debe levantarse, se tiene que levantar, con ayuda o sin ayuda, pero el primer impulso siempre tiene que ser de uno mismo. Pero ¿de verdad nos caemos porque nos tiran, es la naturaleza externa la que nos empuja o son nuestras propias decisiones o indecisiones las que nos impelen a la caída, es nuestra propia naturaleza llena de incertezas la causante? Esa es la pregunta que flota –como el cadáver de Miguel Forcade– constantemente en la novela.


Ha habido una purga en el departamento de policía al que pertenece Mario Conde. Se ha descubierto que muchos de sus compañeros estaban salpicados por la corrupción. Los descubiertos han sido expulsados, pero también el jefe de todos, el mayor Rangel, que aunque no estaba implicado, si lo estaba por haber confiado en quienes no debería haber confiado. Esa es la excusa perfecta que Mario Conde necesitaba para abandonar la policía: su fidelidad al Viejo, como él llama al mayor Rangel, su amistad con él.

Pero su nuevo jefe, el coronel Molina, tan distinto a Rangel, le propone un trato: Conde resuelve el caso del asesinato de Miguel Forcade y él le firma la carta de renuncia. Tiene tres días para solucionarlo. Y el plazo se cumple justo el día de su treinta y seis cumpleaños.

Protagonistas de esta historia policial: El asesinado Miguel Forcade Mier, de unos cincuenta y tantos años, antiguo Segundo Jefe de la Dirección Provincial de Bienes Expropiados y ex Subdirector Nacional de Economía y Planificación, que había desertado en 1978 en un viaje con escala en Madrid donde se queda para posteriormente instalarse en Miami. Su mujer Miriam, rubia no natural, unos veinte años más joven, de muslos prietos. Hermana a su vez de Fermín Bodes, amigo de Miguel, pero que acaba de salir de la cárcel después de unos diez años en ella, condenado por malversación. Y el antiguo novio de Miriam, Adrián Riverón, con un gran curriculum como estadista económico, pero que ha caído en desgracia en el régimen actualmente, debido entre otras cosas a su relación con Forcade. Y, el último, otro antiguo dirigente, Gerardo Gómez de la Peña, que como la familia de Forcade vive en El Vedado, o mejor dicho, en El Nuevo Vedado, un barrio exclusivo de La Habana, con sus grandes casas y mansiones.


Matisse
Y en esa casa, en la de Gómez de la Peña, nos vamos a encontrar con una pintura (no será la única vez que Leonardo Padura recurra a la excusa del arte para crear una novela, lo veremos en Herejes. Ver lectura), Paisaje de Otoño –aquí empezamos con las dobles historias–, un pequeño óleo de la época postimpresionista de Matisse: un borroso paisaje otoñal de una pequeña calle y sus árboles y con (o sin) una pequeña mancha amarilla al fondo que supuéstamente es un perro. ¿Puede ser ésta la causante del asesinato de Miguel Forcade? Porque Forcade ha regresado para llevarse lo que en su primera partida no se pudo llevar y que le reportará unos cuantos millones, que es lo que él necesita para vivir a lo grande como siempre ha vivido y siempre ha querido vivir: con el poder que da el dinero. O será una pequeña escultura en oro de Buda de la dinastía T’ang, también valorada en millones de dólares, lo que ha venido a buscar –guiño a El Halcón Maltés de Hammett– para regresar triunfante a Miami. Da igual. El caso es que la novela policiaca se resuelve sabiendo que la codicia y la venganza siguen siendo los motivos principales de un asesinato sea este el caso o no.

Portada de Pasado perfecto (MAXI)Pero lo que de verdad resuelve la novela es que toda decisión importante lo que provoca en un primer momento es una devastación. Como la de Andrés, uno de los amigos de Mario Conde, ese médico bien casado con dos hijos que trabaja con gran mérito en un hospital pero que decide que a pesar de todo esa no es la vida que quiere y que necesita romper con todo y empezar de nuevo. O la de antes de Cándito el Rojo que ha decidido acercarse a Dios, él que ha sido siempre un crápula. O la del propio Mario Conde que justo en el día de su cumpleaños, el 9 de octubre, en pleno otoño y con la inminente llegada del huracán Félix, ha decidido abandonar la policía y empezar a escribir sus historias escuálidas y conmovedoras que siempre ha querido escribir, aunque se tenga que conformar por ahora con escribir la historia perdida de los amigos, de esos amigos que momentos antes estaban en la fiesta de su cumpleaños en casa de su gran amigo el Flaco Carlos, que ya no es flaco y sí gordo y en silla de ruedas, donde la madre de éste, Jose, ha preparado una cena ejemplar cocinada en su cabeza como siempre, y donde hasta Tamara, su enamorada del Pre estaba presente, y es ahí donde esa historia surge, la historia de un Pasado perfecto que es como se inicia el ciclo de "Las cuatro estaciones" y como finaliza en esta Paisaje de otoño, una novela perfecta.     
        
  


Tetralogía de Las cuatro estaciones


Portada de La cola de la serpiente1991. Pasado perfecto. [Las cuatro estaciones. Invierto, 1989]
1994. Vientos de cuaresma. [Las cuatro estaciones. Primavera, 1989]
1997. Máscaras. [Las cuatro estaciones. Verano, 1989]
1998. Paisaje de otoño. [Las cuatro estaciones. Otoño, 1989] Lectura

2001. La cola de la serpiente (reescrita en 2011). [Primavera, 1989]

2001.Adiós Hemigway. [Verano, 1997]
2005. La neblina de ayer. [Verano, 2003]
2013. Herejes. [Septiembre, 2007] Lectura



lunes, 7 de octubre de 2013

Herejes, de Leonardo PADURA

Mario Conde es un triste recordador. Así más o menos lo describe su amigo el Flaco Carlos, que ya no es flaco, sino un gordo enclaustrado en una silla de ruedas, pero amigo, el más amigo entre los otros amigos. Porque si algo salva a Mario Conde y le hace ser como es son sus amigos. En todas las novelas de la serie las conversaciones, los encuentros y las ayudas de sus amigos, junto a las borracheras, las evocaciones, las nostalgias y las rememoraciones están presentes. El Flaco Carlos, ya mencionado, el Conejo, Candito el Rojo, Andrés –que emigrará a Miami en Paisaje de Otoño–, a los que se unirá Yoyi el Palomo ya en La neblina de ayer y en esta última Herejes.

Hablando de Herejes, publicada este mismo año, nos asalta la duda de si incluirla en la serie. Sale Mario Conde y tiene cierta investigación policial en la tercera parte, pero…


En realidad son las cuatro primeras, llamadas "Las cuatro estaciones", las que presentan todas las características del género. Aquí Mario Conde es un teniente investigador de la policía, le ayuda el sargento Manolo y en las cuatro hay un caso por resolver. En la primera, Pasado perfecto –invierno–, será la desaparición de Rafael Morín, ex compañero de Mario y los otros en el Pre de La Víbora, casado con Tamara, el amor imposible de Conde, también del Pre, y jefe de la Empresa de Importaciones y Exportaciones del Ministerio de Industrias cubano. Y lo que parece es lo que es, la ambición y la codicia, son elementos que se dan en cualquier lado y si además se junta con la pobreza cubana en un régimen que se descompone a pesar de todo –o que siempre ha estado descompuesto–, entonces tenemos lo que buscamos. En Vientos de cuaresma –primavera– será la muerte de una maestra de ese mismo Pre donde en su día estudiaron el Conde y sus amigos, pero esta vez bajamos del mundo de arriba al de abajo, al mundo de las drogas y de los bajos fondos. Volvemos a subir para encontrarnos lo mismo en Máscaras –verano– y nos metemos en el ambiente de la homosexualidad en Cuba con la muerte del hijo de un diplomático, Alexis Arayán. Y en Paisaje de otoño será un emigrado, Miguel Forcade, dejado volver a la isla por la enfermedad de su padre, pero emigrado debido a su anterior cargo oficial al frente de las expropiaciones de bienes culturales tras la Revolución. Nuevamente la ambición y la codicia y las ganas de salir de un ambiente de penuria, pero rico o con algo, un Matisse, que le pueda ayudar a tal fin, aunque su muerte tangencialmente quizá no tenga que ver con ello.


La cola de serpiente, sin ser de "Las cuatro estaciones", se circunscribe en el mismo año, a finales de la primavera, y ocurre cuando Mario Conde todavía es policía. Ahora es un caso que ocurre en el barrio chino de La Habana, la muerte de Pedro Cuang, que tiene que ver con el padre de una compañera policía de el Conde, Patricia Chion, y nos sumerge en un ámbito distinto, el de los inmigrantes chinos en La Habana y su integración en ésta.

En cambio en Adiós, Hemingway y La neblina de ayer, el Conde ha dejado de ser policía, su despido voluntario sucedió en Paisaje de otoño y ahora es –llamémoslo así– un buscador de libros antiguos, aunque en Adiós, Hemingway aún no esté desarrollado del todo. Lo que tienen en común ambas es el elemento de recuerdo de un misterio que ocurrió en el pasado. En el caso de la primera de las dos, es un posible asesinato de un agente del FBI ocurrido en la casa donde Hemingway vivía en La Habana. Aquí es Manuel Palaciós, ya teniente, el que de alguna forma rescata a Mario Conde para que le ayude con las pesquisas. En cambio en La neblina de ayer será Mario Conde el que necesite del policía para investigar algo que tuvo que ver en cierto modo con su padre, la desaparición de una cantante de boleros, Violeta del Río, que se mezcla con un asesinato, el de Dionisio Ferrero, propietario junto a su hermana de una majestuosa biblioteca que quiere poner en venta. Mientras en Adiós, Hemingway el misterio venía exclusivamente del pasado con los recuerdos de Rufino el viejo, su abuelo, asaltándole, en La neblina de ayer hay un caso que provoca la evocación de La Habana de los cabarets de los años 50 y 60 y otro que ocurre en la pobreza de la actualidad, donde la desesperación por comer provoca negocios que en otro momento no ocurrirían. Aunque ambas muertes sean más producto de hechos pasados que presentes.


Cabeza de Cristo, hecha en vida
Rembrandt
Herejes tiene tres partes que el autor ha titulado con cierta doble intención como libros: Libro de Daniel, Libro de Elías y Libro de Judith. Doble intención porque el protagonismo es judío y porque bien pudieran considerarse como libros exentos. Es decir, el hilo que une las tres partes, el hilo argumental no deja de ser muy tenue, aunque lo haya –una pintura del rostro del Cristo firmada por Rembrandt–, si bien en las tres partes el tema principal sea el de la libertad, la de la capacidad de elección en un medio que te constriñe, que te coarta, donde lo establecido tiene mucho más poder que el simple individuo. En el Libro de Daniel nos encontramos con la historia de la familia Kaminsky, venida a Cuba debido al holocausto, y de la inmigración por causas políticas y religiosas. En el Libro de Elías, nos trasladamos al pasado –el siglo XVII en Amsterdam– para encontrar la libertad en el misterio de la creación, en la elección de un judío de ser pintor en el taller del maestro Rembrandt. Y en el Libro de Judith, volvemos a Cuba, a la Cuba de los negocios sucios en las altas esferas, pero sobre todo en la Cuba donde todos, y entre ellos los jóvenes, se tienen que crear un mundo paralelo para sentirse libres.

Herejes es una novela compleja, a veces demasiado prolija, que puede ser catalogada de histórica, política, policiaca pero que tiene a Mario Conde –excepto en el Libro de Elías– como el elemento vertebrador que afinca su contenido a la tristeza del cubano y a la alegría del cubano. Porque Mario Conde siempre nos lleva a esos dos extremos: a la nostalgia del triste recordador, que a la vez es una forma de evadirse del triste presente para acercarnos a la alegría de lo pasado porque allí, a pesar de los crímenes, que los hay, nos sentimos de alguna forma seguros y, sobre todo, más libres porque todavía no ha empezado lo peor, que es darnos cuenta de lo que somos y en donde estamos y cómo de lejos queda lo que en algún momento pretendimos ser. Y eso da igual que sea en Cuba o en cualquier otra parte del planeta.    






1991. Pasado perfecto. ["Las cuatro estaciones". Invierto, 1989]
1994. Vientos de cuaresma. ["Las cuatro estaciones". Primavera, 1989]
1997. Máscaras. ["Las cuatro estaciones". Verano, 1989]
1998. Paisaje de otoño. ["Las cuatro estaciones". Otoño, 1989]
2001. La cola de la serpiente (reescrita en 2011). [Primavera, 1989]
2001. Adiós, Hemigway. [Verano, 1997]
2005. La neblina de ayer. [Verano, 2003]
2013. Herejes. [Septiembre, 2007] Lectura